Capítulo XVII

1.4K 68 0
                                    

Madison
 
Salgo de la habitación de Alexander dando un portazo. Sé que no tendría que haber mencionado al niño de la foto, pero me sacó de quicio, además él no se tragó la historia de mi padre muerto y decidió seguir molestando.
 
Cuando bajo no hay nadie en el comedor.
 
—¿Señorita Fox? —Manuel sale de la cocina—, el señor Baker me pidió que le avisara que están en el patio trasero. ¿Está bien? Luce algo...
 
—Estoy bien, Manuel, gracias por
avisarme —lo interrumpo, lo que menos quiero ahora es darle explicaciones a desconocidos—. Por cierto, la comida estaba deliciosa.
 
—Yo solo ayudé a prepararla, todo es obra del señor —sonríe—. Tengo que seguir con mis tareas, un placer conocerla, señorita Fox. —Se retira sin esperar nada más.
 
Camino hasta donde están todos, no sin antes revisar mi rostro en un espejo que encontré de camino. Tengo las mejillas algo sonrosadas y los ojos brillosos por las pocas lágrimas que amenazaban con salir arriba.
Ventilo un poco mi cara con las manos y con la punta de mis dedos elimino las lágrimas cuidadosamente.
 
«Perfecta»
 
Salgo y me encuentro a los adultos charlando sobre negocios y a las niñas Baker sentadas un poco más alejadas.
 
«Suficientes negocios por hoy, demostraste tu potencial, vamos a divertirnos»
 
Es verdad, aunque no tengo ni idea de dónde salió todo lo que le dije a Thomas antes, solo me dejé llevar y solté la lengua con todo lo que vengo escuchando hace años.
Además, puede ser que haya sacado información de los papeles de la empresa que he leído cuando estaba aburrida en la oficina. Ahora que lo pienso, creo que tengo memoria fotográfica.
 
—Hey —me acerco a las chicas. Evie está en el suelo con una muñeca y Allie mira algo en su teléfono—. ¿Puedo sentarme?
 
—¡Si! —La primera me muestra su juguete alegre—. Ella es Minerva ¿Puedo llevarla a tu casa cuando me convierta en tu nueva hermana?
 
—Por supuesto que sí, linda. —Sonríe y sigue jugando distraída—. ¿Cómo estás tú? No tuvimos mucho tiempo para hablar en la cena. —Observo a la mayor.
 
—Muy bien. Oye Madi... —Pellizca su nudillo, está nerviosa—. Quería disculparme por lo de antes... suelo tener una bocota y no me doy cuenta de que puedo llegar a incomodar o hacer sentir mal a las personas.
 
—No hay cuidado, Allie —sonrío evitando el mal trago que pasa por mi garganta—. No lo sabías, aunque les mentí —suspiro—; mi padre biológico no falleció él... él hizo algo muy malo hace tiempo y con mi madre nos alejamos de él, por siempre.
 
—¿Qué tan malo fue...? —lo piensa un segundo—, no tienes que... Diablos, lo siento mucho, Madison.
 
No puedo evitar reírme ante su pelea interna consigo misma. Sé lo que es hablar mucho y soltar demasiado la lengua.
 
—¿Recuerdas que dije que tuve un accidente? —asiente atenta a lo que le digo —. Fue gracias a él. Estuve meses en el hospital y necesité mucha terapia para reponerme. Al día de hoy sigo teniendo secuelas. —miro a Evie sin poder evitarlo, yo tenía su edad cuando pasó—. Por eso comencé a bailar, me ayudó a descargarme, a poder escapar por un rato y olvidarme de todo.
 
Suspira agachando la cabeza. —Me pasa lo mismo. Hace unos años perdí a alguien importante y la danza pudo... entenderme ¿comprendes?
 
Mascullo un pequeño sí por lo bajo. Al parecer somos más parecidas de lo que creíamos.
 
Cambio de tema a uno con un poco mayor grado de diversión. —¿Qué pasó con Steffany?
 
—No sé qué hiciste, pero no volvió a acercarse a mí.
 
Sonrío ante el recuerdo.
 
~
—Steffany.
 
—Es Teffy —Se voltea enojada—. ¿Qué quieres, Madison?
 
—Me llegó el rumor de que estás molestando a una amiga, creo que te dejé en claro que pasaría si lo volvías a hacer.
 
—No molesté a nadie que esté bajo tu ala protectora, en realidad hace meses que no humillo a nadie.
 
—Ajá, vamos a hacer como que te creo porque no tengo mucho tiempo. —Me le acerco amenazante—. ¿Te suena el nombre de Allison Baker?
 
Su trío de perritas falderas se acercan a intentar ayudarla, pero con una solo mirada basta para que se queden en su lugar.
 
—¿Qué ocurre con ella?
 
—¿La conoces?
 
—Tal vez
 
—Pues yo creo que sí lo haces, es la chica que con quince años pudo ser aceptada por Natalie Pérez ¿No tenías tu casi la misma edad cuando te rechazó?
 
Aprieta los puños enojada, ama humillar a las personas, pero odia ser ella la humillada.
 
—No sé de qué hablas, nunca intentaría entrar a ese ridículo lugar.
 
—¿De verdad? Porque tengo un video que dice lo contrario, fue muy divertido ver cómo te orinaste del miedo cuando Nat te miró a los ojos y te dijo que parecías un roble.
 
—Fue hace mucho tiempo —susurra solo para nosotras.
 
—Fue el año pasado, linda. —Sus amigas ríen por lo bajo—. Si me entero de que volviste a acercarte a ella, o la encuentro llorando en el estacionamiento como la otra vez, te arrepentirás, Steffany. No querrás quedar en ridículo como la última vez que no tomaste en serio mi advertencia.
~
 
Ese día me reí demasiado.
 
—Digamos que puede ser muy buena intimidando a quienes no saben hacerle frente —resumo—. Nat está muy contenta con tu regreso, Allie.
 
—Lo sé, pero su forma de demostrarlo es muy extraña. —Hace un tierno puchero con los labios—. Su deporte favorito es hacerme sufrir, pero aprendí a leer entre líneas. Creo que es porque pensó que había renunciado por creer que era demasiado para mí.
 
Le recomiendo contarle lo que pasó. Puede ser muy seria y malhumorada, pero tiene un corazón de pollo que se preocupa por sus alumnos.
 
Recuerdo que hace unos años tuve una crisis adolescente en donde me dolía saber que papá en realidad no era mi padre y que mi verdadero padre era un hijo de perra. Natalie notó mi cambio de humor, porque canceló una clase sin decirme y pasamos tres horas hablando en el estudio. Después de muchas lágrimas, reproches y risas, logró hacerme entrar en razón. Según ella para que vuelva a ser su gran bailarina de siempre, pero ambas sabemos que no le gustaba ni un poco verme mal.
 
—Extraño ser profesora allí. Y estoy segura de que quien ocupó mi puesto no acepta sufrir con ustedes, ¿verdad? —asiente divertida—. Lo sabía. ¿pero quién es? No puede ser tan malo.
 
—Raquel Medina.
 
Ahora sí la entiendo.
 
«Tener a Raquel y a Natalie como profesoras no debe ser nada divertido»
 
Ni que lo digas.
 
—Intentamos comentarle nuestro disgusto, y como castigo nos hizo hacer cien flexiones de brazos. ¡Cien!
 
Tengo que contener mi risa como sea posible.
 
—Pues entonces vayan a las grandes ligas, deben quejarse con Nat. Lo peor que podría pasar es que los obligue a hacer un millón de sentadillas. —Me encojo de hombros fingiendo como si fuera un paseíto por la playa—. Mira el lado bueno, en unas semanas tendrán una clase de acrodanza y tal vez te anime saber que Andrea y yo seremos ayudantes de Mauro...
 
—¿¡Andrea Flowers!? —me interrumpe con un grito— ¡Andrea Flowers y tú me darán una clase de baile! —Se lanza a mis brazos—. No te das una idea de lo contenta que estoy con esto, Madi, tanto que podría abrazarte para siempre.
 
—Para tu buena suerte amo los abrazos, así que cuando quieras —sonrío—. Vengan, tomémonos una foto las tres juntas. —Enciendo mi celular mientras que Evie se sienta sobre mis piernas—. Sonrían... Hermosas.
 
Veo que nuestros padres nos llaman minutos después, por lo que nos levantamos para ir en su dirección.
Papá me abraza por los hombros apenas me coloco en su lado. Comenzó a oscurecer y la ausencia de sol enfrescó el ambiente. No hay cosa que deteste más en esta vida que el frío.
 
Alexander se suma a la conversación, lo miro por unos cortos segundos, para después prestar atención al anuncio de mamá sobre ya irnos a casa.
 
