li. hating goodbyes

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❝ puedo perder a quien sea menos a ti,a ti no puedo perderte

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puedo perder a quien sea menos a ti,
a ti no puedo perderte.

Movió el cuerpo de su mejor amigo lentamente, con los rayos del sol molestando sus párpados haciéndolos abrir con lentitud, topándose con el rostro angelical de ella, sonriente.

—¿Cass?

—Sí. —murmuró haciéndolo levantarse, con el rubio detrás tirándole una almohada a la morena—. ¿Por qué durmieron aquí?

—Ella quería estar sola, le dimos espacio.

— Oh, bueno, supongo que fue lo mejor. —Sonrió tímidamente, empujándose arriba de la mesa teniendo la atención de ellos—. Oigan, unos amigos vendrán ayudarnos.

—¿Quiénes?

—Javadd y James. —Se encogió de hombros, volviendo a revisar su celular sin percatarse de los demás, un poco afligida.

—¿Por qué observa tanto ese aparato?

JJ suspiró.

—También trato de adivinarlo.

—Ya sé. —El moreno carraspeó—. Cassie, me duele mucho el cuello y mi espalda, dormir aquí me hizo mucho daño. —hizo un puchero fingido—. ¿Me haces un masaje?

Ella levantó la mirada.

—¿Dónde te duele?

—Aquí. —señaló mientras sonreía sintiendo los manos de su mejor amiga en sus hombros, agradándole—. ¿Ya te han dicho que tienes manos mágicas?

Asintió. —Muchas veces.

JJ bajo la mirada con una sonrisa socarrona.

—Que asco, adolescentes hormonales pensando en sexo todo el día.

El habla de otra persona llamó su atención, aquella ojimiel quitó su atención de los hombros de su mejor amigo para observar al frente, haciendo un arrugamiento de nariz de felicidad.

—James. —Sonrió mirando al hombre mayor en el umbral de la puerta, sosteniendo la cintura de cierto moreno pegado a él mirándola con desconfianza. Se acercó un poco rápido para abrazar por cuello al castaño, haciendo lo mismo con el más bajo—. Él me habló mucho de ti, eres mucho más lindo que las fotos.

Un rubor apareció en sus mejillas y se ocultó en el cuello de su prometido, —Pues, muchas gracias.

—¿Cómo está tu hermano? —James frunce el ceño entregándoles las cosas.

—Bien, ahí. —Agarró las bolsas que le entregó al ojimiel, colocándola sobre la mesa principal—. ¿Trajiste lo que te pedí?

Le dio un sobre cerrado.

—Veinte mil dólares.

—Esto le alcanzará.

—Podemos darte más. —Dijo Javadd, con los brazos sobre su pecho mientras era tomado de la caderas por el más grande.

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