Capitulo 6

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Mina es de una belleza llamativa. Lo reconozco, muy llamativa.
Pelo suave y rojo como el fuego —el color no es natural—, ojos azules enmarcados en tanta máscara de pestañas que seguro que por las noches necesita dos horas para desmaquillarse. Si es que lo consigue. El resto del maquillaje también es abundante, excesivo, incluso para una cena elegante, aunque no es el caso…

Pero lo más sorprendente de todo es el vestido: con estampado de leopardo,  deja  al  descubierto  kilómetros  de  piernas perfectas. Está medio desnuda y lleva unas sandalias que causan una gran impresión. No puedo considerarlo una indumentaria adecuada para este bendito mausoleo. En la sala donde estamos habrá como mucho dieciocho grados. Y fuera, unos cinco.

Yo llevo unos pantalones de jean negro con camisa blanca  y un Jersey negro.
Shikamaru se puso pálido en un abrir y cerrar de ojos. No está bien.
—Mina, querida, ven a conocer a nuestros invitados. Te presento al conde de Konoha —dice su padre.

Por fin entiendo quién toma las decisiones en esta familia. La hija predilecta, está claro.
Mina se acerca a Shikamaru, que se levantó del sofá, y con aires de diva le estrecha la mano. Observo con maldad que lo hace sin apretar
mucho.

—Qué honor, lord Nara, oi hablar mucho de usted —dice con un pudor fingido. Porque… ¿acaso alguien que se viste así puede sentir pudor? Ni de broma.

—Supongo  que basta con abrir  cualquier  revista del corazón — comento mientras me levanto y le ofrezco la mano—. Sakura Haruno — digo con decisión mientras me estrecha la mano. Se la aprieto tal vez con demasiado énfasis.

—¿Disculpe? —dice desconcertada, no sé si por la frase o porque le hice daño en la mano.
Shikamaru resopla a mi lado.

—A Sakura le gusta bromear —murmura entre dientes y me mira de reojo.

Claro,  ni  que  fuera  culpa  mía  que  lo fotografíen con algunos esperpentos.

—Debe de ser extraordinario tener una relación tan honesta y de tanta confianza con un compañero de trabajo —nos dice.

—Oh, Sakura es la honestidad en persona —confirma Shikamaru. El tono es afilado como una cuchilla.

—Shikamaru tampoco se queda corto —respondo.

—¡Vaya, ni siquiera dices su título! —reflexiona una sorprendida Mina en voz alta.

—No —confirmo.

¿Qué  debería  hacer,  según  ella? ¿Llamarlo  lord  y  hacer  una reverencia cada vez que lo vea?

—No lo uso nunca —la tranquiliza Shikamaru.
De este modo, parece una concesión suya y no una decisión mía.

—Sí,  pero  yo  no  lo  diría  aunque  usaras  el  título —respondo quisquillosa.

—Sakura es… ¿cómo decirlo? —Nuestro pequeño lord deja la frase a medias.

—¿Soy qué? —pregunto con curiosidad.

—Algo irreverente —dice al fin mientras muestra una sonrisa falsa al público.

—Eso y muchas más cosas —respondo con seguridad. Mina nos mira con recelo.
A Madara le interesa más bien poco nuestra conversación.

—¿Qué les parece si nos acomodamos en nuestras sillas? —sugiere. —Claro —respondo rápidamente.

Por fin nos sirven algo que no sea alcohol.
Madara me ofrece su brazo y Shikamaru hace lo propio con Mina. De  esta  forma  pomposa  llegamos  hasta  el  comedor,  donde  nos sentamos frente a montones de platería y platos antiguos que brillan bajo la luz del imponente candelabro. Espero que Madara haya reforzado el techo antes de colgar una cosa semejante. Debe de pesar varias toneladas. Y yo todavía tengo que hacer muchas cosas en la vida antes que morir aplastada por un exceso de cristales.

Trabajando Con El Enemigo *ShikaSaku*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora