03| De Los Errores Se Aprende

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Rose Collins.

Mi pecho subía y bajaba siguiendo el ritmo de mi carrera, me detuve a unos metros de la casa para llevar mi mano al corazón y sentir los latidos. Me apoyé contra un farol para tomar mi móvil el cual llevaba sonando los últimos cinco minutos debido a los mensajes que me enviaban mis amigos, fruncí el ceño al ver que sólo se trataba de Roy.

Roy: ¿Estás ocupada esta noche?

Yo: No, ¿A qué se debe?

Roy: Necesito salir de mi casa o te juro que me cortaré el cuello con un cuchillo de cocina.

Yo: No lo veo útil pero está bien, ¿Pasarás a por mi?

Roy: ¿Acaso te ves caminando hasta el parque? Porque yo no.

Yo: Maldito, soy una persona atlética.

Roy: Estoy seguro de que eres muchas cosas pero, ¿Atlética? No trates de engañarme.

Guardé el móvil molesta y miré la puesta de sol que asomaba a mis espaldas, el cielo estaba teñido en tonos rosados y naranjas que resultaban la enorme esfera que se hallaba en el centro.

Escuché el sonido de la bocina de un coche y me sobresalté, al bajar la vista hacia el conductor vi el rostro de Sean asomándose por la ventanilla con diversión por el susto.

— ¡Tenemos visitas!.— gritó antes de seguir conduciendo.

¿Visitas?

Volví mi atención a la casa y prácticamente tuve que arrastrarme hasta el portón, cada paso que daba equivalía a un dolor insoportable en las piernas como resultado de mi carrera. Pasé por el portón y miré los nuevos coches que se habían aparcado en la entrada, no reconocía ninguno de ellos. Me bastó con llegar al pórtico para saber que eran muchas personas, sus voces se mezclaban junto a la de los chicos y por un momento considere trepar hasta mi ventana.

Estoy sudada.

Seguramente apesto.

Cerré mis ojos y en un impulso de seguridad empujé la puerta, caminé a través del pasillo principal hasta llegar a la sala donde habían más personas de las esperadas: un grupo de tres chicas y dos chicos. Las miradas cayeron sobre mi por lo que revolví mi cabello en un acto nervioso y miré de reojo a Eros y Ryan quienes fruncieron el ceño.

— ¿Saliste a correr?.— preguntó Eros confundido y asentí.— ¿Tú corres?

— Todos los humanos tienen la capacidad de correr, Eros.— respondí obvia haciendo que Ryan riera.

— Vaya... No nos sorprendas así, Rose.— comentó el rubio guiñándome el ojo y levanté mi ceja.— Tú me entiendes.

Espero no haberlo hecho, Ryan.

— Eres un asco.— soltó una de las chicas antes de sonreírme.— Soy Linda, encantada.

— Rose Collins.— me presente y ambos chicos se miraron entre sí.

— ¿Collins?.— repitieron a lo que asentí.— ¿Tu padre es Alex Collins?

— Sí.

— ¡Estamos frente a la hija de una leyenda!.— gritó uno de ellos sobresaltándome y se acercó a mi para tomar mi mano y besarla.— Un placer conocerte.

— Ahm, sí.— murmuré incómoda mientras apartaba mi mano despacio.

— Actúas como un imbécil, Paul.— advirtió Ryan.

Pequeño Demonio: Enamórame ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora