Capítulo 3

1.4K 67 5
                                    

"Soy más bien de huir, en cuerpo y alma. Y si no puedo llevar mi cuerpo, al menos que escape mi alma." – Tokio❤

Al despertarme, lo primero que hice fue coger el móvil y meterme en páginas web de periódicos españoles. Necesitaba saber qué le había pasado a mi padre.

Encontré una noticia que parecía fiable. Decía que Andrés de Fonollosa, más conocido en este caso como "Berlín", había muerto hacía ya bastante durante la huida de la Fábrica de Moneda y Timbre. ¿Habían robado una puta fábrica? ¿Y eso era mejor que el Banco de España? No me extrañaba que Martín se enfadase.

Seguí leyendo unas cuantas líneas más, en general todo hablaba del atraco y de que ahora se desconocía el paradero de los atracadores. Se hablaba también de la muerte de otros dos, a los que llamaban "Oslo" y "Moscú". No los conocía de nada pero, aun así, no pude evitar ponerme triste. Nunca me gustó saber que se perdían vidas, porque una vida es lo más valioso del mundo, más que el oro y la plata, más que los millones y millones de euros que posiblemente mi tío tenía escondidos en algún lugar.

Llamaron a la puerta. Fueron dos suaves pero firmes golpes: era mi tío.

- Pasa - le dije, sin apartar la vista de la pantalla del móvil.

- ¿Cómo estás? - preguntó, cerrando la puerta de nuevo.

- Mal, cómo crees que estoy - contesté -. ¿Tú estabas feliz cuando murió el abuelo?

No contestó nada, se limitó a ajustarse las gafas con expresión apenada.

- ¿Quién es Raquel Murillo? - pregunté, cambiando de tema. Su cara también cambió.

- ¿Por qué preguntas? - dijo, sorprendido.

- Porque aparece aquí - respondí -. Es una noticia sobre la muerte de papá.

- Raquel era... la inspectora al mando - respondió mi tío. Parecía que le costara decirlo.

- ¿Ella lo mató? - pregunté, más por curiosidad que por otra cosa, aunque sí enfadada.

- No.

- ¿Cómo estás tan seguro?

- No puedo hablar de ello.

- ¿La estás defendiendo? ¡Ni la conoces!

- Tú eso no lo sabes.

- ¿La conoces?

- No. Pero ella no fue.

- Mira, sabes qué, mejor déjalo. Si la veo le parto la cara, solo por si acaso - decidí, y coloqué el móvil con la pantalla hacia abajo para mirar a mi tío a la cara -. ¿A qué viniste?

- En tres horas parte un barco hacia Tailandia. Tu padre me pidió que te cuidara, así que te vienes conmigo. Haz las maletas - me ordenó, seco. Parecía estar pensando en otra cosa, su mente estaba muy lejos de allí. Tal vez en España. Tal vez.

- ¿Y Martín? - pregunté.

- Él no puede venir - respondió, y se fue sin dejarme preguntar nada más.

Hice la maleta tal y como me había dicho. Me cambié de ropa, me puse algo cómodo pero bonito: unos pantalones vaqueros desgastados, una blusa blanca y unas botas negras. Me puse una diadema también negra y salí de la habitación con la maleta en la mano. Metí el móvil y los objetos personales en una mochila pequeña que me puse a la espalda, y bajé hasta el patio, donde mi tío me esperaba ya.

- ¿Lista?

- Creo que sí.

Sonreí. Pensé que había pasado mucho tiempo en aquel lugar, que ya era hora de mudarse de nuevo. Aunque, claro, también pensé que no iba a volver, y me equivocaba.

- Pues vámonos - decidió, y nos pusimos en marcha.

El puerto estaba a unos 30 minutos caminando. No era mucho, tenía recorrido más solo para llegar sin ser vistos a algún lugar en el que robar. Una joyería, normalmente. A mi padre le encantaba robar en joyerías; así tenía yo los cajones, llenos de diamantes y perlas. Bien, ahora no llevaba todos conmigo, solo lucía un collar y un anillo en mi dedo anular. Eran la joyas más importantes para mí, representaban más que la riqueza que a mi padre tanto le gustaba, también representaba el amor que nos teníamos. Digamos que estos dos objetos me recordaban que mi padre siempre había estado ahí para mí.

A mitad de camino le di la mano a mi tío. Hacía tiempo que no paseaba con mi padre, y ahora que no estaba, echaba de menos esos paseos más que nunca.

Él me agarró la mano firmemente. Creo que ambos sabíamos lo que nos quedaba: empezar una nueva vida. Él cuidaría de mí. Yo le haría compañía a él. Supongo que es lo que hace una familia. Aunque esa palabra ya nunca sería lo mismo.

Tras un tiempo esperando en el puerto, al fin subimos al barco. Era bastante lujoso, no nos vamos a engañar, pero tras el robo mi tío tenía una pasta. Fuimos directamente a la parte trasera, donde generalmente hay poca gente. Todo el mundo prefiere viajar en la proa. Así ves como te acercas a tu destino... o algo así. Así que la popa estaba prácticamente vacía.

Él se sentó. Yo me asomé para observar el paisaje que se alejaba, hasta que solo quedó un pequeño punto en mitad del mar. Entonces me senté también.

Apoyé mi cabeza en su hombro y cerré los ojos. Estaba realmente agotada. Él me rodeó la espalda con el brazo, como para que no me cayera hacia atrás. Y al poco rato me quedé dormida.

Llegamos tras unas horas de viaje, y fuimos a nuestra futura casa. Era pequeña, muy humilde, bonita. Era muy poco comparado con aquello a lo que estaba acostumbrada, pero me gustaba. Entré, dejé mis cosas, me puse un bikini y corrí a la playa. Mi tío se fue a un bar cerca.

Me metí en el mar sin pensarlo. El agua estaba helada, pero no dejé de sonreír. Había peces. Me hacían cosquillas en los pies. Reí ante eso y cogí aire para meterme debajo del agua y poder observar el fondo. Era precioso. Amaba el mar desde pequeña. Una de las mejores estapas de mi vida la pasé en Valencia, al este de España. Me pasaba el tiempo yendo a la playa, claro, con lo bien que se estaba, ¿qué iba a hacer? Hasta que al año nos cambiamos de país. Y no volví a pisar una playa hasta que mi padre decidió llevarme por mi decimoquinto cumpleaños a unas islas en el Noroeste de España: las Islas Cíes, en el final de la ría de Vigo, Galicia. Creo que fue el lugar más bonito que vi en mi vida. En serio.

Cuando ya me estaba empezando a congelar, salí del agua. Me tumbé en la arena, sobre una toalla que había, para que mentir, robado a uno de los pasajeros del barco. Por alguna razón, sonreí. Puede que en el fondo supiera que algo iba a pasar.

Y es que estaba a punto de empezar la verdadera aventura. 

Holaaaa
Capítulo 3...
Las Islas Cíes 100% recomendables, preciosas, en serio. Casi no hay contaminación, el aire es muy puro, hay mucho verde y el agua es cristalina, preciosa.
Recomendad lugares vosotros también, a lo mejor en un futuro voy, quién sabe...
Y si has llegado hasta aquí, por favor, no olvides dejar tu voto, que me ayudaría muchísimo, gracias❤
Y comenta algo también, si quieres.
Hasta luego!

La Casa De Papel (partes 3 y 4)//¿Y si Berlín hubiera tenido una hija?Where stories live. Discover now