Preámbulo

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Habían pasado seis meses ya desde que mi mundo colapsó. Veinticuatro semanas sin sentir esos labios franceses derretirse en los míos, más de cuatro mil horas sin esos ojos grises hipnotizándome el alma.

Sin embargo, el tiempo no había pasado en blanco. Ciento ochenta días de increíbles aventuras, viajes, amigos nuevos y algunas cuantas miles de lágrimas, pero la misma cantidad de risas.

Me encontraba de vuelta en casa después de seis meses de viaje. Otra vez compartiendo techo al lado de mis mejores amigas y disfrutando del acariciante frío que acompaña el inicio del otoño en los primeros días de septiembre en Salamanca. Había vuelto a mi trabajo de mesera y trataba de juntar dinero nuevamente mientras planeaba qué hacer con mi vida.

—Esta abierto, ya estoy lista —grité desde el escritorio al escuchar que llamaban a mi puerta, pero sin quitarle la vista a mi computadora. Estaba concentradísima contestándole un e-mail a mi hermana y planeando mi futuro con ella.

La media noche estaba cerca, pero en nuestro depa —y en general en España—, el inicio de la madrugada indicaba la hora de salir de casa, no la hora de llegada como le pasaba a la pobre Cenicienta o como me pasaba a mí cuando vivía con mis papás. Sobre todo en Salamanca, pues los estudiantes que pueblan la ciudad no saben hacer otra cosa más que salir a destramparse hasta el amanecer.

La puerta se abrió lentamente mientras yo seguía sumergida en el correo escribiendo los detalles de mi siguiente visita. Un silencio sepulcral llenó mi habitación después de abrirse la puerta.

Era sábado y Dani nos había invitado a la fiesta del siglo organizada por los amigos italianos de su novio Fabio.

Yo ya estaba lista, bañada, vestida, alisada y maquillada muy al natural. Pasé toda mi adolescencia maquillándome cual payaso, pero años atrás había descubierto las maravillas de usar solo un poco de rímel y un poco de lipstick. Dicen que a los hombres les encanta la naturalidad y a mí me encanta no gastar tiempo en esas cosas.

Antes de comenzar a escribirle a mi hermana había pasado unos treinta o cuarenta minutos alisándome el pelo con la plancha de ropa. Sí, como se lee, con la plancha de ropa. Tampoco hay que exagerar. Hay ciertas cosas que si las dejáramos ser naturales nos harían ver como náufragos en una isla desierta. Yo había descubierto una nueva técnica que me dejaba el pelo más liso que el mismísimo papel. Consistía en tomar una pequeña toalla de tamaño facial y ponerla por debajo de mi pelo para intentar no quemarme las manos mientras pasaba la plancha un par de veces sobre este. Un par de movimientos lo hacían perder toda noción de sus ondas y rizos color chocolate que me hacían recordar día a día que no podemos controlarlo todo. No recomiendo intentarlo en casa pues varias veces me quemé con mi técnica infalible, dejando en el cuello una raja roja del tamaño de un dedo pulgar. Siempre parecía que algún pasado de lanza me había dejado un chupetón, pero hasta el momento no había encontrado otra técnica más eficiente y rápida que el planchado de pelo... literal.

Llevaba puesto un vestido blanco dos dedos arriba de las rodillas, con un par de imágenes de pop art en blanco y negro estampadas en la cintura y cerca de la cadera, Tenía solo la manga izquierda hasta el codo y por el lado derecho era strapless. Lo había comprado esa misma tarde, me había costado un ojo de la cara, pero valía la pena pues me quedaba bastante entallado y me hacia ver un tanto sexy al resaltar las partes más carnosas de mi cuerpo, pero también me hacía ver un tanto trendy. Lili me acompañó a escogerlo —marica con ese vestido te nos comprometes esta noche —me dijo sonriendo de oreja a oreja.

Necesitaba sentirme guapa, llevaba varios fines de semana sin salir desde que había vuelto a casa y los únicos piropos que había recibido recientemente provenían de los albañiles que estaban remodelando un restaurante cerca de mi trabajo. Me daba la impresión que incluso a ellos les parecía raro lo mucho que me paseaba por ahí. Estaba claro que me urgía un poco de vida social.

Seis Meses ❤ Ganadora Wattys 2015 ❤Where stories live. Discover now