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Aún puedo escuchar la voz de Lucas rogándome para que lo trajera aquí, a la playa:

—Prometo no molestar.

— Tú nuncas molestas, hermanito.

Vi cómo se dibujó una sonrisa en el rostro mientras cambiaba de lugar el cactus que Izar me regaló, para después rociarle un poco de agua con un spray rosa que trajo Izar.

Parece que ese cactus es más de él que mío...

—¿Entonces? —cuestionó—. Llévame, por favor...

—Es un viaje en pareja.

Mala elección de palabras.

—¿Ella es tu novia?

—Lucas, no puedes ir, ¿Si?, necesito... necesito pensar las cosas.

—¿Te vas a ir?

Escuché cómo la última palabra obtuvo un tono roto que desconocía de su infantil voz, dejé de hacer mi maleta para ir hasta dónde él, tenía la mirada así que me tuve que agachar a su altura, él desvió la mirada, pero aún así pude alcanzar a ver unas cuántas lágrimas que hicieron que mi corazón se encogiera de la culpa.

—¡Ey!, campeón, ¿Porqué piensas eso?, yo jamás me iré de aquí.

—Escuché que mamá oraba a Dios pidiéndo que aunque te fueras de nuestras vidas, él cuidara de ti.

Apreté los labios con cierta disconformidad; ya estaba harto de la situación en casa, sobretodo que Lucas estuviera así de expuesto, él no comprendía bien todo lo que pasaba, y escuchar a nuestros padres decir una cosa en público y otra en privado no iba a lograr otra cosa más que confundirlo.

—Yo... yo te vi la otra noche. Sabes que no está bien escuchar conversaciones ajenas, ¿Verdad?

—Yo también soy parte de esta familia —dijo levantando la mirada por fin, tenía los ojos rojizos a la vez que unas silenciosas lágrimas se deslizaban por sus mejillas—, pero no quieren tener reuniones conmigo.

—En esas reuniones hablamos cosas de adultos —dije limpiando sus mejillas—, por eso no te invitamos.

—Más que hablar gritan. Casi todo el tiempo, eso no me gusta.

No lo soporté más y lo abracé, yo no lloré, ya no tenía por qué llorar, ya había llorado mucho en mi vida, pero dejé que Lucas llorara en mi hombro, había estado muy concentrado en mi que no me había detenido a pensar qué sentía él con respecto a todo esto, o al menos tener la decencia de preguntarle.

Tenía que encontrar el equilibrio entre el Mateo que piensa en todos menos en él, y el Mateo egoista.

—Lo siento.

—No te vayas, no me importa que no quieras ser pastor, yo tomaré tu lugar, pero no te vuelvas a ir...

—Ya me fui de tu vida una vez, te prometo que no lo volveré a hacer.

—Ahorita ya te vas...

—Es diferente, Luca, Loquito.

—No me llames así...

—Prometo regresar.

Sonreí al ver su puchero, ya había crecido unos centímetros, pero definitivamente seguía siendo mi hermanito.

—Vamos, ayúdame a empacar.

Y me ayudó a empacar.

Quizás no era el mejor hermano mayor al dejar a mi hermanito sólo, ¿Pero qué podría hacer yo?

¿Mudarme de casa y llevarme a mi hermano?

Ya lo había pensado...

Pero con lo poco que gano apenas me basta para mis necesidades, y un gustito al mes, cómo este viaje, pero al menos me ayuda para mantenerme lejos de casa, de los problemas, de la que debería ser mi vida.

—Pontelo.

Me ordenó con esa sonrisa de superioridad que parecía decorarle permanentemente el rostro desde hace unas semanas, así se miraba mucho más bonita.

—No me pondré esto —le dije después de recoger del suelo el bañador que me tiró en la cara, no es que mis reflejos fueran malos, simplemente estaba distraído—, además, hace frío.

—No te pregunté eso, te pedí de por favor que te lo pusieras para que me acompañes a dar un paseo por la playa.

—Ya está oscureciendo.

—Eso lo hace más divertido.

—¿Planeas nadar?

—Quizás...

Solté un suspiro de resignación, sabía que no la iba hacer cambiar de opinión, así que sólo podía hacer la situación más agradable para ambos.

—Mateo, ¿Qué estás haciendo?...

—Cuándo salgamos del agua y sientas el frío viento del mar me agradeceras por haber llevado ropa extra y toallas secas.

Escuché su chillido de emoción, lo que hizo que yo sonriera, me gustaba hacerla feliz, me sentía menos inútil que al menos estaba haciendo las cosas bien con alguien.

Me divertí mucho.

No hizo tanto frío cómo imaginé, o quizás sólo fue que por primera vez en mucho tiempo sentí mi corazón cálido.

Pude reír hasta que me dolió el estómago, pude besar a la chica que me gusta sin miedo al qué dirán, pude estar cuánto quise afuera sin hora de llegada.

Hoy me sentí feliz, me sentí libre.

Quizás por eso no puedo dormir aunque ella ya esté durmiendo.

Quizás por eso no puedo dormir aunque ella ya esté durmiendo

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¡Rayos!... Ya No Quiero Ser Cristiano [Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora