Capítulo 12

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Una mañana sin ruidos. Nick se había ido, ¿a dónde?, no lo sé.

Pude dormir tranquila. La cama sólo para mí y con más de cinco almohadas a las cuales aferrarme. El sol de casi medio día entraba a mi habitación y el reflejo chocaba en el espejo, haciendo que todo estuviera iluminado.

Me levanté y fui a la cocina a preparar algo de comer. Mientras tomaba mi taza de café miraba hacía la alfombra, aún tenía pigmentos del polvo de la bola de cristal, y tal vez pedazos diminutos del vidrio que no pude limpiar. La mancha de sangre había desaparecido pero había un olor que me llamaba mi atención.

El olor era cómo un perfume muy sutil, qué sé que más de una vez lo pude oler. Era el perfume que usaba mi mamá. Se lo ponía todos los días sin falta.

Ahora más quería llorar. Hacerlo sin parar. La extrañaba, el dolor no tenía un limite, pero la superación sí lo tenía. Algún día iba a llegar a solo recordar lo bueno y dejando de lado lo malo, algo que no se me complicaría sí supiera hacerlo, ahora.

Soy muy pesimista.

Mi teléfono comenzó a sonar, y sonar, y sonar. No iba a responder.

Tenía un plan para hoy.

Me bañe, me puse un lindo atuendo, cepille mi cabello y dientes. Tome mi bolso y mi teléfono, y salí del apartamento para ir a un lugar no tan especial. Iba a tratar de estar lo más alegre en mi tarde, ya que iba a ir a ver a la mujer que me dio la vida.

Las calles no estaban tan vacías, los insultos eran de esperarse al igual que los gritos que provenían de las personas que estaban afuera de las tiendas. Reí en mi interior al escuchar lo que se decían a gritos, nada les quitaba gracioso.

Llegué a la tienda y antes de entrar volvió a sonar mi teléfono, esta vez sí respondí el primer llamado, luego de ignorar por una hora.

—Tienes que responder a la primera llamada, ¿no crees?—Es lo primero que dice la voz masculina.

—No, no lo creo.

—¿Qué tienes?—Pregunta el enmascarado.

—No quiero escucharte, ¿haz oído hablar de eso?—Respondí con sarcasmo.—¡Pues claro que no!, porqué eres tú y no puedes alejarte de ti mismo.

—¿Te levantaste con el pie equivocado hoy?

—¿Para que me llamas?

—¿Qué estás haciendo?, ¿qué piensas hacer hoy?—Pregunta él.

—¿Ahorita?, estoy caminando y no sé a dónde dirigirme—Mentí.

—Si sabes que te observo, ¿cierto?

—Gracias por recordarme ese detalle, maniático—Respondí y colgué la llamada.

Entré a la tienda rápidamente y compré el ramo de flores, las favoritas de mi mamá; orquídeas. Su olor era casi igual que del perfume que usaba ella, eso era único. Nunca había sentido un olor igual.

Ahora mi rumbo era hacía un lugar un poco solitario. El lugar era el hogar de los muertos, dónde se rumoreaba que aparecían fantasmas, realmente nunca creí en eso. O tal vez sólo porqué no lo e vivido. A veces sí me gustaba sentir presencias que fueran buenas.

El cementerio no era un lugar colorido, sólo el guardia pasaba allí día y noche. Las rejas eran grises y las barras eran negras. Lo único colorido que se apreciaba eran las flores que dejaban encimas de las tumbas.

Me dirigí por el sendero que me llevaba a la tumba de mi mamá. Su tamaño no era tan grande, pero me gustaba la zona en dónde estaba, ya que era la zona en la que había césped. Me senté al lado, se apreciaba muy bien la placa de cemento que tenía su nombre.

La Estrella De KWhere stories live. Discover now