0: Mademoiselle.

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La pequeña puerta de madera chillo ante el contacto con el sórdido piso, ganándose una mueca de desaprobación por la persona dentro de la pequeña habitación. Al notar a la persona detrás de la puerta, la joven le dirigió una mirada de desprecio, debido a que detrás de esta yacía una bruja tan malvada como la sangre que corría por sus venas, y como al igual, su linaje lo decía.

La bruja venia de una familia enriquecida de Francia, de un linaje casi perfecto y tan pulcro como sus zapatos lo estaban.

La mujer avanzo unos centímetros, adentrándose en la habitación, antes de mirarla a los ojos, encontrando la oscuridad y la poca paciencia de estos.

El silencio era tenso, en el cual, la joven alzo una ceja curiosa. Pronto, el perfume de la Dame se había extendido a lo largo de la pequeña y destrozada habitación, producto del invierno asesino y de las lluvias torrenciales.

Aquel olor a perfume producía arcadas a cualquiera que lo oliera, aun así tengas la nariz a metros de ella, su olor llegaría hasta tus fosas nasales para obligarte a sentir aquella sensación y ganas de vomitar.

Las retuvo con unos golpes en seco sobre su pecho.

Mademoiselle Greenwood, haga las maletas, ha  llegado la hora de que arribe de este lugar. —la mujer la inspeccionó con la mirada por unos minutos, para al final liberar sus ojos de los de la joven. Cerro la puerta con la suficiente fuerza como para hacerla tambalear sobre su silla, evitando su mirada desconcertada y sus ojos vacíos por la tristeza.

Alzo una ceja ante el desconcierto. Para luego dirigir su mirada hacia su hermano menor, Alois, quien dormía con incomodidad sobre alguna que otra caja que en algún momento habían sido portadoras de naranjas y manzanas.

El menor se revolvía sobre su propio cuerpo, calentándose con el tacto de su abrigo y sus pantalones, ambos, tan finos como una delgada capa de agua.

Bajo la vista, intentando canalizar la magia que salia por sus poros, intentando controlarla. No podia dañar a nadie en ese maldito orfanato, aun menos si su familia seguia habitando en el.

Rodó los ojos, inhalando aquel olor a humedad que se aferraba a las paredes, para hacer de su nariz, un castigo.

Bajo de la silla, deslizándose hasta la maleta mas cercana, al tomarla entre sus dedos la jalo, y la abrió con cierta delicadeza en sus movimientos. Debido a que con la menor fuerza esta se desplomaria sobre el piso, ya completamente inservible.

Tomo la poca cantidad de ropa que aun conservaba, un par de zapatillas y uno que otro anillo los cuales, según ella, tenían propiedades curativas mágicas, debido a que las Dames solían usarlas con normalidad con los demas niños del orfanato cuando estos sufrían de un accidente doloroso.

Junto a la ropa suya, guardo la de su hermano menor, el cual seguia buscando calor entre su ropa fina sin exito. El calor no sacudió su cuerpo, mas bien, fue una ráfaga de aire helado la cual lo despertó. Se froto los ojos, sentándose, aun incómodo, sobre las cajas de manzanas.

Fijo su vista en su hermana, mientras veía como esta comenzaba a guardar sus ropas dentro de las dos maletas remendadas y dañadas por el tiempo. Rápidamente se percato de lo que estaba ocurriendo. 

¿Nos vamos?. —le pregunto, aun con el rastro de sueño en cada una de las palabras que arrastraba.

Se limito a asentir levemente, mientras cerraba las maletas con cuidado. Al terminar, las dejo con cuidado sobre la silla donde, anteriormente, se encontraba sentada.

Alois la miro con desconcierto, mientras veía como su hermana guardaba sus lápices, libros y diarios dentro de una bolsa remendada y repleta de polvo.

Mademoiselle Rebelle | Fred Weasley +16Where stories live. Discover now