01 | ¿No trae sostén?

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Max

Fue un día agotador, la universidad me ha estado consumiendo por completo, no debí elegir criminología.

Bajo del carro cerrando despacio la puerta, la vieja camioneta de mi padre paso a ser mía por el problema del distanciamiento que hay de la casa a la universidad.

A paso de tortuga, con demasiado estrés acumulado en mis hombros entro a casa, el chirrido de la puerta me da la bienvenida y escucho ruido en el comedor.

—¡Ya llegue familia!

Gritar, desahogarme un poco...

Que bien se siente.

—¡La cena esta lista, vente a comer!

La voz de mi hermosa madre resuena en mis oídos, me quito la mochila y la dejo sobre el sofá que esta en la sala.

En el transcurso al comedor, que solo me toma seis pasos a lo mucho, me trueno el cuello y hago movimientos de hombros.

Quiero comer, bañarme y dormir.

—Buenas noches hijo, pensamos que no llegarías a la cena.

Después de lavarme las manos tomo asiento a lado de mi hermana menor, que sube dos dedos haciendo la seña de amor y paz saludándome.

Imito su seña, tomo mi plato y comienzo a servirme de la comida que hay en una olla, también aprovecho para contestarle a mi padre.

—Yo igual pensé que no llegaría, pero he terminado lo más rápido que pude el proyecto.

Asiente sonriendo, ya no digo nada disponiéndome a comer. Mi familia no es tan habladora en la mesa, a madre le gusta estar en silencio y si solo tienes algo de suma importancia que desees comunicar para todos puedes interrumpir la paz.

Si no es mejor solo acabar e irte a hacer lo que tengas previsto.

Lo sé, raro, pero así fue la educación que tuvieron mis padres.

Terminando agradezco por la comida, me levanto, dejo el plato en la losa y me retiro con un bajo buenas noches del comedor.

La casa es pequeña, de solo un piso, sala, comedor y cocina juntos, dos cuartos y un baño.

Me introduzco al cuarto que comparto con mi hermana, saco del ropero mi pantalón de algodón de cuadros, un bóxer y la toalla, salgo de la habitación directo al baño.

Dejo la ropa sobre la tapa del inodoro, me despojo de mis prendas sudadas dejándolas en un canasto destinado a la ropa sucia.

Abro el grifo de la regadera y entro al chorro de agua. No me gusta gastar demasiado líquido con cloro, así que mi ducha es rápida.

Me seco el cuerpo sin ganas de siquiera moverme y la ropa la introduzco en mis largas y fuertes piernas que ejercito cada mañana.

Un bostezo me invade, mis ojos lagrimean y el cansancio me exige tocar la cama.

Dejo la toalla sobre el tubo para que se seque y abro la puerta yendo al cuarto.

Al entrar pillo a mi hermana cambiándose, no se inmuta, ya perdí la cuenta de haberla visto en bragas, aparte cada verano vamos a la playa y le gusta usar bikini.

Pues es lo mismo.

Solo cierro la puerta, apago la luz que de eso si se queja y me aviento a la pequeña cama donde apenas quepo solo yo, la disfruto estando todo estirado antes de que Celeste, mi hermana, me pida que me acomode.

—Duerme en el piso —le digo contra la almohada, estoy cómodo y no quiero moverme.

—Ahh, bájate tú a dormir con las ratas.

—No hay ratas, anda, busca una cobija y tiéndela en el piso —ya tengo mis ojos cerrados, el sueño me va arrastrando...

—No, Max. Ya dormí tres días en el piso y mi espalda me duele, anda, acomódate que tengo sueño.

Chisto la lengua, me muevo poniendo mi cuerpo de lado y pegándome a la pared. Abro un poco los ojos, la veo acostarse, trae una de mis camisas, otra vez no por favor.

—¿Qué te dije de usar mi ropa?

Me ignora, me da la espalda y echa su cabello a mi cara que me entra a la boca y lo alejo de mí bruscamente.

—Tengo sueño, tú estás cansado, así que cállate y durmamos.

Iba a replicar, pero la pereza de abrir la boca me gana y cierro los ojos.

Pasan minutos, no logro conciliar el sueño, me siento agotado y estresado. Mi mente no quiere apagarse, solo me recuerda una y otra lo que tengo de decir en la presentación de mañana en la escuela.

Resoplo, intento cambiar de posición y casi me da un paro cardíaco al ver el cuerpo de Celeste irse de frente. Sostengo su brazo con fuerza para que no se caiga, la jalo hacia mí abrazándola.

—Casi te caes babosa —susurro contra su cabello, le doy un beso y dejo mi cabeza recargada en la suya.

Suspiro, cierro los ojos y estrujo más a Celeste que duerme como un tronco, al estar tan pegada a ella me pasa su calor, estoy listo para despedirme de esta realidad cuando se mueve.

Volteándose, aprovecho para acostarme todo boca arriba y ella se acomoda sobre mi, su pierna la sube a la altura de mis caderas, me abraza por la cintura y su cabeza en mi cuello.

Ya estamos acostumbrados a dormir de esta manera, así que solo la abrazo para evitar que se llegue a caer.

Pero al pasar mi mano por su espalda note que no había nada, todo liso.

¿No trae sostén?

Mi imaginación me juega sucio, recordando el día que llegue a casa directo al baño porque me andaba y ella estaba bañándose o apenas iba a hacerlo.

Recuerdo su cuerpo desnudo bien dotado, ambos salimos a correr por las mañanas, yo solo hago eso y voy al gimnasio de vez en cuando, aunque Celeste después de haber recibido bullying en la secundaria empezó a cambiar su cuerpo.

Y a sus 17 años parece de veinte.

Es tan hermosa y suave.

Maldije a lo bajó por estar tocando a mi hermana, tengo miedo a que despierte y pille mi mano debajo de la camisa. Pero sigo mi cometido imaginando que es Lucía, mi amiga con beneficios.

Empiezo acariciar su cintura chiquita, las costillas que se le siguen marcando un poco y llego al borde de su pezón, la veo de reojo, tiene sus labios entre abiertos y respira tranquilamente.

Me debato si subir más mi mano o sacarla y tratar de conciliar el sueño.

Muerdo mi labio inferior, mierda ¿Qué hago?

Celeste no despertara, porque por lo mismo la abrazo, se llega a caer no sentiría el impacto ocasionando graves problemas por los golpes que se llegue a dar en la cabeza.

Volviendo a mi debate, giro a mi cara observando su rostro, capturo su pecho izquierdo, una oleada de calor traspasa todo mi cuerpo hasta mi miembro.

Comienzo agitarme, amaso a mi antojo y llevo mi otra mano por debajo del pants, empezando a masturbarme.

Es Lucía.

La imagino a ella entre mis brazos, besando mi cuello, siendo la que me está tocando. Ahogo un gemido, toma mi mandíbula y une nuestros labios, tan cálidos como húmedos.

Un sabor a menta, su boca es refrescante, juego con su lengua, ella aumenta el movimiento de su mano y yo aprieto fuerte su pecho, gime en mi boca, jalo de su pezón y me responde mordiendo mi labio inferior.

Con eso exploto, en un orgasmo que me deja estático, cierro mi boca para no gemir en alto.

La ilusión desaparece, abro mis ojos y en donde tengo mis manos metidas las saco de ambos lugares, mi corazón martilla en mi pecho desenfrenado.

Veo de nuevo a Celeste y noto que sus labios están hinchados.

Mierda.

¿Qué carajo hice y por qué lo disfruté?


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Sueño profundo © [✔️]Where stories live. Discover now