Capítulo 23

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-¡NOO! ¡AHHH! !PA-PARA!- Los gritos de dolor no cesaban en esa oscura habitación, estaba atado de una muñeca contra el respaldar de la cama en ese frío sótano de un edificio abandonado, las lágrimas caían y caían al sentir ese punzante dolor en su pecho ocasionado por el metal atravesando levemente la piel de su cuerpo.

-Sabes que no quiero hacer esto cariño, pero debes entender a quien le perteneces- Alejó la navaja del pectoral del menor, habló con una voz tan tranquila y sepulcral, sus ojos reflejando una loca frialdad que congelaría hasta el alma de cualquiera que fuera testigo de ese momento.

-¿En-entonces por qué...?- Su voz titubeante emitía pequeños sollozos y tartamudeos. -¿P-por qué me haces e-esto?-

-Para que tooodo el mundo pueda ver de quien eres- Con una sonrisa escalofriante observaba el "arte" que había creado en la piel del de cresta, al terminar de contemplar lo que hizo en el cuerpo contrario, se acercó al rostro del contrario. -Porque tu eres solo mío, Horacio- Susurró cerca de su oído.

-Pogo... Suéltame por favor- Pidió en sollozos el peli azul.

Cuando estaba a punto de replicar al pedido del menor, un sonido familiar comenzó a escucharse por la pequeña habitación, estaba entrando una llamada al teléfono del Horacio, con disgusto por ser interrumpido el peli morado fue hasta el aparato electrónico y leyó el nombre que aparecía en pantalla.

-¿Es que este idiota nunca aprende?- Un suspiro de cansancio salió de su boca, hasta que una idea surcó por su mente haciendo que una gran sonrisa tétrica apareciera en sus labios. -Espérame aquí, cariño- Le dio un beso tosco y rápido en los belfos del menor y a paso veloz salió del cuarto.

Subió a la planta baja, allí se encontraban dos de sus compañeros de trabajo, todos estaban ya vestidos como solían trabajar pero la diferencia esta vez fue que el integrante misterioso se lo veía como nunca se lo podía llegar a observar, intranquilo moviendo sus manos de forma nerviosa, también el menor de todos allí estaba actuando fuera de lo normal. El chico de ojos verdes solía estar muy enérgico y animado hablando hasta cuando no debía, pero esta vez se mantenía en completo silencio.

-Voy a salir, vigilen que coma y tome agua- Se dirigió al pequeño cuarto donde solían cambiarse, ya vestido completamente de negro estaba a punto de salir por la puerta trasera e ir a por una furgoneta pero antes de cruzar la puerta, giró de costado su cuerpo para mirar a sus colegas y decirles una última cosa.

-Por cierto, preparen una silla y más cosas de ya saben qué- Sonrió de lado con gracia en su mirada. -Volveré con un nuevo invitado- Canturreó y sin más abandonó el establecimiento.

Mientras iba manejando observaba los alrededores, dio un par de vueltas y tomó rumbo hacia su hogar. Una cuadra antes de llegar detuvo el coche y sacó el móvil del peli azul, pudo ver varias llamadas perdidas de Gustabo y dos nuevos mensajes.

"¿Horacio?"

"Horacio, juro que si no contestas ni un jodido mensaje iré hasta tu casa aunque no quieras"

Al leer lo último su sonrisa se ensanchó, eso le venía como anillo al dedo, justo lo que necesitaba para llevar a cabo su idea y el rubio ese se lo dejaba como pan comido.

"Entonces trae mi moto" Tecleó como respuesta y se quedó esperando en su lugar, pasando lista de todas las cosas que necesitaba por si acaso.

Al pasar varios minutos, el peli morado pudo escuchar un ruido acercarse, ajustó su vista la cual le confirmó que se trataba de la moto roja de su novio, de solo pensar en su plan una sonrisa tenebrosa se instalaba en su rostro. El teléfono volvió a sonar anunciando la entrada de un nuevo mensaje el cual rápidamente contestó.

"Salí a comprar unas cosas, hay una llave de repuesto en la maseta grande, entra que enseguida vuelvo"

Al mandar el mensaje su mirada azulina se enfocó en la silueta del rubio frente a su puerta, puso visualizar como el chico buscaba entre la maseta a un lado de la puerta. Idiota, había caído en la trampa. En un movimiento veloz agarró la mochila en el asiento del copiloto, y de allí sacó un pedazo de tela y un frasco, abrió el pequeño recipiente y vertió el líquido empapando una zona del trapo.

Dio vida al motor de la furgoneta y la acercó hasta el frente de la casa, salió del vehículo y a paso lento se dirigió a la entrada, antes de entrar inspeccionó dentro de la vivienda y al asegurarse que el rubio no estaba por allí cerca, entró con precaución. Pudo escuchar ruidos en la cocina, en completo silencio fue acortando los pasos hasta el lugar hasta que logró visualizar la figura del contrario, con una gran sonrisa se acercó rápidamente tomándolo por detrás, con un brazo rodeo su cuello y con la otra mano acercó el pañuelo al rostro del menor ejerciendo presión.

-Buenas noches, Gustabo- Pronunció de forma cantarina seguido de una divertida risa.

Cuando el rubio dejó oponer resistencia, recién ahí el mayor lo soltó dejando que el cuerpo del chico se desplomara contra el suelo, el peli morado se quedó mirándolo unos segundos con burla en sus ojos hasta que se decidió a cargarlo y sacarlo de la vivienda, lo subió a la oscura furgoneta y se encaminó a la base. En todo el camino el oji azul tamborileaba sus dedos contra el volante al ritmo de la melodía que salía de la radio y de vez en cuando echaba una mirada por el espejo retrovisor al rubio, quien se sacudía un poco por los movimientos del vehículo.

Después de recorrer las calles de la ciudad, por fin llegó a su destino. Guardó la furgoneta y abrió la parte trasera para bajar al rubio, al ver como se removía de a poco, sacó nuevamente el trapo para mantenerlo inconsciente, sería más fácil tratar con él de esa manera, al menos hasta que lo acomodara en su nueva habitación.

-No no no no- Sus palabras salía como un cantito con burla y diversión. -Aún no puedes ver, espera que lleguemos a dentro-

Lo desató despacio y se quedó unos minutos mirándolo seriamente otra vez. Ese rostro que ahora descansaba con calma le hacía enfurecer, tan tranquilito quitándole a su Horacio y haciendo con él lo que se le diera la gana.

Pero ahora él se encargaría que esa despreocupación se borrara en la expresión del contrario, y al pensar en eso una incontenible felicidad y satisfacción llenaba su ser.

-Bienvenido a casa-

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