— Le encanta tenerte entre sus piernas. Los sonoros gemidos saliendo de su boca mientras tú saboreas toda su esencia como si tu vida dependiera de ello te hacen afirmarlo.
— La preferencia por el sexo suave o el sexo rudo no existe entre ustedes, sinceramente todo se da dependiendo de que sentimientos y emociones tengan en ese momento. O incluso el que una de las dos señale específicamente la manera en que quiere ser tratada.
"Fóllame como si no fuera tu superior", pidió.
— Te deja marcas de besos y mordidas sin importarle si son visibles recorriendo tu cuello, clavículas y pechos.
— La posición favorita que ambas comparten es el que ella te monte mientras sus núcleos palpitantes crean fricción, háciendolas suspirar a ambas. Ella ama ver tus expresiones de placer puro acompañados de los agarres de tus manos en sus caderas que tratan de llevar el ritmo, aunque eso no dura mucho ya que tiende a esconder su rostro en el hueco de tu cuello.
— Cuando ambas todavía eran cadetes, el tener intimidad solía ser en las solitarias habitaciones, lo más común en el día justo cuando todos los demás estaban ocupados realizando sus deberes, tratando de evitar ser descubiertas y cubriendo los pequeños sonidos que ambas emitían. Ahora, Historia viviendo en un enorme lugar como la reina que era, sus sesiones de amor iban desde su propia habitación hasta cualquier otro cuarto o sitio de la residencia.
— El trabajo suyo como el tuyo les impide verse más de lo que ambas quisieran, por lo que cuando logran tener tiempo para ustedes, la sesión de besos intensos que tienen al recibirse las lleva a la cama sin oposición alguna.
— Cuando ella está demasiado estresada querrá toda tu atención en su cuerpo. Probablemente el comienzo de frotar delicados círculos en su clítoris termine en tus dedos entrando y saliendo de ella frenéticamente hasta hacerla venir.
— Le gusta hablar sucio.
— La perfecta vista de su cabeza enterrada en la almohada, su pequeña espalda arqueada y sus glúteos levantados mientras trata de aferrarse con todas sus fuerzas a las sábanas cuando la penetras con tus dedos desde atrás, es el límite de tu cordura.
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