Una promesa eterna

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Tercera persona:

Magnus no sabía que pensar, el acababa de tener la semana más extraña de su vida, se había enterado de que era un semidiós hijo de Frey, había muerto, llegado al Valhalla, recuperado la espada parlante de su padre, viajado por varios mundos, y finalmente había vuelto a atar al lobo Fenrir para evitar el Ragnarok.

Por lo que cuando su prima Annabeth le dijo que ella tenía una vida más rara que la de el, se esperaba de todo menos que tuviera razón.

Al principio todo le volaba la cabeza, luego, lo fue asimilando poco a poco, al parecer su prima había tenido que lidiar con cosas similares a las de el, ¡desde los siete años!, ella había luchado en dos guerras, caído al poso más profundo del inframundo, y parecía estar bien. Al menos físicamente.

Pero había algo diferente en ella, sus ojos que normalmente mostraban inteligencia y astucia, solo mostraban tristeza y arrepentimiento.

—¿Que te sucede Annabeth?— preguntó Magnus

—¿a que te refieres?— preguntó la semidiosa

—Estas apagada, como si te faltara energía, y te ves extremadamente triste y arrepentida, como si hubieras golpeado a la abuela de tu mejor amigo.

—no a la abuela, al amigo...— respondió Annabeth.

—¿Que sucedió?— preguntó el hijo de Frey.

Annabeth suspiró con tristeza.

—El hijo de Poseidón que te mencioné ¿lo recuerdas?

Magnus asintió con l cabeza

—El no era solo mi amigo— explicó ella— el era mi compañero, mi mejor amigo, y mi... mi novio.

El instituto protector de Magnus se activó automáticamente, lo que era algo gracioso si consideramos que el chico era casi dos años menor a su prima.

—¿El te hizo algo?— preguntó el aenhergiar con brusquedad.

Annabeth negó con la cabeza.

—Es lo que yo le hice a él...

Magnus abrió mucho los ojos, el veía incapaz a su prima de lastimar emocionalmente a alguien tan importante para ella.

—¿Que...?

La hija de Atenea respiró profundamente.

—Cuando salí del Tártaro, no era yo misma, le dije cosas... lo traté como basura, a la persona que más me quería y a la que yo más quería, lo lastimé, pero el no se rindió conmigo... pero yo no quería escucharlo, yo solo podía mirarlo como el monstruo que torturó a dioses en el Tártaro, en mi mente no cabía el que el pudiera tener la razón. Lo que es estupido, el no tendrá mucho conocimiento general, pero su corazón nunca se equivoca.

Magnus la miro con simpatía.

—Aún parece estar a tiempo de arreglarse— dijo el joven semidiós.

Annabeth negó con la cabeza.

—No, no lo está, eso solo fue el comienzo, todo empeoró hasta el punto en que yo...— la mestiza estaba llorando— yo lo engañé con alguien, Magnus, ¿entiendes lo que te digo?, traicione a aquel que había sido mi mejor amigo durante cinco años, con alguien con el que no he vuelto ni siquiera a hablar... solo porque en mi mente yo tenía la razón, cuando jamás la tuve. Mi orgullo me hizo perder a la persona más valiosa en mi vida, y eso ni siquiera es lo peor del asunto...

Magnus abrazo a su prima, ella ya no podía parar de llorar, después de mucho analizarlo por fin había caído en cuenta, todo era su culpa, y ella y solo ella había lastimado a la persona que más amaba y sigue amando, Percy Jackson.

Las pruebas de la luna: el oráculo ocultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora