Parte veintinueve

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NINGUNO MÁS HABLÓ. Draco tan sólo siguió a Annelisse, atravesando los terrenos de Hogwarts viendo que regresaban al castillo y sin entender por qué.

Cuando entraron, ella miró hacia todos lados, esperando no ser vista. Continuó su paso, decidida. Draco iba tras ella, todavía completamente perdido. Cuando giró la esquina, Draco pudo entender hacia donde se dirigían. Hacia la oficina de Dumbledore.

—Lisse, ¿Qué hacemos aquí? —preguntó, pero no obtuvo respuesta.

Annelisse caminó hacia las escaleras esperando poder entrar, pero terminó maldiciendo por lo bajo. No tenían la contraseña en absoluto, por lo que pensó en otra solución rápidamente.

—Espero que funcione —murmuró ella justo antes de tomar la mano de Draco, haciendo que los dos desaparecieran y al instante reaparecieran en el despacho de Dumbledore.

Nada más llegar, Annelisse observó el despacho, buscando aquello que tenía en mente. Recordaba haberlo visto una vez que estuvo aquí y esperaba que continuara en el mismo lugar. Al localizarlo, sus pies anduvieron decididos  una vez más.

—Lo siento por no haber sido lo suficientemente valiente como para contártelo, Draco, pero de verdad que no pude —frunció el ceño con clara preocupación. Sacó su varita y con ella hizo salir el pensadero que Dumbledore tenia—. Esta es la única manera que se me ocurre de no explicarte, si no mostrarte lo que ocurrió aquella noche —añadió,  llevando su varita hacia su sien. Cerró los ojos, pensando en aquél recuerdo, aquél momento en el que todo cambió.

Extrajo el recuerdo de su mente, atrapándolo en un pequeño hilo de luz que sostuvo en su varita y luego dejó caer sobre el pensadero con todavía mera inseguridad. Si esto no salía bien, ¿Qué pasaría?

Draco, todavía inseguro hizo lo que Annelisse le señaló. Hundió su rostro en el pensadero. Empezó a ver formas moviéndose con rapidez, sumiéndose en el recuerdo de Annelisse que pronto cobró forma, comenzando a escuchar la voz de ella, llamándolo una y otra vez.




—Draco, ¿Estás bien? —la voz de  Annelisse dijo con preocupación. Llevó la mano al rostro de Draco, observándolo—. Me dijiste que viniera. Tienes mala cara.

Draco tomó la mano de Annelisse con fuerza, comenzando a tirar de ella y provocando quejidos en ella por el dolor.

—Draco, ¿Qué haces? Para, me estás haciendo daño —se quejó Annelisse nerviosa, tratando de soltarse de él pero era mucho más fuerte—. Draco, ¡Basta! —intentó una vez más.

Pero él continuó sin responder. Guio a Annelisse por las afueras de la Mansión a altas horas de la noche. Llegó hasta una caseta, en la cual dirigió su paso firmemente y entró, todavía sin responder a los chillidos de la chica frente al dolor que le causaba.

Al entrar, el rostro de Annelisse cambio por completo.

—Oh, veo que ya has llegado —sonrió el hombre al ver a la pareja entrar en aquél lugar.

Apenas había luz, todo estaba prácticamente a oscuras y tan sólo la tibia luz de la noche iluminaba la zona.

Draco guio a la chica hasta su padre, donde la soltó finalmente, provocando un pequeño gruñido de alivio, ella tocándose la muñeca.

—¿Qué pasa? ¿Qué hacemos aquí?

—Teníamos un trato, Annelisse —habló Lucius.

Annelisse miró un segundo a Draco, confusa. Él no tenía expresión alguna, no miraba a nadie o a nada en particular. Volvió la mirada hacia Lucius.

Cinco horas con draco malfoy, pt.2Where stories live. Discover now