92. Mamá

1.1K 59 7
                                    

Solté un suspiro de cansancio y me giré para mirar a mi bebé dormida en su portabebé. Lucía tan tranquila que incluso me sentí mejor yo, el estrés se me bajaba y una ola de paz me recorría el cuerpo. 

—Luciana,— me giré para mirar a la mujer ajustar su bolso sobre su hombro con prisa. —tengo que ir al banco ¿Te puedes encargar de la caja en lo que regreso, por favor?— me pidió.

—Por supuesto, señora Esther, no hay problema.— respondí tras un asentimiento.

La mujer se detuvo un segundo para mirar a mi bebé y sonrió tiernamente. —Se ve como un angelito, ¿No?

No pude estar más de acuerdo. 

La señora Esther salió apresurada de la tienda y yo me coloqué detrás del mostrador, mirando a través de las puertas de cristal pude ver las calles con algunas personas caminando por allí además de los autos que pasaban. El verano estaba siendo demasiado caluroso estas últimas semanas y la joven que solía cuidar a mi bebé estaba en su semana de exámenes, así que pedí permiso para traerla al trabajo. 

Era una fortuna que fuera una niña tan tranquila y que a la señora Esther le gustaran tanto los bebés, aunque mi pequeña Silvia no fuera exactamente una bebé pues tenía ya dos años y estaba cerca de sus tres. 

La campana de la puerta sonó, avisando que alguien había entrado. Puse mi mejor cara y le sonreí a los clientes.

—Buenas tardes, bienvenidos ¿En qué les puedo ayudar?

Junté mis manos encima del mostrador y les regalé una sonrisa amable a ambos hombres. El más alto asintió sonriente con cortesía y el restante suspiró.

—Uh, qué bueno que eres una chica. A ver si aquí encuentro algo para esa mujer que no se merece algo de marca.— dijo uno de ellos, el del cabello corto.

Fruncí el ceño confundida pero traté de mantener mi sonrisa. 

—Mira, guapa, quiero lo más caro que tengas y que sea bonito, necesito contentar a una mujer pero no lo suficiente, no quiero nada de marca de renombre.— dijo el mismo hombre de cabello corto con un tono un poco demandante. 

Los miré sorprendida, no venían a menudo por joyas caras, más bien la gente venía a preguntar por la más barata. Me aclaré la garganta. 

— ¿Lo más caro?— repetí.

— ¿Acaso no entiendes mi idioma?— se recargó en el mostrador y usando un tono prepotente preguntó de vuelta. —Estos extranjeros...— murmuró en voz baja, rodando los ojos con cansancio.

Tragué saliva apretando los dedos de mis pies y asentí. Me di la vuelta para ir a buscar la joya más cara que teníamos, las de precio más elevado las manteníamos en la parte de atrás, bien resguardadas. 

—Ser un poco más cortés no te va a matar, Fabrizio.

Escuché la voz del hombre más alto susurrarle a su compañero. 

Procuré no tardar mucho y volví con una gargantilla de diamante rosa que venía en conjunto con unos aretes. El conjunto era tan precioso y caro que temía arruinarlo con mis sucias manos, si algo le pasaba a la gargantilla o a los aretes, me costaría más de lo que costaba mi vida y la de mi hija juntas. 

Puse la elegante caja sobre el mostrador y la abrí para que ambos pudieran ver lo que había allí.

El hombre de cabello corto le dio una mirada muy por encima y subió su vista a mi.

—Tu que eres mujer, ¿Te parece bonito? ¿Saldrías a una reunión a presumir tu nuevo collar caro?— preguntó. —Claro que lo harías, eso hacen las mujeres, presumir el dinero que uno se gana trabajando.— pero inmediatamente murmuró después en tono bajo para sí mismo.

♡ ONE SHOTS ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora