La batalla por la montaña

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Frente a las puertas del majestuoso reino enano se alzaba el ejército del rey elfo, poco a poco fueron abriendo paso a su líder y a su acompañante, el asesino del dragón

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Frente a las puertas del majestuoso reino enano se alzaba el ejército del rey elfo, poco a poco fueron abriendo paso a su líder y a su acompañante, el asesino del dragón. Thranduil lucía imponente sobre su ciervo, Bardo no se quedaba atrás mostrando todo el porte distinguido que su linaje le daba. Cuando estuvieron a cierta distancia, una flecha lanzada por Thorin les delimitó hasta dónde debían avanzar. El hermoso elfo sonrió y su gente tensó arcos para recordarle a la compañía de enanos que tan en desventaja estaban.

— Hemos venido a decirte que han ofrecido un pago por tu deuda y lo aceptamos — el hermoso y longevo rey habló claro y preciso mientras ordenaba bajar armas a sus soldados.

— ¿Qué pago? No les di nada — el rey bajo la montaña volvía a tensar y a apuntar con su arco, sus compañeros miraban la situación expectantes —. No tienen nada.

Pobre Thorin, dejando que su orgullo le nublara la razón. El señor elfo miró a su acompañante y este hurgó un momento entre sus ropas para luego sacar nada más ni nada menos que la joya del rey.

— Tenemos esto — soltó con ligereza, Bardo. La Arkenstone centelleaba colores prisionera en su mano.

Escudo de Roble gritó y despotricó, aquella roca debía ser falsa, el Corazón de la Montaña permanecía en la montaña, era un engaño, una artimaña según el enano. Sus sobrinos además de otros miembros de la compañía se sumaron en las protestas. Bardo ofreció devolverla a su rey sin ningún problema y todo perdonado a cambio de que cumpliera su palabra. Pero el hijo de Thrain se negaba a creerlo, era una mentira, la Joya del Rey estaba perdida dentro de los salones de Erebor. Lo gritó, era una mentira. Una trampa. ¡Un Truco!

— No es un truco — las palabras del mediano cortaron la discusión de un golpe —. La piedra es de verdad. Yo se las di — los ojos de Thorin parecieron perder color, y todos, sin excepción, temieron por el comarqueño.

— ¿Tú? — el heredero de Dúrin estaba irreconocible, la rabia en su mirada, lo tensa de su quijada. No, ese no era el enano de siempre. La enfermedad del dragón ya había avanzado demasiado.

— La tomé como mi 14a parte — explicó Bolsón intentando bajarle el peso a su falta, cauteloso y avergonzado de las miradas sorprendidas de sus compañeros.

— ¿Tú me robaste? — la voz del moreno sonaba distinta.

— ¿Robarte? No. Tal vez sea un ladrón, pero me gusta pensar que soy uno honesto — Bilbo sabía que aquel rey enjoyado frente a él no era su enano, era ese maldito dragón hablando desde su interior, desde el tesoro que yacía bajo sus pies.

— ¿Honesto? — un atisbo de dolor sobresalió de su voz. Su hobbit lo había traicionado, se había burlado de él, le había robado —. ¡No tienes nada de honesto, rata miserable! — gritó dando un paso.

Agonía, Bilbo sabía que lo que estaba haciendo era lo correcto, él sabía que el dragón había envenenado a su amante, pero una cosa muy distinta era saberlo y otra era verlo.

Había una vez un Rey bajo la montaña que se encariñó demasiado con su SaqueadorWhere stories live. Discover now