—Yo traje mi auto, los seguiré desde atrás. — Volvemos a conectar miradas con el imbécil desafiándonos mutuamente—. La cena estuvo deliciosa, Thomas, muchas gracias.
 
La familia entera nos acompaña a la puerta felices de recibirnos.
 
—Gracias por la invitación. —Me agacho hasta la altura de Evie—. Tú y Minerva pueden venir a comer helado de chocolate cuando quieran —pellizco suavemente su mejilla—, te revelaré mi escondite de golosinas. —Le guiño un ojo antes de subir a saludar a Allie—. Avísame cualquier cosa.
 
Entiende al instante lo que quiero decir al instante. Si Raquel la asesina en los entrenamientos no dudaré en ser su abogada defensora, aunque no vaya a entender nada de lo que diga.
 
—Gracias por venir, Madison —Alexander se acerca siguiendo su papel.
 
No pienso desaprovechar la situación para vengar a mi pobre vestido.  Pongo mi mano en sus costillas besando su mejilla y por debajo de su saco le clavo las uñas, logrando que se retuerza del dolor.
 
—Eso es por mancharme con champagne, idiota —le susurro por segunda vez en su oído.
 
Luz abraza por el brazo a su marido. —Conduzcan con cuidado por favor, ya es media noche.
 
Con un asentimiento y un último adiós salimos los tres tomados del brazo. A decir verdad sí está bastante oscuro, pero es la mejor hora para andar por la ciudad en auto, suelo hacerlo cuando necesito pensar. Una carretera vacía, el viento golpeando mi cara y música de fondo son el mejor remedio.
 
Frente a la casa Baker se encuentran mi Audi y el Aston Martin de mi padre, unas bellezas.
 
—Lo primero que haré con dieciocho años será comprarme uno de esos —digo viendo cómo el negro de la carrocería se ilumina con la luz de la luna—, me importa muy poco cuánto cueste.
 
Papá se ríe de mi enamoramiento. —¿Quieres llevarlo a casa?
 
—¿Estás de broma? —lo miro asombrada y me pasa las llaves en el aire— ¿Es en serio?
 
—Ve a dar una vuelta, pero no vuelvas tan tarde. —Él ya me atrapó un par de veces escapando de casa para conducir—. Y más te vale que no le hagas ni un rayón.
 
—¡Aprendí del mejor! —le lanzo las llaves del mío de la misma manera que él lo hizo—. Cuidado con mi bebé, sale muy rápido.
 
Mi madre mira divertida nuestra conversación. —Con cuidado, hija. —Me sonríe antes de subirse de copiloto con mi padre.
 
Espero a que ellos salgan para tomar la delantera. Suelto mi cabello y bajo todas las ventanillas para sentir el viento despeinándolo. Animals de Maroon 5 me acompaña al máximo, conduzco sola, relajada y sin autos al rededor mío que me detengan.
 
...80...95...110...120 y sigo acelerando, la adrenalina recorre mi sangre y mi corazón se acelera. ¿Es peligroso? Sí. ¿Es ilegal? También, pero no estoy poniendo a nadie en riesgo que no sea a mí misma, y si voy a morirme ahora, lo haría siendo feliz.
 
Bajo gradualmente la velocidad cuando la canción termina, tampoco soy una loca que va por horas así.
Vuelvo a las calles concurridas, pero me dirijo hacia la dirección contraria a mi casa, es decir, la playa. Luego de mis minutos de locura tengo que relajarme un poco o explotaré.
 
Mis padres me dijeron que no llegue tarde, lo que es bastante relativo considerando que cuando nos separamos era media noche, y apenas pasaron treinta minutos desde eso.
 
Estaciono en frente de uno de esos barrancos en donde puedes ver el horizonte. El olor a sal invade mis fosas nasales apenas salgo del auto, pero este es acompañado por algo más... Palomitas.
 
«Nunca es mal momento para palomitas»
 
Camino decidida a comprar un paquete y bajar a la playa a caminar un rato.
 
—¡Palomitas, baratas las palomitas!
 
«¡Quiero!»
 
Bien, pero cálmate.
 
Me acerco al hombre con el tierno carrito a pedirle el paquete mediano.
 
—Que tenga una linda velada con las olas —dice cuando me devuelve el cambio.
 
—Gracias.
 
Cuando llego hasta la arena me quito los zapatos para no romperme un pie, camino hasta el borde del agua que amenaza con tocar mis pies.
Me siento mientras le reviso que no tenga nuevas notificaciones en mi celular y subir una historia a mi cuenta de Instagram.

The Real YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora