Capítulo VI

1.5K 81 1
                                    

Alexander
 
—Buenos días, hijo.
 
Entro a la cocina frotándome el ojo. —Hola —saludo a los presentes en un bostezo.
 
De repente mi olfato bien entrenado activa las alarmas que hacen que todo rastro de cansancio desaparezca. Esta sí que es una muy buena forma de empezar la mañana, comiendo los increíbles experimentos a base de las ocurrencias de mi padre.
 
—¿Quieres tarta de chocolate y caramelo, o crujiente de manzana con nueces? —pregunta con un delantal gracioso de esos que tienen el cuerpo de un hombro musculoso.
 
Tomo asiento en el taburete de la barra junto a Evie, que ni siquiera nota mi existencia luego de elegir una porción de tarta.
 
—¿Quieres café, Alexander? —me muestra una jarra llena que tiene la mejor pinta—, también hay limonada con fresas recién hechas.
 
Me encantaría irme por la segunda opción, pero sin cafeína no puedo lograr que las neuronas de mi cerebro se activen, lo que conllevaría a un día durmiéndome sobre los escritorios de la escuela y varios regaños por parte de mis profesores.
 
Le acepto una taza y le doy un sobro, sintiéndome en las nubes gracias a esta delicia líquida.
 
Me tapo la boca para hablar puesto que tengo comida dentro. —¿Y Allison?
 
—Está en su habitación preparándose para ir a la escuela —explica mamá—. A decir verdad, hace rato que no sale.
 
Levanto las cejas con horror entendiendo lo que eso significa, y al parecer papá también lo comprende, ya que asiente con una mueca.
 
—Sí, entró a su etapa de adolescente que se arregla hasta si va a la esquina. —Me coloca un plato con lo que parece ser un pedacito de cielo en forma de crujiente de manzana. —Ahora, prueba esto. Las nueces las incorporé trituradas en la masa.
 
Me llevo una porción a la boca con las expectativas altas y... Dios; amo a mi padre, amo su trabajo, amo sus inventos, y en definitiva amo esta cosa.
 
—¿Cómo haces para igualar lo que solo harían los ángeles? —No puedo no comer otro bocado, y otro, y otro, y otro... y otro.
 
—Talento natural —alardea sonriente.
 
«Pues que siga usando este talento»
 
Gracias al cielo a papá le gusta cocinar cosas equilibradas y sanas, porque si como esto todos los días ya habría aumentado cien kilogramos tan solo al bajar las escaleras y sentir estos aromas.
 
—Necesito una opinión concreta, ¿es... —busca las palabras adecuadas— sofisticado?
 
—¿Por qué necesitas que sea sofisticado? —hablo con la boca llena, ganándome un manotazo en la nuca por parte de mi madre.
 
Limpia la mesada con un trapo desinteresado. —Hace ya mucho tiempo vengo pensando el hacer negocios con alguna línea hotelera y poder expandir los Restaurantes Baker a otros países. Creo que ya es tiempo de dar el siguiente paso.
 
—¡Felicitaciones! Estoy muy orgullosa de ti, cariño. —Su esposa se le tira encima abrazándolo con fuerza—. Por fin te animaste a hacerlo.
 
—Gracias, pero aún no se emocionen tanto, primero hay que buscar a alguien poderoso si queremos llegar a nivel internacional, y que tenga ideales parecidos a los nuestros es fundamental. Ya saben, el no ser máquinas que buscan dinero, malas personas, etcétera. Será difícil de encontrar, pero creo que es posible.
 
A mi madre se le escapa una lágrima de orgullo, y como no quiere que Evie la vea para que no comience a hacer miles de preguntas, se limpia de manera brusca las mejillas antes de que loca número tres se percate.
 
—Tú y tu hermana se tienen que ir a la escuela —me señala—, que van a llegar tarde.
 
Observo el reloj, ya se supone que tendríamos que estar llegando y yo ni siquiera terminé media taza de café. Bueno, tendremos que comprar algo que reemplace este intento de desayuno en la cafetería de allí.
 
—Coincido contigo, el problema es que falta mi hermana en la ecuación —camino a las escaleras—, ¡Allison ya tenemos que la escuela!
 
Recuerdo que mi primera clase hoy es economía con el profesor Müller. Joder, será mejor que esa mocosa baje ya o me voy sin ella, que se las arregle luego sola.
 
—Iré a buscarla, seguro se quedó encerrada de nuevo en el baño. —Pierdo la paciencia. Subo las escaleras y avanzo hasta quedar frente a la puerta de su habitación. —¿Allie?—Toco, pero no obtengo respuesta. Abro para asegurarme de que esté bien y me sorprende ver que no hay nadie allí—. ¿Dónde estás, enana?
 
Mu hermana sale de su baño por alguna forma haciendo demasiado ruido y...
 
«¿Qué diablos?»
 
No puedo evitar reírme un poco al verla. —¿Qué piensas que estás usando? —Arrugo las cejas analizando su vestimenta de pies a cabeza.
 
Lleva puesto un pantalón corto de cuero negro pegado al cuerpo, con un pedazo de tela del mismo color que apenas logra cubrir su pecho. Tiene unas medias de red con unas botas estilo militar atadas a sus tobillos, labios pintados de rojo intenso, y un d en los ojos muy extraño.
 
—No sé de qué hablas, Alexander. —Me rodea para bajar las escaleras como si nada pasara. ¿Y a esta que mosca la picó?
 
La sigo por curiosidad de lo que mis padres le vayan a decir abajo. No es normal que utilice ropa estilo chica motociclista que se cree la gran mierda, suele ser bastante sencilla al vestirse en realidad.
 
—Buenos días, familia.
 
Toma la porción de tarta que papá tenía servida en su plato. Este no reacciona por estar muy ocupado viendo a su hija como si le hubiera salido un tercer ojo
 
—¿Qué te pusiste? —Logra formular luego de unos cuantos segundos en silencio.
 
—Quise vestirme diferente hoy ¿no les gusta? —Da una vuelta mostrándonos el look completo—. A mí me agrada.
 
—Es lindo, pero si vas a una fiesta de disfraces, hija —bromea papá ganándose una mala mirada por parte de los presentes.
 
Excepto Evie, ella está muy entretenida embarrándose el crujiente por todo el rostro. A veces me gustaría volver a tener su edad y que mi mayor preocupación sea el color de crayola que usaré al pintar el sol.
 
—Allie, van a llegar tarde —dice mamá dándose la vuelta—. Quítate el maquillaje y esa ropa.
 
«O no, la jefa comenzó a enfadarse...»
 
—No.
 
«¡Aborten, esto no es un simulacro!»
 
—¿No? —Arquea una ceja mientras se cruza de brazos.
 
«¡ESCAPE DE AHÍ, SOLDADO!»
 
—Soy yo quien está usando la ropa, no necesito la opinión de nadie para ponérmela o no.
 
«¿Es que acaso quieres morir, Allison?, te aconsejo tirarte de un barranco, es menos doloroso»
 
—Alexander, ve a la escuela, yo llevaré a tu hermana. —Usa su tono serio.
 
«Te están otorgando la oportunidad de sobrevivir, tómala»
 
—Yo puedo llevar... —Ahora me mira a mí. Lo siento por mi hermana, su problema si quiere despertar la ira de mamá—. Sí, mamá —murmuro al tiempo que tomo mi mochila y llaves.
 
Mi siquiera me atrevo a acercarme a despedirme o decirle algo más, solo desaparezco por la puerta del garaje sin decir ni una sola palabra.
 
«Es la última vez que veremos a Allison Baker con vida»
 
Llego quince minutos después a la escuela. Con todo el drama familiar en casa me había olvidado por completo de hoy, después de un año sin pisar una cancha, empiezo a jugar de nuevo al fútbol americano.
 
Santo cielo, estoy muy nervioso, no puedo mentir. Estuve entrenando durante todo este tiempo fuera en el parque o en el jardín de mi casa, pero nada parecido a un entrenamiento en equipo.
 
Confío en mí y en mi talento, sé que soy bueno; sino el entrenador Jones no se habría molestado en llamarme y pedirle a dos chicas que me convenzan. Es solo cuestión de práctica para volver a estar en forma, pero eso no quita mis nervios.
 
—Buen día, guapo. —Un tono de voz desagradable y un aroma a rosa chillón me saca de mis pensamientos.
 
«Demonios»
 
Tendrías que haber estado más alerta.
 
«Lo siento»
 
—¿Cómo despertaste, bombón? —pregunta mientras se muerde el labio inferior.
 
—Muy bien, Teffy, gracias por preguntar. —Intento seguir con camino por los pasillos, pero como siempre, la chica no entiende mi indirecta.
 
Tiene que ir dando saltitos si quiere seguirme el ritmo puesto que sus enormes tacones no le permiten con los tacones enormes que trae no puede correr.
 
—Yo no dormí bien, necesitaba a un compañero que me mime un poco.
 
«Pues consíguete un consolador»
 
Ja, esa estuvo buena.
 
—Tal vez podrías ayudarme con eso...
 
«Esto se está poniendo muy incómodo»
 
¿Es que no se entera de que no quiero hablar con ella a esta hora de la mañana? Ni nunca, a decir verdad.
 
—Puedes venir a mi casa —se adelanta un poco y me frena posando una mano en mi pecho—, creo que tú y yo nos divertiríamos mucho.
 
—No gracias, Teffy. —Escapo lo más rápido que puedo a mi clase de economía.
 
«Cualquier cosa es mejor que seguir hablando con esa chica»
 
Coincido. Me sometería a un día completo en el salón de Müller con tal de no verla.
 
—Señor Baker, que suerte que nos acompaña —dice el profesor cuando abro la puerta luego de tocar.
 
El anciano con olor a pipa y abundantes canas deja un libro más grande que la biblia sobre su escritorio y se apoya sobre este. Todo indica que comenzará con algún discurso tedioso.
 
«Jo-der»
 
—Lo siento, profesor Müller, se me hizo tarde. —Trato de disculparme, con suerte optará por simplemente dejarme pasar y continuar con su aburrida clase.
 
—Creo que debería pasar menos tiempo en el espejo y más frente al libro de estudio, reprobó el último examen. —Me quedo callado, ¿qué se supone que debo responder a eso?—. ¿No piensa decir nada al respecto? —Enarca una de sus cejas blancas.
 
«Maldito viejo barbudo»
 
—No tengo nada para decir, profesor.
 
Asiente disgustado. —Muy bien, siéntese entonces. —Dirige la mirada al resto de los alumnos mientras ingreso al salón de clases—. Ahora, como les venía diciendo, el capitalismo neoliberal surge...
 
Ni siquiera le presto atención, tengo la teoría de que si lo hago, me haré viejo y aburrido como él antes de tiempo.
 
—Psst.
 
Digo ¿Qué tan deprimente y corriente tiene que ser tu vida como para querer torturar adolescentes con clases aburridas.
 
—Psst.
 
Tal vez debería conseguirse un gato, o algún perro rabioso. Aunque pensándolo mejor, los gatos son algo macabros, y si tuviese uno de mascota son capaces de unir fuerzas y crear una clase mucho más aburrida, una en donde nos den ganas de sacarnos los ojos con un bolígrafo.
 
—Oye.
 
¿Y si ese es su plan? Matarnos del aburrimiento para que...
 
—Alexander.
 
«Oye socio, creo que nos llaman»
 
—¿Eh? —Levanto la cabeza confundido por la alerta que envía mi conciencia.
 
—Alexander.
 
Oh, sí, me estaban llamando. Gracias, conciencia.
 
«Cuando quieras»
 
Volteo y veo a la chica del parque. ¿Bárbara?, ¿Verónica? ¿Cómo era que se llamaba?
 
—Lo siento, no te escuchaba. —por instinto observo al profesor pensando que me está regañando, pero resulta que el anciano sigue dando su clase con normalidad—. ¿Sucede algo?
 
—Bueno yo.... Pues no, solo quería saludarte. —Se acomoda un mechón de cabello pintarrajeado detrás de la oreja—. Hola.
 
—Emmm, hola...
 
¡¿CÓMO DEMONIOS SE LLAMABA?!
 
«A mí ni me mires, no tengo ni idea»
 
Eres de mucha ayuda.
 
—¿Cómo estás? —Trato de seguir la conversación, si tengo suerte me dirá lo que quiero saber sin tener que preguntárselo.
 
—¿Se puede saber qué es tan importante, señor Baker?
 
«No, usted de nuevo no, por favor»
 
Se apoya en su escritorio, ya saben lo que significa eso. —Cuéntenlo a toda la clase para que nos enteremos del nuevo chisme.
 
Carraspeo intentando no mandarlo al demonio. Mamá ya está enojada con Allison, no quiero que la llamen de la escuela diciéndole que llegaré tarde porque estoy castigado; no sería capaz de vivir otro día si eso pasara.
 
Por suerte, la sin nombre responde por ambos. —No es nada, profesor Müller, solo estábamos saludándonos...
 
—¿Le dije que podía hablar? —la interrumpe de mala manera.
 
«¿Es que acaso tienes pérdida de memoria a corto plazo?»
 
—Me dijo que le contara...
 
Vuelve a hablar encima de ella como si nada. —¡A la oficina del director los dos, castigados por dos semanas!
 
«Esto tiene que ser una broma»
 
Estamos muertos.
 
—Pero...
 
—¡FUERA!
 
Me levanto con mis cosas y salgo por la puerta antes de que diga algo de lo que me vaya a arrepentir luego. Mi día estaba yendo bastante tranquilo a excepción de la rebelión de Allison, y ahora terminará de la peor manera: muerto.
 
¿Qué le habrá pasado a mi hermanita? Ella no es de tener estos ataques propios de la adolescencia, mucho menos con nuestros padres.
Tal vez sus hormonas decidieron enloquecer hoy. Solo espero que se termine pronto, porque suficiente tengo con su locura natural como para tener que lidiar con una loca hormonal  y rebelde.
 
—Ey— alguien habla a mis espaldas—. Siento lo de antes, no quería meterte en problemas.
 
Espero a que la sin nombre —así es como la llamaré hasta saberlo— esté a mi altura para caminar juntos en dirección a secretaría.
Lo bueno de esto es que podré ver a Susi, necesito su cariño de abuela que me alegre el día.
 
—No hay problema —digo chasqueando la lengua—, de todos modos el profesor Müller me detesta.
 
—Müller odia a todo mundo, no es nada personal —le resta importancia—. ¿De dónde eres? No te he visto por aquí en años anteriores.
 
—De New York.
 
—Eso sí que es casualidad, yo también — sonríe—. Me mudé a Los Ángeles hace unos años por el trabajo de mi madre. ¿Te imaginas que fuese algo del destino? Conocernos aquí.
 
Niego con la cabeza acompañado de un sonido nasal. —No creo en el destino, pienso que las cosas pasan a base de las diferentes decisiones de las personas.
 
Se queda en silencio pensando en mi respuesta tan diferente a sus pensamientos. Llegamos a la oficina del director y ambos nos miramos sin saber cuál es el siguiente paso, pero no logro descifrar qué quiere decirme ella...
 
—¿Alexander? —Susi arruga las cejas al verme fuera del salón en horario escolar—. ¿Qué estás haciendo aquí, cariño? Deberías estar en clase de... —se fija algo en unos papeles— economía.
 
Me observa detrás de sus lentes esperando una respuesta. Esta mujer nunca sería capaz de delatarte si te escapaste del salón o nunca entraste, es más, creo que sería capaz de ofrecer que te escondas debajo de su escritorio.
 
—El profesor Müller nos envió aquí por saludarnos, nos castigó por dos semanas. —sonrío inocente esperando que no me regañe.
 
Me devuelve la sonrisa, solo que la de ella es cálida. —Ese viejo cascarrabias. No se preocupes, ya me va a escuchar. —Hace el sonido como el de una ardilla negando—. Ahora el director está ocupado con otra alumna por un asunto del día de la familia, pero yo puedo hacer sus fichas de castigo.
 
Prefiero aceptar un castigo de parte de ella soportar al director. Nunca me lo crucé, pero en los pasillos tiene fama de ser el mismísimo hijo del diablo.
 
—Lo sé cielo, déjenme ver... —toma un folder rojo de la biblioteca— Ni crean que voy a ponerles dos semanas, serán tres días que tendrán que venir luego de la escuela a limpiar el salón de artes. Y no les comunicaré a sus padres.
 
No se da cuenta, pero acaba de salvarme el pellejo. Podré vivir al menos un día más sin tener que preocuparme porque mamá me ataque desde atrás con algo afilado.
 
—¿Puedes hacer eso? —pregunta la sin nombre impresionada.
 
Una sonrisa maliciosa que nunca me imaginé ver en ella tira de sus comisuras. —Soy la secretaria del director, puedo hacer muchas cosas que otros nunca imaginarían.
 
Nos quedamos en silencio viendo como completa con nuestra información dos pedazos de papel.
 
Levanta la vista en dirección a la chica. —Dime tu nombre, querida.
 
Al fin podré recordar cómo diablos se llamaba y no tendré que decirle persona no identifica.
 
—Viviana Collins —responde tímida.
 
¡Viviana!
 
«¡Y le dicen Vivi!»
 
¡Viviana Collins!
 
«¡La chica que trabaja en el quiosco del parque!»
 
¿Por qué estamos tan felices?
 
«No lo sé»
 
Bueno, nos calmamos entonces.
 
—Aquí están. —Susi les coloca un sello a ambos papeles—. Dos certificados de castigo de tres días para Alexander Baker y para Viviana Collins. Ahora váyanse a su clase, e intenten no molestar más a ese anciano malhumorado. —Por alguna razón me observa divertida señalándome con el dedo índice—. En especial tú, Alexander. Sé de buena fuente que te gusta retar la paciencia de las personas.
 
—Trataré de no exasperarlo tanto. Te quiero Susi, gracias.
 
Es en serio una mujer muy dulce, desde el día que entré a esta escuela congeniamos muy bien. Y adoro que me ofrezca golosinas cada que voy, tengo que admitir que he ido varias veces sin razón solo porque se me antojaba uno.
 
—Que suerte que nos otorguen el lujo de asistir a la clase. —El maldito viejo cascarrabias me mira malhumorado—. Pasen, antes de que se arrepientan y decidan irse.
 
Tengo morderme la lengua para no mandarlo al demonio en veinte idiomas diferentes y tener que volver a visitar a cierta amorosa mujer.
 
«La idea no suena tan horrible»
 
Podría no tener tanta suerte esta vez y que el director esté libre.
 
—Muy bien, ¿En qué estaba? Oh, por eso es que las economías...
 
«Sobreviva, soldado»
 
❁❁❁
 
Llego el momento.
 
«Vámonos»
 
Por supuesto que no, tenemos que intentarlo de nuevo al menos.
 
«Mala idea, mejor vamos a casa»
 
Cierra el pico, vamos a hacerlo, voy a intentarlo.
 
~
—Hijo, debes permitirte sanar, debes empezar de cero...
~
 
Tengo que intentarlo, lo prometí.
 
—Hola, entrenador. —Entro al despacho que tiene en los vestuarios frente a la cancha.
 
A diferencia de la oficina a la que fui el otro día, esta está mucho más iluminada. Los colores plata resaltan entre las paredes y techo, contrastando con el escritorio y sillones cafés.
 
Levanta la vista de sus papeles. —Baker, que suerte que llegaste, creí que tendría que llamar a las chicas de nuevo.
 
—No hará falta que vuelvan a amenazarme, suficiente tuve con una sola vez.
 
Hace una mueca levantándose de la silla detrás del escritorio y desaparece por una puerta.
 
Habla desde a donde sea que haya ido. —No te amenazaron, solo... te persuadieron a hacer lo que querían advirtiéndote de las consecuencias de lo que pasaría si no obedeces —describe el significado de amenazar—, pero debes admitir que son muy buenas.
 
Vuelve a aparecer, pero le dura poco ya que se va por la otra puerta que estaba junto a la anterior.
 
—Amelie es mi hija, y conozco a Madison desde que tiene once, me sé todos sus trucos. —Logro escucharla ruidos de cajas y bolsas moviéndose—. Aquí entre nos mi equipo no sería tan bueno sin su ayuda.
 
Bueno, al menos tengo una excusa para no sentirme como un imbécil derrotado; claramente estaba en desventaja si ya tenían experiencia en eso de extorsionar a pobres chicos adolescentes.
 
—Pero si te hace sentir mejor... —algo grande se le cae al suelo— eres el primero que se atreve a desafiar a Madi, aunque hayas sido aplastado como una miserable hormiga.
 
«Le dimos una buena impresión»
 
¿Por qué querría yo darle una buena impresión?
 
«Tú sabrás»
 
El escándalo misterioso se acaba cuando sale con algo entre las manos. —Aquí tienes, Baker. Esta es la ropa que usamos en los entrenamientos. —Me entrega un jersey de red negro y unos pantaloncillos blancos—, si puedes pasar la prueba del primer día, que estoy seguro de que lo harás, tendrás el oficial de los partidos.
 
—Gracias —digo sin estar seguro de qué más decir.
 
Palmea mi hombro orgulloso, por alguna razón. —Felicitaciones, chico. —Vuelve a sentarse detrás de su escritorio—. Ve a cambiarte, empezamos en un minuto.
 
Obedezco su orden con velocidad. Como todavía no soy ciento por ciento parte del equipo no tengo un casillero propio, aquí que tengo que dejar mis pertenencias guardadas en el bolso de entrenamiento debajo de las largas banquetas. De todas formas no creo que alguien vaya a querer robarse productos de aseo usados y ropa.
 
Antes de salir me veo en uno de los espejos, no puedo creer que vaya a jugar de nuevo, y todo gracias a...
 
Salgo trotando hasta encontrarme con el grupo y el entrenador en el centro del campo.
 
—Muy bien, señoritas, hoy tenemos a un nuevo jugador, él es Alexander Baker. Trátenlo como a uno más porque si mis teorías son ciertas, es capaz de patearles el trasero a muchos de aquí. —Algunos me palmean el hombro dándome la bienvenida—. ¡Ahora muevan esos traseros de princesas, quiero veinte vueltas y sin quejas! —hace sonar su silbato de manera que mis oídos pitan aturdidos.
 
¿Alguien me explica cómo es que hice para vivir sin esto por un año entero? Disfruto hasta que me duelan los músculos horriblemente, y que el entrenador nos grite hasta desgarrarse las cuerdas vocales, justo como ahora.
 
—¡¿Están corriendo o caminando?! La señora Susi podría hacerlo más rápido que todos ustedes ¡MUÉVANSE TORTUGAS!
 
«Fue una buena idea quedarse»
 
Te lo dije.
 
Una hora después, estamos haciendo movimientos básicos; practicando jugadas, mejorando bloqueos, velocidad, y agilidad.
 
—¡Buen trabajo, Baker —me felicita Jones a unos metros—, pero mira siempre hacia el frente.
 
—¿Por qu... —Ni siquiera puedo terminar de hablar cuando una enorme masa se me viene encima lanzándome de espaldas al suelo.
 
—Por eso, novato. —El chico con alma de búfalo se me quita y extiende su mano para poder levantarme—. Corres rápido, ahora entiendo por qué el entrenador envió a las locas a buscarte.
 
—¡BAKER, ADDAMS! ¿¡ES QUE ACASO QUIEREN QUE TAMBIÉN LES TRAIGA UNA TAZA CAFÉ ASÍ PUEDEN HABLAR Y CONOCERSE MEJOR?!
 
—Soy Christian, por cierto. —El rubio ignora por completo los regaños del entrenador.
 
—Alexander. —Estrechamos nuestras manos.
 
—¡PAUL, TRAELES UN CAFÉ A ESTAS PRINCESAS! —Ahora suena enojado de verdad—. ¡VAYAN A JUGAR, PAR DE FLOJOS!
 
—¿Siempre es así de... excéntrico? —pregunto mientras trotamos uno junto a otro.
 
—Siempre, pero te acostumbras con el tiempo. Es un muy buen entrenador si sabes soportarlo.
 
Asiento controlando la respiración. Todavía no va ni la mitad del entrenamiento y ya siento que se me está por escapar un pulmón por la boca.
 
—¡BUEN TRABAJO CHICOS, ESTIREN SUS CUERPOS DE CRISTAL Y A LAS DUCHAS, HUELEN A ZORRILLO!
 
—Por fin. —Christian se acuesta boca arriba sobre el césped.
 
—No seas tan flojo. —Alguien detrás habla—. Ey, Alexander, ¿cierto? Soy Samuel, y él es Luke.
 
—Hola. —saluda el castaño a su lado.
 
¿Cómo se hacía para entablar una conversación amistosa con alguien que no conoces? Hace muchísimo tiempo que no intento hablar con personas nuevas, ya hasta olvidé cómo se hacía.
 
—Arriba, idiota. —Samuel levanta a Christian y camina hacia los vestuarios — ¿Vienes? —pregunta observándome.
 
«Hicimos amigos»
 
Cierra la boca.
 
«Y actúa natural»
 
¡Que te calles!
 
«Bueno ya, que malhumor que traes hoy»
 
—Entonces, Alexander...— el búfalo de cabello rubio habla con el estómago apoyado en el hombro de su amigo— ¿De dónde vienes?
 
—De New York, me mudé con mi familia porque a mi hermana la aceptaron en una academia de baile.
 
—¿Es Allison? —inquiere... ¿Luke?
 
Así que mi hermanita ya es medio famosilla por los pasillos de la escuela. ¿Será por eso que cambió su actitud de forma tan repentina?
 
—¿La conocen? —Arqueo una ceja curioso.
 
—Una amiga baila en la Academia. Nos hablaron de ella, al parecer es bastante buena —responde jugando con un balón que le lanzaron.
 
Llegamos a los vestuarios y tomo mis cosas para ducharme. Jones tiene razón, olemos asqueroso; en casa tendrán que acostumbrarse a la deliciosa fragancia que desprende mi cuerpo al tener que liberar calor, también se le llama sudar como cerdo.
 
—Déjame decirte algo, novato —Christian se coloca la camiseta—, me agradaste. ¿Quieres venir con nosotros a la cafetería? Iremos a comer algo antes de nuestra última clase.
 
—Por supuesto, los veo ahí. Mi hermana hizo enojar a mi mamá esta mañana y quiero asegurarme de que siga respirando y con todas sus extremidades en el lugar correspondiente. —Seco un poco mi cabello con una toalla antes de salir.
 
Una vez fuera, tomo mi teléfono y le escribo a la loca rebelde de la casa. De verdad espero que esté viva, la muy idiota me debe ciento cincuenta dólares por un vestido que le compré.
 
Yo
¿Sigues viva?
12:24 am
 
Enana loca
Sí, estoy en el patio, ven.
12:26 am
 
Guardo el celular y me dirijo allí.
 
—Ey —llamo su atención al verla—, al parecer sigues con el corazón latiendo en tu pecho.
 
Se hace a un lado para dejarme espacio sobre las mesas exteriores. —Muy gracioso.
 
—¿Puedo saber qué demonios fue lo de esta mañana? —Me siento junto a ella.
 
—Solo quería algo distinto hoy. —Se encoge de hombros sin mirarme—. Estoy aburrida de verme siempre igual, no creí que fuera a molestarles.
 
Se queda en silencio, y tampoco quiero presionarla a hablar sobre algo que no desea contarme, porque estoy segurísimo de que eso del cambio es mentira. Luego buscaré otras maneras de hacerla soltar la lengua.
 
Busco cambiar de tema lo más rápido posible. —Acabo de salir del entrenamiento.
 
Al instante emite un chillido mientras aprieta mi antebrazo con fuerza, tanto que me saca sangre con las uñas. —¡Y yo hablando de mi estúpida ropa! ¿Cómo te fue? ¿Te sentiste incómodo? ¿Hiciste amigos? Por favor, dime que no lo dejarás de nuevo.
 
 
 
No evito la carcajada divertida. —Prometo no dejarlo. —me zafo de su agarre—. Amé estar de nuevo en la cancha, hasta disfruté cuando se me vino un búfalo encima, y cada que el entrenador me gritaba para que corriera más rápido... ¿Qué haces?
 
La miro confundido cuando, de un momento a otro, me abraza del cuello.
 
—Tu mirada —produzco un sonido nasal confundido—, la mirada que tenías cuando anotabas un punto en los partidos, o cuando me contabas que lograste escapar de un bloqueo difícil en tu entrenamiento.
 
Se separa con los ojos iluminados gracias a las lágrimas.
 
—Desde que dejaste el fútbol no eres el mismo, esa llama increíble en tu interior se apagó, y... Tenía tanto miedo de que no se encendiera de nuevo... —La voz se le empieza a quebrar, provocando que la vuelva a estrechar contra mí—. Te extrañaba, hermano, te extrañaba muchísimo.
 
Tengo la repentina necesidad de cortar este momento capaz de darnos diabetes tipo dos, así que la separo empujándola de la frente.
 
