45. Perlas y Rosas.

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Chicago, 1926.

La joven sonrió complacida, una sonrisa blanca y amplia mientras los aplausos y silbidos del publico que la aclamaba la llenaban de orgullo. Agradecida ella miró con ojos soñadores a la poca pero agradable audiencia, hizo una pequeña reverencia antes de bajar del pequeño escenario y entre aplausos caminó al pequeño camerino.

Cerró la puerta tras de sí y se quitó su chal de encima, dejándolo en el perchero para encaminarse al bonito tocador, ocupó su acolchada silla frente a este y se miró en el espejo, su labial rojo se había movido un poco.

Tomó una servilleta de tela mientras tarareaba suavemente y limpió la comisura de sus labios. 

—Señorita Ellena.— escuchó unos golpecitos en la puerta en conjunto con la voz de Mickey, su manager. 

La mujer dejó la servilleta en un lado y se acercó a la puerta, la abrió revelando al bajito hombre con un ramo grande de rosas rojas amablemente acomodadas en un jarrón con un lazo rosa y una pequeña etiqueta colgando de este.

—Un admirador le envía este generoso obsequio. Permiso.

El hombre caminó con el arreglo y lo dejó sobre una mesita. Dio un asentimiento cordial con su cabeza y se retiró, cerrando la puerta.

Ellena miró maravillada el bonito regalo y llevó sus manos juntas a su pecho. Acercó su rostro a las rosas, rojas como sus labios y cerró los ojos disfrutando del agradable aroma que ellas desprendían. Acarició un pétalo y bajó a tomar la etiqueta que colgaba del lazo.

He pensado en usted desde la primera vez que la vi y no había podido sacar su sonrisa de mi cabeza. Espero que estas rosas estén a la altura de su inigualable belleza, Ellena. -H.S.

Ellena reconoció esas iniciales ¿Era él? ¿Harry Styles? Aquel excéntrico y conocido millonario, heredero y copropietario de una de las cadenas de autos más importante de Chicago y otros estados quien estaba enviándole rosas. 

Un remolino de cosquillas invadió su vientre y se estremeció, lo había notado sentado al fondo del lugar, con su pierna derecha sobre su rodilla izquierda, presumiendo su lustrado zapato y su fino pantalón. Aquel hombre era el sueño de toda joven, y aunque parecía un hombre serio y desinteresado en el ámbito romántico, nadie lo conocía realmente bien.

El corazón de la joven Ellena dio un respingo cuando la puerta de su camerino fue tocada de nuevo. Pensando que su manager tenía alguna otra cosa que decirle o entregarle, abrió la puerta y se llevó una grata sorpresa.

Con una altura imponente, su cabello agradable y peinado, con un traje impecable que portaba con esa elegancia suya, el señor Harry Styles estaba del otro lado de la puerta, sosteniendo una sola rosa.

Ellena suspiró y lo miró directamente a los ojos.

—Se han olvidado de poner esta ultima rosa, y me he encargado de traérsela yo mismo.— él extendió la rosa hacia Ellena y ella la tomó.

Harry alzó su otra mano para atrapar la de Ellena y acariciar su dorso con suavidad. La piel suave de ella hizo contacto con la áspera mano de Harry y una corriente eléctrica los recorrió a ambos.

—Señor Styles, muchas gracias... P-por favor, pase.

Ellena, aunque nerviosa, se hizo a un lado dándole así entrada al hombre frente a ella. Harry finalmente soltó su mano y Ellena sintió la ausencia de su tacto. 

—Es usted una mujer maravillosa, me dejó impresionado con su actuación allá en el escenario. No cabe duda que usted está hecha por la mano del mismísimo Dios. Con ese rostro precioso angelical y esa voz cautivadora, dígame, Ellena ¿Es usted acaso una sirena?

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