Capítulo 22

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  Diana suspiró, apretando el volante entre sus dedos mientras echaba la cabeza hacia delante.

No tenía la intención de bajarse del coche y subir al apartamento, pero debía hacerlo. Había acabado aceptando la idea de volver a casa para echarle un vistazo a esos antiguos trabajos. Había cedido a la petición de Chris, pero claro estaba que no lo había hecho por trabajo, no estaba allí por el proyecto en común porque, si ese fuera el único motivo, ella no estaría allí planteándose si subir o marcharse.

—Dios, ¿por qué me lo tiene que poner todo tan difícil? —maldijo mientras se desabrochaba el cinturón— Otros ex te bloquean, desaparecen del mapa, pero este no. Chris tiene que trabajar conmigo.

Bufó, poniendo los ojos en blanco. Era fuerte, era profesional. Repitiendo esas palabras, consiguió enfrentarse a sí misma para bajar del coche. Ya solo el portal le traía demasiados recuerdos. La mudanza era el mejor ejemplo. No pasaban por el mejor momento, la empresa de Chris empezaba a tener pérdidas, pero estaba tan ilusionado y volcado en ella que pensaba que podía tener una solución, o que se trataba de algo temporal.

—Ahora abro —le informó a través del telefonillo.

Con las piernas pesándole una tonelada, cada una, echó el cuello hacia atrás -en un intento por calmar la tensión alojada en esa zona- y se aventuró a adentrarse en el edificio. Cuando se detuvo frente a su puerta, se quedó bloqueada. No sabía si tocar el timbre o marcharse y fingir que no había estado allí, y que le había surgido algo más importante. Suspiró con pesadez. No iba a ser tan infantil.

Chris abrió la puerta, dejándola sin opciones -ahora ya no tenía escapatoria. Había oído el ascensor y sus pasos durante unos minutos, antes de decidirse a observarla por la mirilla. No sabía qué le estaba tomando tanto tiempo para tocar la puerta. Sintió su involuntaria sonrisa dibujándose en su cara al observar sus expresiones, al poder observar su belleza sin que ella se diera cuenta.

—Hola —saludó con diversión.

—Hola —respondió seria—. Emm... me acaban de llamar —mintió—. No voy a poder quedarme.

—Qué mala suerte —dijo, apoyándose en el marco de la puerta mientras se cruzaba de brazos.

—Sí. Malísima.

—¿Y desde cuándo te llaman telepáticamente? —Diana alzó ambas cejas— ¿O es que todas esas vueltas que has dado son algún tipo de comunicación que no conozco?

Diana quería morirse en aquel momento.

—¿Me estabas espiando? —entrecerró los ojos.

—¡Estabas delante de la puerta dando vueltas como un pollo sin cabeza! —exclamó, conteniendo la risa— Y no es espiar —se encogió de hombros—. Si oigo ruidos fuera, lo normal es que me asome para comprobar que no es nada, o que no te había pasado algo.

Se removió nerviosa, su tez había tomado un tono rojizo. Parecía que estaba a punto de estallar en cualquier momento. No paraba de pensar en lo patética que había parecido minutos atrás.

Tras invitarla a pasar, ambos se acomodaron en la sala de estar. Sí, aquella misma en que los dos habían pasado los mejores y los peores momentos de sus vidas. Chris la vio jugar con sus manos mientras observaba a su alrededor. Sabía que su cabeza debía estar dando vueltas. Pero estaba equivocado. Por primera vez en semanas, Diana se sentía en paz. Había encontrado la tranquilidad que no tenía siquiera en casa de Mark; sentía aquella conexión con su hogar, y le daba miedo que aquello fuera porque Chris estaba con ella.

Habían hablado sobre anteriores presupuestos, habían comprobado anteriores proyectos, o al menos lo habían intentado. Ambos sabían que ninguno estaba prestando atención al montón de folios que caían sobre el regazo de Diana.

FMSD / Chris EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora