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Japón
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a llegada a Japón había sido tranquila, desde luego que lo fue, estaba siendo escoltado en un avión privado mientras se despedía de su pueblo para ir a cumplir su misión, había sido primicia en Alcia's News.

Estaba más que acostumbrado a la atención, había nacido en una cuna de oro después de todo, aunque había sido criado de una excelente manera.

No fue fácil cargar con todo ese peso, muchas personas creen que ser un príncipe y el niño de la profecía es fácil, pero cargar con ese peso en tus hombros y tener que esforzarte cada segundo en no arruinarlo para salvar a tu pueblo... es simplemente horrible. Aún así no se quejaba.

Todo pasa por algo y algo pasa por todos.

En el transcurso del viaje se puso a investigar algo de  aquél lugar a donde se dirigía, por suerte hablaba japonés a la perfección (ya que en alcia hablan inglés principalmente) y no presentaba algún problema en ese tema de la comunicación. De hecho, la mayoría en el palacio hablaban ese idioma, debido a que tenían una alianza con Japón.

— Príncipe Tchaikovsky Versciava, estamos a punto de llegar, el líder de escuadrón lo está esperando en el aeropuerto para dirigirlo a lo que será su nueva casa— comentó Alphonse, empleado del vehículo aéreo.

—Muchas gracias por avisar, Alphonse ¿Es posible tener algo de comida antes de llegar?. . . tengo el sabor de pastel de limón en mi lengua. — pidió avergonzado mientras sonreía con timidez.

—Claro que sí, príncipe. En unos minutos le traeremos su pastel.

Muchos podrían decir que a Vincentt le encantaba que lo traten de príncipe —ya que nunca se quejaba— pero no era cierto. Algo que pidió desde niño fue que lo trataran por igual, sin embargo aquello no pudo ser posible ya que existía una jerarquía en Alcia, debía sentirse orgulloso y portar el puesto con dignidad y honor, ser representado como príncipe pasó de ser algo molesto a algo de lo que se siente orgulloso.

Además el pueblo le muestra su respeto nombrando su posición y no puede quitarle el valor.

Su pastel llegó y como todo niño se emocionó dando unos cuantos aplausos en cuanto lo tenía en frente, acomodó su traje de manera en la que no estorbe para luego proceder a comer, su rostro como siempre muy expresivo le causó ternura al empleado.

Vincentt era como un niño inocente, sin embargo el más que nadie había estado expuesto a toda clase de cosas y enseñanzas del mundo. Vincentt era consciente, pero prefería disfrutar su juventud siendo él mismo.

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El pelirosa acomodó sus cabellos de manera correcta, comprobó que sus aretes estuvieran puestos y arregló su traje prolijo, su rostro se veía calmado y en cierta parte denotaba superioridad y elegancia, sus ojos galácticos brillaban con determinación.