Capítulo 9: Este venerable no es un actor

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Los gustos de Chu Wanning eran, en resumen, terribles. Insulsos, tediosos, totalmente desesperantes. Por ejemplo: ¡todos los libros de mierda que había metido en esta estantería!

El Catálogo de Barreras Antiguas, el Archivo Ilustrado de Flora Inusual, los Arreglos de Cítara de la Secta Rufeng de Linyi, las Colecciones de Plantas. Pocos libros podían considerarse material de lectura aceptable, como la Guía Regional de Sichuan y las Recetas de Sichuan.

Mo Ran escogió algunos de los libros más nuevos, los que Chu Wanning probablemente no leía a menudo, y garabateó un montón de porno en las páginas.

Je, aquí hay por lo menos ocho mil, si no diez mil libros, pensó mientras dibujaba. ¿Quién sabe cuánto tardará Chu Wanning en descubrir que algunos han sido modificados y convertidos en literatura prohibida?

Para entonces no habría forma de saber quién fue el autor, y Chu Wanning se quedaría furioso. Mo Ran era increíblemente inteligente.

Mientras lo pensaba, Mo Ran no pudo evitar soltar una carcajada y abrazó los libros con regocijo.

Mo Ran pintarrajeó más de una docena de libros sin parar, dejando volar su imaginación desenfrenada. Todo tipo de escenas eróticas se plasmaron bajo su mano. Sus pinceladas fascinantes y elegantes, las telas se adherían a las figuras como si acabaran de salir del agua, y luego ondeaban como si las soplara el viento. Era fácil imaginar los rumores que correrían si alguien pidiera prestado un libro al Anciano Yuheng y, por casualidad, eligiera uno de estos.

"¡El Anciano Yuheng es una auténtica bestia de dos caras, por insertar ilustraciones eróticas de hombres y mujeres entre las páginas de El Arte de la Meditación!"

"¡El Anciano Yuheng es un maestro fraudulento que esconde historietas de obscenidad homosexual en sus manuales de técnicas de espada!"

"El Inmortal Beidou, ¡mi culo! ¡Él es literalmente una bestia vestida de humano!"

Cuanto más pensaba Mo Ran en ello, más divertido le resultaba. Al final rodó por el suelo entre risas, agarrándose el estómago y pataleando con deleite. Estaba tan absorto que ni siquiera se dio cuenta cuando alguien apareció a la puerta de la biblioteca.

Y así, la visión que recibió Shi Mei al acercarse fue la de Mo Ran revolcándose en una pila de libros, riendo como si se hubiera vuelto loco.

—A-Ran, ¿qué estás haciendo?

Sorprendido, Mo Ran se levantó a toda prisa, cubriendo desesperadamente todos los dibujos lascivos y poniendo una cara más presentable. —Li-limpiando el suelo.

Shi Mei contuvo una carcajada. —¿Con tu ropa?

—Ejem, no pude encontrar un trapo limpiador. Como sea, cambiando de tema, ¿qué haces aquí tan tarde, Shi Mei?

—No te encontré en tu habitación, así que pregunté por ahí y me dijeron que estabas en casa del Maestro. —Shi Mei entró a la biblioteca y ayudó a Mo Ran a limpiar los libros esparcidos por el suelo, con una dulce sonrisa en los labios—. No tenía nada más que hacer, así que vine a verte.

Mo Ran se sintió tan contento como abrumado. Frunció los labios; por alguna razón, su habitual encanto gentil no aparecía por ninguna parte, y no se le ocurrió qué decir en este momento.

—Entonces... um... ¡por favor, siéntate! —Mo Ran giró emocionado en su sitio, y luego dijo, un poco nervioso—: ¡Yo-Yo iré a por un poco de té para ti!

—No hace falta, me colé aquí. Habrá problemas si el Maestro se entera.

—Supongo... —Mo Ran se rascó la cabeza. ¡Chu Wanning, ese monstruo! ¡Lo derribaré tarde o temprano y sacaré a Shi Mei de debajo de su pulgar!

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