—Como digas, yo solo quería saber si seguías viva. —Beso su frente—. Nos vemos luego, chica rebelde.
 
 
 
Me detiene del brazo justo cuando hago el ademán de irme. —¿Y a dónde tienes que ir tan apurado? —sonríe de repente—. ¡Ya tengo una cuñada!
 
—No, ridícula. Voy a comer algo con unos compañeros del entrenamiento, eso es
todo.
 
—Aww, mi hermano hizo amigos nuevos. Recuerda ser amable y no ser tan cerrado a las distintas conversaciones que surjan — dice burlona—. Oh, y no seas maleducado, paga tu propia comida.
 
—Cierra el pico.
 
—¿Cómo se llaman? Cuando hagan pijamadas en casa ya quiero saberme sus nombres.
 
Sin contestarle y rodando los ojos me alejo de mi hermana para caminar hacia la cafetería con las manos dentro de los bolsillos.
 
Me cuesta muy poco encontrar a los chicos, están sentados en una mesa grande cerca de los ventanales. Me cruzo con Luke en la barra pidiendo no sé qué antes de llegar a ellos.
 
—Y unas sodas, Mimi, gracias. Aquí estás ¿Tu hermanita sigue con vida? —Pasa un brazo por mis hombros.
 
—Afortunadamente sí, pero no creo que le haya salido barato poder seguir respirando.
 
—Es verdad —la cocinera le pasa una bandeja con bebidas y aderezos—, pedimos varias cosas, ven.
 
—¿No se supone que esto es para el otro turno de almuerzo?
 
—Pues sí, pero cuando la cocinera Mimi te adora, tienes ciertos permitidos —responde cuando llegamos a la mesa.
 
 
 
Dos chicas, una rubia y otra castaña, se nos acercan y se sientan cómodamente, supongo que son parte del grupo.
 
—Por fin llegan —Samuel saluda de beso a ambas—. Lexi, Sophi, él es Alexander; Alexander, ellas son Lexi y Sophia.
 
—¿Alexander Baker? —pregunta la rubia, creo que ella es Sophi. Asiento un poco confundido, ¿cómo es que se conoce mi apellido?—. Unas amigas me comentaron algo sobre ti, nada importante.
 
 
 
—¿Y las otras dos locas? —pregunta la chica castaña sentándose en una de las sillas.
 
—Seguro que están regañando a alguien por la celebración. —Luke rueda los ojos tomando una hamburguesa.
 
—¿Qué celebración? —Arqueo una ceja.
 
—La celebración del día de la familia. Es algo bastante lindo a decir verdad, las clases se suspenden por ese día y por el siguiente, todos los padres y hermanos son invitados para venir a divertirse; hay juegos, bebidas, comida, bailes, y al final, algunos premios —responde Lexi—. El problema es que muestras dos hermosas amigas son las encargadas de dirigir todo. En estas dos semanas casi nunca las vemos, y si lo hacemos están con las narices en el celular. Se la pasan gritándole a cualquiera y dando órdenes a todo lo que se mueva —hace una pausa para beber soda—, si ves a dos chicas con aspecto de psicópatas, corre, tienen una pequeña obsesión con solicitar ayuda a cualquiera que tenga brazos fuertes, y con solicitar, me refiero a taladrarte el cerebro hasta que aceptes.
 
 
 
—Tomaré el consejo, gracias.
 
 
 
Nos la pasamos hablando de temas triviales por un rato hasta que se hace la hora de irme, ya que mi profesor de literatura no asistió a clases por alguna razón, mejor para mí.
 
— Gracias por la comida, debo irme chicos. —Me levanto tomando mi mochila.
 
—Nos vemos luego, novato.
 
«Hicimos amigos»
 
Te permitiré festejar solo hasta que lleguemos a casa.
 
«¡Yeii!»
 
<>>>><>>>><>>>><>>>><>>>><>>>><>>>><>
 
HOLA PECADORXS!!!!
 
Es de madrugada, pero yo sigo escribiendo.
 
Tal vez este sea el último hasta el sábado porque mis profesores decidieron que era muy importante tomar exámenes.
 
Como siempre, si tienen alguna idea, bienvenida sea.
 
Chaito!
 
A.♡

The Real YouWhere stories live. Discover now