19| Una Promesa Peligrosa

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Rose Collins.

Mi móvil no dejaba de sonar por llamadas de los chicos, no las respondería. Lo único en lo que podía pensar era en llamar a la policía y delatarlos, si decidía cubrir su crimen me transformaría en la cómplice. No quería estar involucrada en problemas legales porque ellos tomaron una mala decisión.

Lo habíamos discutido casi toda la noche, ahora el sol estaba asomándose entre las casas y unos pocos rayos chocaban contra nuestros cuerpos los cuales estaban sentados en la alfombra del cuarto de Victoria. Ella también creía que lo más sensato era delatarlos con la policía, a pesar de que antes lo consideró estúpido ahora creía que lo mejor era salvarme.

Salvarme a costa de ellos.

Eso no sonaba a lo que un amigo haría.

— Hazlo, si lo piensas demasiado te arrepentirás.— dijo Victoria apoyando mi mano sobre el teléfono.— Son unos putos narcotraficantes, ya sabes cómo terminan estas personas.

— Lo sé, pero son mis amigos también.

— No es momento para que te importe su amistad porque si vamos al caso tus amigos tampoco te dijeron la verdad.— respondió de mala gana y levanté la mirada.— Las personas como ellos acaban en la basura y arrastran todo a su alrededor, incluso a las personas que alguna vez quisieron.

— Tienes razón, siempre dije esas cosas pero ahora no sé si debo hacerlo.

— ¿Tienes algún maldito problema? ¡Sólo debes llamar y denunciarlos!

— Victoria, tranquilízate.

Ella mantuvo su mirada sobre la mía obligándome a apartarla, si hablábamos de términos de fuerza interna ella siempre ganaría.  Honestamente, sólo deseaba retroceder el tiempo pero sabía que eso tampoco era posible. Una parte de mí quería hablar con ellos antes de hacer algún movimiento, pero la otra me advertía que no debía acercarme otra vez a mis amigos.

Ellos dejaron de ser confiables.

Observé a Victoria tomando el teléfono con brutalidad y luego marcar el número de la policía, todo pareció ocurrir en segundos que parecieron eternos. El sonido de los pitidos fue la primer alarma que tuvo mi cuerpo, sin saber la razón, me lancé sobre ella para arrebatarle el teléfono y colgar.

¿Por qué mi cuerpo se movía solo? No lo sabía, pero sí estaba segura de que lo único que me estaba impulsando a hacer esto era el cariño que les tenía.

— ¿¡Qué haces!?

— No lo hagas, no te involucres en esto.— advertí poniéndome de pie mientras me colocaba la chaqueta.— Iré a hablar con ellos.

— ¿Qué? ¡Rose!.— gritó pero era tarde, ya estaba bajando las escaleras.

Al salir de su casa, mi respiración se cortó tras ver que mi madre estaba bajando de su coche para ingresar a la casa de mis abuelos. Como había dicho antes, Victoria era vecina de ellos. Sus ojos azules se posaron sobre mi y separó sus labios sorprendida también, su ceño se frunció poco a poco hasta que dejó las bolsas nuevamente en el coche y me hizo una seña para que me acercará.

Dudé en hacerlo, no quería que ella me viera a los ojos porque se daría cuenta de que estuve llorando y me preguntaría la razón. A veces es jodidamente difícil mentirle a tu madre, en mi caso, Valentina conocía todas mis jugadas y siempre acababa sabiendo la verdad. Por la forma en la que me veía supe que se dio cuenta de que estaba tratando de ocultar algo.

— ¿La cabeza de quién debo cortar?.— fue lo primero que preguntó al tenerme frente a ella.— Dime al imbécil o la estúpida que debo matar y lo hago con gusto.

Pequeño Demonio: Enamórame ✔Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt