08 | Es perfecta

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—Puede estar tranquila, nadie conoce este lugar y está todo equipado, refrigerador lleno, luz, agua caliente y Rose, la mucama.

—Muchas gracias, Raúl.

Mi madre le agradeció, el susodicho se acercó a ella abrazándola.

—No hay problema, usted siempre fue como una madre para mí. Esto es lo menos que puedo hacer —beso su frente, mi madre estaba tan temblorosa que no dijo nada—. Y sus hijos vivirán conmigo, una llamada a mis padres y listo.

—¿No se van a quedar conmigo? —pregunto viéndonos, Celeste me echo una mirada triste.

Y decidí responder yo.

—No puedo faltar a la universidad, ya estoy en las rectas finales y Celeste también, pero prometemos venir a visitarte los fines de semana.

—De acuerdo, vengan.

Las abrazamos o yo las abrace a ambas, era más grande y largo. Recargue mi cabeza en la de mi madre y sentí sus caricias en mi espalda, le di un beso en su cabeza separándome después.

—Bien, ya debemos irnos. Que la neblina empieza y las llantas pueden derrapar.

Anunció Raúl.

Suspiré, me despedí de mi madre por segunda vez y abrace a Celeste que no quería irse, salimos de la cabaña yendo al auto. Este se encontraba abierto así entramos los dos a la parte de atrás.

No lo iba a hacer yo, pero me lo pidieron.

Mi hermana subió sus piernas a la mías, agarro una cobija que estaba aquí y se tapo acomodándose en mi hombro, el viaje a la cuidad es de una hora y a las residencias otra media hora.

Por eso no podíamos darnos el lujo de quedarnos acá en el bosque, la universidad queda más lejos, menos tiempo que dormiría, mi rutina se descontrolaría y no tengo tiempo para hacer otra.

Al menos mi madre estará bien, es lo único que me importa. Su bienestar.

***

—¿Quieren comer algo? —pregunta en cuanto llegamos, niego, no tengo hambre— No, Max. Tú no has comido en todo el día.

—Lo sé, mañana mi apetito será voraz.

Río sin gracia, entramos a la casa y sostengo del brazo a Celeste que casi se va de boca.

—¿En la misma habitación? —inquiero un poco alto ya que se va por el pasillo.

—Si, buenas noches.

—Igual, que descanses y no comas mucho que vomitaras.

—Ja, ja...

Es verdad, tantas veces que me he quedado a dormir a su casa y se le ocurre comer de noche, siempre tiene hambre, pero sabe muy bien que no debe pasarse o desechara todo al escusado.

Solo de recordar esas noches me estremezco.

—Guácala.

Murmuro subiendo las escaleras con mi hermana en brazos, debatiéndose entre cerrar los ojos por definitiva o seguir despierta.

Entro a la habitación de siempre y sin detenerme a prender la luz recuesto su cuerpo sobre la cama. Le quito los zapatos, el jeans ajustado y la arropo con una gruesa cobija.

Beso su frente como una despedida de buenas noches y me encamino a la puerta.

—Max...—Ya iba a cerrar, me asomo—. No te vayas.

—Dormiré en otro cuarto.

Le aviso, así duerme más cómoda y yo más tranquilo.

—No —alarga la "o" por unos segundos.

Sueño profundo © [✔️]Where stories live. Discover now