Capítulo 18

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"Coge el miedo de la mano y a seguir viviendo". - Nairobi❤

No nos quedaba otra opción que seguir por nuestra cuenta. Con mucho cuidado, Tokio consiguió sacar la bala. Cuando extrajo el trozo de pulmón, no pude evitar girar la cabeza hacia otro lado y sentir náuseas. Podía ver sangre, ayudar a operar a alguien, matar (aunque nunca lo había hecho, sabía que podía), pero ver órganos, eso sí que no. Y cuanto más vitales fuesen, peor.

La cosimos, la vendamos, y se la llevaron de la biblioteca. Helsinki y Tokio se abrazaron. Yo me acerqué, como pidiéndoles con la mirada poder unirme también. Necesitaba un abrazo, la verdad es que sí. Y ellos me lo dieron.

Nunca había sentido completamente lo que era tener una familia, ya que solo estábamos mi padre y yo, en ocasiones mi tío también. Cuando mi padre murió, eso se redujo. Y ahora, por primera vez, sentía lo que era una familia.

Y, claro, sentía pena y miedo de perder a Nairobi. Porque era lo más parecido a una madre que había tenido jamás. Tokio, aunque también lo era, se parecía más a la tía borracha que siempre está de fiesta. Y las quería a las dos un mundo, aunque sólo las conocía desde hacía un par de meses. Quería a todos los de la banda. Aunque a veces me trataran como una niña pequeña.

Pasaron los minutos, y como no tenía nada mejor que hacer, bajé con los rehenes.

- Eh, princesa - ya estaba Gandía tocando los huevos.

- ¿Qué coño quieres, pedazo de mierda? - pregunté, sonando dulce y con una sonrisa en la cara, como si le hubiera dicho halagos en lugar de insultos.

- Traeme agua - pidió -. Tengo sed.

Fui a por una botella de agua y se la acerqué.

- Emm... - murmuró, agitando las esposas que lo mantenían atado.

- Joder.

Abrí la botella y se la acerqué para que bebiera. Él me hizo un gesto para que separara la botella, lo hice, pero él me escupió todo lo que tenía en la boca.

- ¡Ah, mierda! - exclamé, retrocediendo -. ¿Pero tú eres gilipollas?

Y no le vacíe el resto de la botella en la cara porque no era buena idea malgastar agua, que a lo mejor a la policía se le ocurría cortarnos el agua y a ver quien sobrevivía allí.

- En mi opinión te ves mejor así, princesa - dijo, sonriendo.

Iba a contestarle, pero la voz de Palermo me interrumpió.

- Bien, damas y caballeros - bajaba las escaleras con un traje y un maletín -. No sin pena les comunico mi adiós. Me voy. Mantened el espíritu firme, elevado.

Se acercó a la puerta.

- ¿Qué coño haces, Palermo? - me di la vuelta inmediatamente.

- Sidney... me marcho. Fue un placer cuidar de ti todos estos años. Puede que en un futuro nos volvamos a ver.

Apoyó el maletín en el suelo, lo abrió y de él sacó algo que colocó también en el suelo. Debían ser explosivos, para que no nos acercásemos a él.

- Y a ustedes - se dirigió a los rehenes -, espero que mi mando no haya sido demasiado traumático. Podrán contarle esta anécdota a sus nietos, parientes, seres queridos, en fin... Señoras y señores, ha sido un placer.

Cogió el maletín de nuevo listo para marcharse.

- ¿Pero tú a dónde cojones crees que vas? - pregunté, apuntándole con una pistola.

- Oh, Sidney, vamos. ¡No tenés el valor de dispararme! Así que mejor bajá el arma - dijo él. Pero yo no bajé nada.

Y cuando se acercaba a pulsar el botón, disparé, haciendo que apartase la mano.

La Casa De Papel (partes 3 y 4)//¿Y si Berlín hubiera tenido una hija?Where stories live. Discover now