Capítulo I, Nobleza fementida

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Había dos mejores amigos que Ananké con consagración ató al hado próvido, Ibonia el Áfrico y Alétheia el Heleno, ambos crecieron y se criaron juntos en algún locus menesteroso y lueñe de la ciudad de Cavriglia, una de las capitales del Reino de Siena, maguer Alétheia hubo nascido en la ignota Jánina, ciudad de la provincia de Épiro, en el cercano país de Hélade. Sin embargo, súpitamente, un día la medésima Ananké los disgregó y en una de sus lacerantes pendencias con Kairós, a los dos amigos transmutó en antípodas de sus inherentes convicciones.

Ibonia era el benjamín duna familia copiosa, sus padres de origen áfrico, fueron ilotas dun noble toscano. Él desde párvulo mostró un gran interés en todo lo relacionado a la realeza y nobleza sienesas, tan magno es su afecto, que a los diecisiete años de edad intentó fingir ser un garzón noble de nombre Pons Hilpéric d'Oscheret, procedente duna familia noble del Reino de Arlés, y así poder ser un menino de su alteza real la primera diádoca o princesa heredera del Reino de Siena, pero por desgracia para él, su dilecto plan no funcionó, puesto que los guardas pretorianos le descubrieron su dolo.

La Guardia Real Pretoriana arrestó al mocetón Ibonia por órdenes de vuestra majestad el rey, y fue trasladado al brete del magno palacio de La Madama, mientras se organizaba el juicio. De acuerdo con la excelentísima señora Jeanne de Barlondo, vigesimoprimera marquesa de Córcega y Sardeña y la sexta noble más poderosa del reino: «El joven identificado como Ibonia Uhlakayana-Èṣù, de origen áfrico, es acusado por los delitos de usurpación dun título nobiliario al intentar simular ser un noble arlesiano e intenciones de damnificar a nuestra alteza real la primera diádoca de Siena».

Una hebdómada após, el juicio de la Casa real contra el mancebo áfrico Ibonia Uhlakayana-Èṣù inició, el heliasta encargado deste caso es el insigne sénior Traiano Rizzatto, proveniente dun egregio y antiquísimo linaje de heliastas de la antigua República Gallur, amén de ser el pretor de las Reales Cortes sienesas. La Casa real es defendida y representada por la gallarda e ínclita abogada Greta Chiara Della Iezzi, por otro lado, el joven Ibonia es defendido por un abogado altopalatino moharracho y de muy dubitativa profesión, para tutilimundi ya era más que indudable quién ganaría el caso, Ibonia tenía todo en su contra, allende hay que sumarle que su abogado era prácticamente un donnadie.

El cielo vencía el dédalo y Dicea pregonaba que ya era la hora; la abogada Della Iezzi presentó las pruebas en contra de Ibonia Uhlakayana-Èṣù, acusado por los delitos de usurpación dun título nobiliario —según el artículo 17 de la Basilika Magna, puede ser penado de ocho a veinte años de prisión— y de lesa majestad al intentar asesinar a la primera diádoca —según el artículo 15, penado con la muerte—.

Las saetillas del reloj precisaban el cántico brioso de Elete en un día de Vinalia altera y, donde el gregal seducía con el lene perfume de los alnos y el trinar canoro de las polluelas pintojas, las cuales sobrevolaban por las contigüidades de la ciudadela de las Reales Cortes y, en el interior della, Ibonia apelaba por su propia inocencia, debido a que su abogado Felberbaum estaba ausente, Ibonia alega que su único honesto motivo era simplemente conocer a la magnánima primera diádoca y poder servirle como su fiel menino.

Mientras Ibonia se defendía, su abogado llega cuasi claudicando a la sala de la corte y berrando dice que su cliente es culpable de intento de asesinato, ya que antes de ser aprehendido por la Guardia Real Pretoriana, él había preparado un Echter Ostfriesentee envenenado y se lo diñó a vuestra alteza real para que se lo bebiese.

El pretor-heliasta Traiano Rizzatto atónito ante tan grave acusación que había hecho el propio abogado defensor del acusado, le pregunta cómo es qué sabía eso y si está seguro desa gravísima querella. El abogado bonanciblemente le responde al pretor-heliasta de manera afirmativa la segunda pregunta e ipso facto le relata cómo es que él tiene conocimiento del intento de envenenamiento de su alteza real la primera diádoca por parte de su cliente.

El pretor-heliasta acalló a todos los presentes en la sala y le dijo al abogado que continuase con su relato, Ludwig Felberbaum alzando la voz bostica que tiene a cuatro testigos deste intento de magnicidio contra la bienquista primera diádoca, culminando con estas palabras, el pretor-heliasta le ordenó que guardase silencio y dio órdenes a los guardas de las Reales Cortes que dejasen pasar a los testigos; al abrir las puertas, entraron dos guardas pretorianos de su alteza real, la sirvienta personal de su alteza real y el senescal de la residencia real el palacio de La Madama.

El pretor-heliasta Rizzatto voceó a los cuatro testigos a los estrados y se dirigió primeramente a los dos guardas pretorianos, el versado Marmora y la bisoña Battaglia, quienes custodiaban el habitáculo de la primera diádoca en el momento del presunto intento de envenenamiento por parte del acusado, el pretor-heliasta le dijo a los pretorianos que relatasen con detalle lo que había acaecido, entonces uno de los pretorianos encetó a decir que había escuchado un ruido saliendo del pasillo siniestro del vestíbulo tres, al oír esto, él dejó su puesto y fue a perquirir el porqué del inusitado ruido, cuando llegó al sitio en cuestión, encontró un jarrón de Soissons y dos cálices Val D'Osne hechos pedazos en el suelo y, que al asir uno de ellos, notó que tenía parvas máculas duna substancia bermeja que al revisarla, se percató de que era púrpura. Tras esto, él siguió lo que dictan los sumos preceptos de la Guardia Real Pretoriana y le informó alígeramente de la situación al prefecto don Beniamino Valois, siendo éste el que les informase horas después a sus majestades los monarcas. Con esas palabras, el pretoriano Marmora fenece su testimonio ante los pulcros estrados. El pretor-heliasta le cedió la palabra a la pretoriana Battaglia y ésta secundó todo lo que su colega anteriormente había proferido.

El pretor-heliasta después dunos minutos llama a los estrados a la sirvienta de la princesa heredera para que diese su testimonio, ella incoó la narración bosticando que se encontraba en el cuarto de baño del habitáculo preparando el baño con las aguas de los sapta sindhava para la moka que la primera diádoca hacía todas las noches antes que Éter se desvaneciese por Nix. Prosiguiendo con su testimonio, la sirvienta declaró haber oído algo que se quebraba, susodicho sonido parecía dimanar de afuera del habitáculo, pero ella no mostró interés alguno y decidió ignorar aquello. Posteriormente cogió unas tobajas del toallero y cuando estaba enfriando la bañera, escuchó una batahola en la sala de estar y, por subsiguiente, fue a guipar que devenía, encontrándose la fenestra tronchada y a la primera diádoca desmayada en el suelo, prestamente fue a proporcionarle los primeros auxilios, después dunos minutos, la diádoca finalmente replicaba las faenas de la moza laztana sirvienta. La sirvienta le preguntó qué había ocurrido y la primera diádoca le respondió que un mancebo atezado que hablaba de manera pintoresca le había ofrecido un té de sabor raro, pero muy portentoso. La primera diádoca añadió que el doncel atezado había dicho que el té era procedente duna nación del noroeste conocida como la República Tramontana de Frisia, antedicha nación, según los registros sieneses, fue la supuesta responsable duna nostras epidémica que paralizó por completo el continente de Acerronia hace cien años atrás... El pretor-heliasta interrumpió a la sirvienta cuando ésta iba a finalizar el testimonio y le preguntó si su alteza real mencionó el nombre del mancebo, la sirvienta respondió negativamente y el pretor-heliasta dio por concluido el testimonio de ella.

Las salas de las Reales Cortes permanecieron en mutismo omnímodo por varias horas, como si Harpócrates hubiese descendido de los cielos a las salas cortesanas. Todos estaban ensimismados por lo que los pretorianos y la sirvienta aseveraron, aun así para la pluralidad de la corte era más que inequívoco y palmario que el culpable del intento de magnicidio era Ibonia Uhlakayana-Èṣù, pues todas las semejas indicaban que él había seído, aunque algunos no entendían por qué había sangre en uno de los cálices que uno de los pretorianos mencionó, pero infirieron de que Ibonia al procurar escapar hubo atollado por error la mesa donde descansaban los cálices y que al querer atraparlos se cortó.

El pretor-heliasta llamó orden a la sala y declaró que iba a haber un receso de tres horas...

El reino debe caerTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang