Cociéndome, quemándome, volviendo el estómago. ¿Leones? ¿Por qué no?

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Crucé el claro dando traspiés y llamando a Percy a gritos. Sabía que era inútil, pero gritar me hacía sentir mejor. Busqué señales, rastros que me conducieren a donde los soldados. Afortunadamente lo encontré, huellas, trozos de la camiseta de Percy, y un leve rastro del aroma a mar de Percy.

Divisé un pequeño brillo en el suelo, cuando me acerque y lo recogí, me di cuenta de que era un bolígrafo. No, "el bolígrafo", era Contracorriente en su forma camuflada. El bolígrafo empezó a parpadear en mi mano y desapareció, de regreso al bolsillo de Percy. A su lado estaba el pañuelo brasileño de Paolo.

—Te encontraré Percy— murmuré.

Tenía el rastro, pero sería un suicidio intentar ir en ese momento, no tenía mi arco, estaba muy adolorida, débil, y tenía una contusión. Pero aún con el mareo y desorientación estaba decidida a encontrarlo. Puede que Percy sea el semidiós vivo más poderoso, pero inconsciente no sirve de mucho. Pero si esperaba a conseguir ayuda, perdería el rastro. Necesitaba saber exactamente a dónde se lo llevaron.

¿Por que las Moiras nunca me castigan directamente, siempre es a mis cercanos: Calisto, Orion, Hipólito, Zoë. Y ahora Percy.

"No—me dije— no lo permitiré"

Estaba tan asqueada que apenas podía caminar. Parecía que alguien me estuviera inflando un globo dentro del cerebro. Aún así, conseguí llegar al borde del géiser de Pete dando traspiés.

—¡Pete!—grité—. ¡Déjate ver, vendedor telefónico cobarde!

Un chorro de agua salió disparado hacia el cielo acompañado de un sonido que recordaba el tubo más más grave de un órgano. El palico apareció en el remolino de vapor, con su cara de color gris lodo endurecida por la ira.

—¿Me llamas VENDEDOR TELEFONICO?— inquirió—. ¡Dirigimos una empresa de relaciones públicas!

Me doble y vomité en su cráter, fue un accidente, pero creo que fue una respuesta apropiada.

—¡Basta!— se quejó Pete

—Tengo que encontrar a Percy— me limpié la boca con la mano temblorosa— . ¿Quienes eran los que se lo llevaron?

—¡No lo sé!

—Dime donde está la maldita arboleda o no terminaré la encuesta de atención al cliente.

Pete dejó escapar un grito ahogado.

—¡Eso es terrible! ¡Tu opinión es muy importante para nosotros!—descendió flotando a mi lado—. Oh, dioses... tu cabeza se ve mal. Tienes un buen corte en el cuero cabelludo y estas sangrando. De seguro no piensas con claridad.

—¡Me da igual!— grité, cosa que no hizo más que empeorar mi dolor de cabeza— se lo llevaron a la arboleda, lo sé ¿donde está Dodona?

Pete retorció sus vaporosos dedos.

—El hormiguero- dijo por fin

—¿Hormiguero?— repetí creyendo no escuchar bien.

—De los mimerkes.

Mi estómago se convirtió en una bolsa de hielo, cosa injusta, porque necesitaba una para mi cabeza.

—Oye necesitas atención médica. Le dije a Paulie que debíamos tener un puesto de primeros auxilios para las visitas— rebuscó en sus bolsillos—. Te marcaré dónde está la cabaña de Apolo...

—se donde está— lo interrumpí— ahora dime cómo llegó del hormiguero a la arboleda.

Pete se puso amarillo, o puede que solo fuera mi vista empeorando.

Las pruebas de la luna: el oráculo ocultoWhere stories live. Discover now