ROMMATE - SAIDA G!P [+18]

06

La semana pasó en prácticamente un abrir y cerrar de ojos.

Luego de haber dormido abrazadas aquel día, las cosas eran muchísimo más cómodas ahora. Dahyun no me provocó en toda la semana como nuestro trato lo dijo, y a decir verdad, eso no me lo esperaba. Esperaba que tarde o temprano no pudiera más y terminara haciéndolo para así no ir a aquella fiesta. Pero como soy alguien que no rompe promesas, ahora tengo que ir.

Mi turno en la cafetería estaba a nada de acabar. Miré el reloj, ya eran casi las cinco y media. Tan solo unos minutos y ya tendría que volver.

— Hey, Sana — el llamado de Jeongyeon, una de mis compañeras, me saca de mis pensamientos. Me volteo hacia ella —. Que falte poco no significa que tengas que descuidarte. Ve — dijo apuntando con su dedo pulgar hacia una mesa donde se encontraba una chica.

Hice a los lados los mechones de cabello rebelde te me acerqué a la mesa de la chica. Al pararme a su lado, su mirada conecta con la mía. Sus ojos eran grandes y profundos y, por lo poco que lograba ver, tiene buenas curvas.

— ¿En que se le puede ayudar? — hablé intentando quitar mi vista de ella. Es muy linda, a decir verdad. La chica hizo su pedido, su voz clara y segura cautivó mi audición por completo. Terminé de tomar nota —. Bien, ¿Nombre?

— Jihyo, Park Jihyo — asentí bobamente y anoté su nombre para volver al mostrador.

Un par de minutos bastaron para que el pedido de aquella chica estuviera listo y me tocara entregárselo. Una vez lo dejé en su mesa, me alejé un poco para quitar el molesto rollo que recogía mi cabello, dejando este caer sobre mis hombros. Antes de que me fuera a dejar el uniforme en su lugar, la fuerte y clara voz de la chica me hace voltear.

— ¿Cual es tu nombre? — cuestionó. Le di una mirada confusa.

— ¿Para que querrías saber eso? — pregunté. Una sonrisa adornó su rostro.

— Tu supiste el mío. Es justo que sepa el tuyo, ¿No? — apoyó su codo en la mesa y su mentón en la palma de su mano.

— Fue por trabajo — desamarré la parte de atrás y pasé los trozos de tela que aferraban el uniforme a mi cuello por encima de mi cabeza —. Así que no es justo.

— Me agradas — soltó una leve risa, la cual correspondí. Dejé el uniforme en su lugar y me acerqué a ella.

— Sana, Minatozaki Sana — presenté —. Ahora me tengo que ir — despedí haciendo una reverencia exageradamente elegante, sacándonos risas a amabas, y me volteé para retirarme.