The unwanted animal

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Notas: Ningún personaje me pertenece.

Advertencia: AU.


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Al final de la tormenta solo se podía percibir el olor a muerte y destrucción a su paso, no se dio cuenta del tiempo que estuvo de pie, observando todo el caos de la explosión, los edificios destruidos, personas llorando, las ambulancias habían llegado, al igual que los bomberos, necesitaban apagar el incendio, pero él no podía moverse del lugar.

El nudo en su pecho de hizo más doloroso, la última vez que lo vio fue cuando el menor se marchaba a su habitación, dándole un pequeña sonrisa que él sabía no era sincera, aún tenía el aroma de sus lágrimas saladas impregnadas en su memoria, el dolor y miedo que sintió cuando el fuego y el calor le envolvió, después vino el caos.

No podía regresar a la mansión, no cuando cada rincón le recordaba a Scott, no cuando Pietro aún insistía estar detrás de él, mucho menos podía aguantar el olor de arrepentimiento de Charles cada vez que le veía. No sabía por cuanto tiempo había estado manejando por las carreteras vacías, tal vez por días o semanas, recorriendo estados y condados, deteniéndose para golpear y beber algo por el camino, ya nada le importaba, dejó que el bosque lo envolviera nuevamente, permitiendo que la ira y el rencor se juntara en su pecho.

La nieve había empezado a caer con fuerza, invadiendo la carretera, el aire frío golpeando con fuerza su rostro y de paso quemando sus pulmones. Con la pena y la ira envolviendo su corazón y nublando sus pensamientos, visitó la tumba de Kayla, intentando que aquella paz le envolviera, dejó por primera vez en días, que las lágrimas rodaran por sus mejillas.

La vieja cabaña en la que habían pasado su tiempo con Kayla, se encontraba empolvada, necesitaba un buen mantenimiento, pero él solo se quedó afuera, observando las estrellas tintinear, sintiendo el viento fresco golpear suavemente, la luna se veía tan pura y llamativa desde lo alto de las montañas, no le había importado que la nieve que lo cubría, ni el frío que lo envolvía. Estaba seguro que a Scott le gustaría estar ahí, sentir el viento golpeando su rostro, sentirse libre y en paz.

Estaba seguro que Scott estaba a salvo, el olor a fuego y cenizas aún picaba en su nariz, era el olor de Scott con otros dos más similares, estaba seguro que el menor no recordaba a su familia, no había hablado mucho, casi nada de ellos, pero estos aromas eran tan parecidos que le hacían dudar.

Pero ahora la sensación de inquietud en su pecho se le hacía pesada. Las noches se hacían largas y dolorosas, el sentimiento se hacía cada vez más profundo, tanto que le impedía encontrar su propia paz, cada sueño que invadía a Scott, cada pequeña parte de su felicidad era como un suave bálsamo para su mente perturbada.

El viento frio golpeó con más fuerza, las nubes cubrieron la hermosa luna llena, las estrellas se apagaron y solo quedó la neblina, el frio envolviendo su cuerpo. Por primera vez en muchos años gritó con todo el dolor que tenía dentro de su cuerpo, desgarrando su alma.

Solo podía sentir el rencor acumulándose dentro de él, nunca había deseado tener otro omega, nunca deseó marcarlo, nunca deseó conocerlo y odió el día en que hizo todo lo contrario, porque cuando lo hizo, pudo sentir ese hilo envolviéndolo, ese calor y el dulce aroma de otoño y manzanas dulces llenando su mente, haciéndolo aún más fuerte, pero ahora todo eso había desaparecido, dejando una espesa bruma alejándolo de la realidad.

Scott había llegado a él de una forma tan inesperada, pero supo apenas lo vio, sintió la fluidez como agua pura en un manantial, habían sido las pocas veces en que le vio sonreír de verdad, pero no tuvo tiempo para acercarse demasiado, de apreciarlo, era su responsabilidad cuidarlo y había hecho todo lo contrario. Sabía de los golpes que cubría con sus ropas, sabía de Pietro y los otros alumnos, se dio cuenta de cómo algunos profesores preferían alejarse de él, nadie hizo nada por detenerlos.

Aullando a la lunaWhere stories live. Discover now