Living Dead

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Notas: Ningún personaje me pertenece.

Advertencia: AU. 



Después de haber vivido por más de cien años, no podía actuar como un chiquillo o un anciano, sintiendo que no pertenecía a ningún lado, ya casi no podía recordar la fecha exacta en la que nació, intentar recordar el rostro de su madre, era algo imposible, algo que solo le traía dolor de cabeza y una nostalgia sin sentido.

Pero lo que sí recordaba, era ese gusto de sentir la libertad en su cuerpo, sentir la adrenalina corriendo por sus venas, estar vagando por distintos lugares, perdiéndose y metiéndose en problemas, tal vez aquello era algo que debió cambiar y hacer caso de lo que decía su madre, una advertencia, un fallo, un pequeño error que terminó con él en las manos equivocadas.

Olvidar era algo que siempre había deseado, regresar a aquel momento en que aprendió a caminar y nunca alejarse de su madre, tal vez si podía recordarla le traería paz, pero había aprendido a no mirar hacia atrás, de no recordar a las personas que abandonó, y a las que amó.

Algo que no podía decir era con exactitud su edad, al mismo tiempo, era algo que no le importaba, pero lo que sí podía recordar era el momento en que tuvo aquellas garras de hueso,  como su cuerpo fue cambiando poco a poco, mientras que un horrible calor recorría todo su cuerpo, como la sangre quemaba sus venas, sentía como las venas su polla se hinchaba con ganas de incrustarse cada vez más profundo en el jovencito que estaba debajo de él.

El aire se sintió más espeso, el olor a tierra mojada picaba en su nariz, el joven moreno se había removido con inquietud, tal vez necesitando más o deseando separarse, pero él había aferrado sus manos a las delgadas y estrechas caderas y embistiéndolo con más fuerza, pero el calor no disminuía, sintió como sus dientes dolían y pequeñas gotas de sangre iban descendiendo, hasta caer en la espalda perlada del joven.

Él no lo había entendido, tal vez si lo hubiese sabido se habría encerrado en su habitación, pero se sintió como un animal rabioso queriendo salir, una fuerza descomunal salió como un fuerte estallido y de pronto solo había sangre debajo de su cuerpo, lentamente se separó del cuerpo inerte, el joven tenía una marca profunda en el cuello, su corazón se sentía desenfrenado y con sus ojos bien abiertos, mirando con terror como de sus nudillos habían unas garras de huesos.

No recordaba que había hecho después de ello, pero supo que había huido. Sí, en ese momento huyó, alejándose de las personas que intentaban asesinar al violento animal. Pero nunca pudo olvidarlo, enterrándolo en lo más profundo de sus retorcidos recuerdos, debajo de todos los cuerpos que mató. Él había sido el primero.

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Había vivido tantos años vagando, no ansiaba tener un terreno fijo, ni tampoco tener algún compañero o formar una familia, las pesadillas se hacían cada vez más copiosas, llegando de noche, como una lluvia de fuegos artificiales, quemando su piel. Con el paso de los años, las pesadillas no habían desaparecido, pero había aprendido a lidiar con ellas, ocultándose en bares de mala muerte, luchando en peleas clandestinas, ganando dinero para poder mantenerse, pero nada de ello era un problema.

Pero cuando la conoció, pensó que su vida podía cambiar, que él podría cambiar. Construyó una pequeña casa en lo alto de la montaña, porque ella se lo pidió. Le gustaba verla de pie, vestida solo con su camisa, mientras que el viento de la noche agitaba suavemente sus cabellos color chocolate. Kayla, con sus ojos color avellana y sus cabellos oscuros, siempre le hacía desear tener más, llegar más lejos por ella.

Aullando a la lunaWhere stories live. Discover now