Capítulo 10

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  Diana miraba a su novio, completamente perdida en sus facciones relajadas al estar tranquilamente dormido. Sonrió débilmente al ser incapaz de creerse que aquel hombre estuviera tan enamorado de ella, como ella lo estaba de él, como para dejar atrás todo lo que había conocido, incluso a su familia.

Varias eran las veces que hacía aquello, observarle mientras dejaba que su cabeza la atormentara. A diferencia de Chris, Diana no tenía la suerte de dormir bien ni demasiadas horas seguidas. Siempre había sido de aquella forma, desde que era pequeña, pero se había intensificado recientemente. Al menos antes era capaz de volver a coger el sueño.

En la penumbra, bajó su mirada hasta su anillo -el cual adornaba su mano izquierda-, intentando pensar si aceptar la petición había sido una buena idea. Su corazón latía y vivía por Chris, en ese sentido estaba segura de que había sido un acierto del que nunca se arrepentiría, pero ¿él le habría dado el anillo si hubiera sabido todo lo que sucedió el tiempo que él estuvo guardando reposo?

Por un lado, no creía que Chris fuese a guardarle rencor por aquello, pero por otro... Ni ella misma era capaz de olvidarse de ese asunto después de tanto tiempo, ¿cómo esperaba que lo hiciera si él se enteraba?

—Veo que a los dos nos pasa lo mismo —oyó a su lado—. No puedo quitarle los ojos de encima desde que te lo pusiste —se removió en la cama, tumbándose boca arriba—. ¿Cuánto tiempo llevas despierta?

—No mucho —mintió—. Bueno, un rato —acabó cediendo, bajo la mirada acusatoria del ojiazul.

Chris sonrió. No le sorprendía en absoluto. Antes, era debido a las pesadillas y el miedo, pero con todo el pasado atrás, no podía creerse que aquello le siguiera sucediendo.

Diana era la típica que siempre esperaba a que la alarma sonara para ponerse en marcha, aunque llevara despierta una hora, mirando el techo. Y aquello era bueno para él. Sabía que, de esa manera, nunca iba a poderse quedar dormido como para llegar tarde al trabajo.

Sonrió aún más cuando Diana se acurrucó en él, hundiendo su rostro en su cuello. Le abrazó con fuerza, con la oreja apoyada en su pecho. Ella siempre le decía que la música amansaba a las bestias, pero que el latido de su corazón conseguía que la oscuridad de su cabeza se aclarara, aunque fuera de negro a gris. De verdad se preguntaba qué podría estar rondándole la cabeza en aquel momento.

—Podríamos no ir al trabajo hoy —sugirió.

Diana no respondió, pero bien sabía que aquello era lo único que quería en aquel momento. Y así lo supo Chris al sentir su sonrisa, aún con la tela de algodón de por medio.

Tras escuchar el sonido de la alarma, se decidieron a ponerse en pie y prepararse para un nuevo día de trabajo que, afortunadamente, pasaría lo más rápido posible.

—Qué putada que Victoria se haya despedido.

Diana, en parte, entendía y no entendía la dimisión. A pesar de ser una buena empresa, el trabajo como secretaria era muy duro, y no cualquiera era capaz de manejarlo. Y ella lo sabía mejor que nadie.

—No creo que tarden mucho en contratar a alguien nuevo —suspiró, dándole un sorbo a su café.

—Podría fugarme de la oficina, cuando Mark se encierra en su despacho por horas, y ocupar el puesto en secreto —bromeó—. Sin contrato ni nada.

—¿Sin contrato dices? —entrecerró los ojos— Qué locura —bromeó.

Diana le dio un ligero golpe en el brazo, antes de dar el último sorbo de café.

—Volveríamos a los viejos tiempos.

—Me das ideas para nada —chistó—. Ahora cómo se supone que voy a aceptar a cualquier otra persona.

FMSD / Chris EvansWhere stories live. Discover now