Una piedra a cambio de una guerra

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Bilbo paseaba cerca de la entrada al viejo reino enano, a aquella distancia pudo ver a su rey conversando amenamente con un cuervo, no uno cualquiera como los cientos que retornaron a la montaña una vez Smaug estuvo muerto, no, este cuervo era gra...

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Bilbo paseaba cerca de la entrada al viejo reino enano, a aquella distancia pudo ver a su rey conversando amenamente con un cuervo, no uno cualquiera como los cientos que retornaron a la montaña una vez Smaug estuvo muerto, no, este cuervo era grande y altivo. La curiosidad de llenó la mente.


— Los cuervos de Erebor no son como la mayoría, Bilbo — sonrió Kili dándole alcance.

— ¿Entonces es normal ver a Thorin...?

— ¿Hablando con un cuervo? — terminó la pregunta por él, Fili, apareciendo de entre unos escombros. El mediano asintió.

— Normal no es, pero raro tampoco. Los cuervos de aquí entienden nuestro lenguaje y lo hablan a su forma. En las Montañas Azules solo hay pájaros comunes excepto el cuervo de nuestra madre — Kili hablaba con una nostalgia obvia en su voz.

— Aunque los días de ser mensajero de esa rata con alas ya pasaron y ahora nuestra mamá lo trata como a un gato obeso — rió Fili.


Bilbo quiso reír con ellos, pero el sonido inconfundible del galopar de un caballo los puso a todos en alerta. Thorin frunció el ceño y el cuervo a su lado le dedicó una reverencia antes de irse volando. No pasaron ni cinco minutos y ya estaba toda la compañía presente. Un hombre del lago venía a las puertas de Erebor, a lo lejos el mediano logró reconocer aquella voz. Era Bardo.

Cuando habían llegado a la Ciudad del Lago un humilde hombre entre toda la muchedumbre habló claro y directo una de las noches que descansaron bajo la tutela del Gobernador, él temía por su gente, él temía por el dragón. Era un buen sujeto con justas dudas sobre la empresa de la compañía de Thorin.

Para detener las dudas del pobre barquero Thorin prometió un porcentaje de Erebor (y ahora que Bilbo conocía los salones del tesoro, era más que obvio que a los enanos les sobraba el oro), aquel noble sujeto venía con su gente y lo poco que lograron rescatar del lago a exigir lo justo, un mínimo pago por los catastróficos daños. Para el mediano era algo natural ayudar a esa pobre gente, más que mal, cuando pidieron que alguien fuera aval de la honestidad en la promesa de Thorin, Bilbo juró que el enano jamás faltaría a su palabra. Pero el hijo de Belladona Tuk estaba equivocado, su Thorin ya no era el mismo, el dragón había contaminado su mente con un tesoro maldito. El pobre comarqueño sintió que se le vaciaba el estómago cuando vio al Rey bajo la Montaña faltar a su promesa delante de toda la compañía, delante de él.

¡Bardo pedía lo justo! Bolsón estaba horrorizado, ¿quién era ese enano frente a él?


— ¡No puedes hacer esto! — le gritó al nieto de Thror.


Al no recibir respuesta, el mediano le jaló las ropas, como respuesta Thorin lo empujó al suelo al intentar zafarse. Ambos se miraron en silencio, Bilbo indignado en el piso esperando unas buenas disculpas, Thorin con esa expresión fría y ausente.

Había una vez un Rey bajo la montaña que se encariñó demasiado con su SaqueadorWhere stories live. Discover now