VIII

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-La reina de Saba nos honra finalmente con su presencia – espetó Jorge con una reverencia pomposa 

-Lo siento tíos – se disculpó, tratando de recuperar el aliento – Se me ha ido la hora por completo

-No, si eso está claro -. Los chicos de la banda observaban de reojo la conversación, pasando del líder a la guitarrista y viceversa

-Jorge, de verdad. Lo siento – repitió, ya más calmada. Cruzó la habitación y enchufó con rapidez el instrumento – Estaba con…

-Con Alba, ¿no? – sonaba ya más calmado, esbozando una sonrisa de manera inevitable

-Sí – admitió sonrojada

-Por ahí te vas a librar. Pero intenta estar más pendiente para la próxima, por favor. ¿Estamos?

-Estamos

-Chachi. Pues vamos a darle


El silencio fue interrumpido por el tintineo de las llaves al abrir la puerta. No parecía que en casa hubiera absolutamente nadie, por lo que Alba respiró aliviada. No obstante, cerró con cuidado tratando de hacer el menor ruido posible. Ni siquiera la empleada había acudido a la entrada, lo cual era hasta mejor. 

Avanzó con sumo cuidado por el pasillo, casi de puntillas. Asomó la cabeza en dirección a la salita y luego al salón. Nadie. La puerta de la habitación de Marina estaba entreabierta, por lo que dudó si debía entrar o no.

-¿Marina? – llamó finalmente

-Entra, entra, entra – la apremió, bajándose de la cama con toda la rapidez posible

Alba se vio absorbida al interior; Marina tirando de su brazo mientras cerraba la puerta enérgicamente. Se dejó caer en la cama, desbordada por el cúmulo de emociones que se le arremolinaban en el pecho. Pero por encima de todas ellas, una destacaba considerablemente: la euforia. Su hermana había puesto un vinilo para amortiguar sus voces. 

-¿Hay alguien en casa? – preguntó, frunciendo el ceño – pensaba que no había nadie

-Claro que hay, tonta. Mamá y papá tenían reunión con el abogado. ¿No te acuerdas? – respondió con obviedad – Están en el despacho de papá

-Es verdad – resopló

-Bueno – Marina se tumbó junto a ella, de lado, con la mano descansando sobre la palma de la mano – No estabas con tus compañeras, ¿verdad? – soltó impaciente

Alba intentó contener una carcajada sin éxito.

-Por supuesto que no

-Estabas con…Na..

-Natalia. Sí – admitió, riendo de nuevo

-¿Qué tal? –. Parecía realmente interesada por la vida de su hermana, más allá del chismorreo

-Bien. Super bien – se enjugó las lágrimas, adoptando un tono más serio – Hemos ido a su casa a escuchar música, discos de Baez y…

-Espera – la cortó de sopetón, tapándose la boca con asombro y abriendo mucho los ojos - ¿En su casa? – chilló - ¿Discos de la hippie?

-Sí, y sí. Y calla – chistó – No necesito que mamá y papá se enteren de mis actividades moralmente dudosas a su juicio

-Qué fuerte. Ni yo con Rodrigo, y eso que llevamos quedando dos meses 

-Espera – ahora era Alba la sorprendida - ¿Te has estado viendo con Rodrigo? ¿Fuera de las reuniones de las amigas de mamá? – la hermana menor asintió. Alba hizo varios aspavientos – Lo tuyo sí que es fuerte

Un garito en Madrid Where stories live. Discover now