Capítulo 4: El primo de este venerable

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Este Shi Mei no era esa clase de shimei [1]. De hecho, Shi Mei era hombre y, además, considerando la fecha en que se unió a la secta, técnicamente era el shixiong de Mo Ran. La razón de que tuviera un nombre tan lamentable era la falta de erudición del Líder de la Cumbre Sisheng.

Shi Mei era huérfano, y el líder lo había encontrado en la naturaleza. El niño era débil y enfermizo, así que el líder decidió darle un nombre humilde, ya que los nombres humildes hacen la vida más fácil.

El niño era increíblemente lindo, como una niña, adorable y encantadora. Después de pensarlo mucho, al líder se le ocurrió el nombre de Xue Ya, un nombre simple que significaba niñita.

A medida que Xue Ya crecía, también aumentaba su belleza. Su figura era esbelta, y las puntas de sus cejas y las comisuras de sus ojos eran bien perfiladas, dándole un aire grácil. Todo ello le otorgaba una belleza natural sorprendente e incomparable.

Los toscos e incultos campesinos de las aldeas no considerarían inadecuado usar un nombre como Xue Ya, pero, ¿alguien había oído hablar alguna vez de una belleza legendaria cuyo nombre fuera un homónimo de "Bolas de Perro" o "Verga de Acero"?

A los compañeros de secta del chico no les parecía apropiado y poco a poco dejaron de llamarlo Xue Ya. Pero como había sido un nombre otorgado por el líder de la secta, tampoco se atrevieron a cambiarlo, así que empezaron a llamarlo "Shimei" medio en broma.

Todo era shimei esto, shimei lo otro, hasta que por fin el líder agitó sus largas mangas y sugirió amablemente: "Xue Ya, ¿por qué no te cambias el nombre a Shi Mei de una vez por todas? ¿Qué te parece utilizar el carácter 'mei' de la palabra "meng mei" [2]?"

Tuvo el descaro de preguntárselo. ¿Qué persona normal no aborrecería un nombre así? Sin embargo, Shi Mei era de temperamento dulce por naturaleza, y cuando vio que el líder lo miraba con alegría entusiasta, pensando que le había hecho un gran favor, Shi Mei no tuvo corazón para negarse. Aunque se sintiera agraviado, no podía avergonzar al líder de la secta, así que se arrodilló y aceptó el nombre con gracia. A partir de ese día, su nombre pasó a ser Shi Mei.

La persona de capa negra tosió varias veces antes de recuperar el aliento. Su mirada se posó en Mo Ran. —¿Hm? ¿Mo Ran? ¿Qué haces aquí?

Detrás de una fina capa de organza, un par de ojos, tranquilos como el agua de manantial y brillantes como las estrellas nocturnas, atravesaron las profundidades del corazón de Mo Ran. Con una sola mirada, el sello de los sentimientos juveniles y el tierno afecto de Taxian-jun, enterrados desde hacía mucho tiempo, se rompió.

Era Shi Mei. No cabía duda.

Mo Ran era un patán. En su vida pasada, había jugado con muchos hombres y mujeres. Incluso para él, que no muriera por exceso de sexo, fue una sorpresa. Pero la única persona a la que le había entregado su corazón era alguien a quien nunca se atrevió a tocar.

Shi Mei y él habían sido muy cercanos, y en su relación hubo un leve atisbo de romance. Sin embargo, hasta la muerte de Shi Mei, Mo Ran solo había sostenido su mano, y la única vez que sus labios se rozaron en un beso, fue por accidente.

Mo Ran se sentía sucio y mancillado, mientras que Shi Mei era puro y dulce. En otras palabras, Mo Ran no era digno de estar con él.

En vida, Mo Ran había atesorado y apreciado a Shi Mei, y lo hizo aún más tras la muerte de Shi Mei. Al morir, Shi Mei se convirtió en la inalcanzable luz de luna blanca de Taxian-jun, pero por mucho que este intentara desesperadamente aferrarse a sus recuerdos de Shi Mei, el difunto pertenecía al pasado, había regresado irremediablemente a la tierra sin dejar rastro.

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