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Está sentado a los pies de la cama, con las piernas encogidas contra el pecho, y la cabeza oculta allí, las lágrimas finalmente habían cesado, y se sentía tan cansado.

El cuerpo le pesaba como si de pronto todo el peso del mundo lo estuviera aplastando, porque no sabía que hacer ahora que tenía toda la información, ¿qué hacer ahora que sabía la historia completa?

- Sam... - llama su voz desde la cama, mientras el se pone el pijama. - De Luque... - insiste.

- ¿Qué pasa? - inquiere, mirándolo con dulzura, en medio de la oscuridad. - ¿Doblas?

- Ya que me amas, - empieza, con la voz hecha un hilo. - ¿pero lo harás siempre?

El pelinegro ríe, gateando hasta acostarse a su lado, asintiendo. - Claro que .

Hay otro silencio, en el que Samuel piensa que su novio finalmente se ha dormido, hasta que vuelve a hablar, tan bajito que las palabras casi parecen ser parte del viento. - ¿Sin importar qué?

- Sin importar qué. - consiente, poniendo la mano sobre su mejilla.

Pero era mentira también, al menos eso quería creer Samuel, quería creer que podía dejar de amarlo, porque así se suponía que debía ser.

No, eso sucedería, Samuel finalmente dejaría de amarlo, estaba firmemente decidido a eso.

Quizás le costara, con los fantasmas de recuerdos en cada rincón del pueblo, con los mismos fantasmas en su propia cama, en su cocina y hasta en la guarida de Lobo Nocturno.

Pero dejaría de amar a Rubén Doblas.

Eso era final.

m e m o r i e sWhere stories live. Discover now