✾Capítulo Doce.

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Los sonidos sordos que los nudillos de Park creaban al impactarse contra la saca de boxeo sonaron por todo el gimnasio, sus jadeos y gruñidos acompañaban ese singular compás. Su estrés parecía desfogarse demasiado lentamente contra la pera, y él necesitaba que todos esos tormentosos sentimientos salieran de su sistema como el sudor que bajaba por su cien.

Desde hace un par de días estaba así y no podía deberse sino a su siguiente gran pelea que se llevaría a cabo la noche siguiente.

Jimin quería ganar, no sólo porque el premio fuese de diez mil dólares, sino porque su orgullo así se lo exigía. Era un excelente boxeador, y no lo decía sólo él sino aquel sinnúmero de fanáticos que ganó por su destreza en el ring, y no estaba dispuesto a llamarse perdedor. Así que para asegurar su victoria venía entrenando días enteros, hasta que sus nudillos sangraban y ni aún así parecía querer detenerse. Hoseok ya lo retó un día cuando Park estuvo a poco de desmayarse. Jimin no era de hierro y parecía llegar a su límite. Eso era preocupante porque no sólo se trataba de la salud del hombre, sino que de seguir así no ganaría la tan ansiada pelea.

-Deberías detenerte -le habló una voz a la espalda, y Jimin la hubiese ignorado sino fuese que aquella voz era del pequeño chico que a veces veía bailar en aquel bar tan refinado. Jungkook.

Dándose vuelta se enfrentó a la dulce presencia del muchacho, vestido de negro y rosa dándole ese típico aspecto de niño rico mimado. Jimin esbozó una sonrisa, pero se dio vuelta nuevamente y continuó golpeando la saca.

Escuchó un bufido a su espalda.

-Dime, ¿golpearás ese saco hasta que la mano te sangre?

Con la mirada baja, Jimin revisó sus manos y notó la sangre sobre sus nudillos. Gruñó. Pero su terquedad pudo más y continuó.

-¿Qué haces aquí? Si buscas un espectáculo, lamento decirte que no doy demostraciones privadas.

-No vine por eso. Hoseok me llamó y me dijo que estabas desquiciado; quise creer que exageraba, pero veo que no se equivocó, ni un poco.

-¿Por qué Hoseok habría de llamarte?

-Tengo esa misma duda. Aunque, al parecer, cree que yo puedo hacer que dejes de boxear y que descanses.

-¿Y crees que eres capaz de eso? -se burló Park, sujetando con sus manos la pera de boxeo para detenerla. Se dio vuelta, agitado y jadeante, empezó a retirarse las vendas de las manos, aquellas que tenían grandes manchas rojas por la sangre.

-No, pero me pareció divertido venir y ver cómo te destruyes -respondió altanero con una sonrisa amplia en su rostro.

-Se llama entrenamiento, niño, y lo hago para una pelea importante.

-¿Y de verdad piensas que vas a ganar si sigues así, degradando tu salud? Apostaré a que antes de que te subas al ring ya habrás sido noqueado, pero por tu propia negligencia.

Jimin se preguntó a qué se debía esa nueva faceta de Jungkook. Ser tan confiado, arrogante y sarcástico no era su estilo, mas bien lo era ser más dulce y dócil. Un sumiso como a Jimin le gustaba, aunque no podía mentir y decir que esa faceta arisca no le ponía mucho. Cuanto quisiera domar a ese conejito salvaje, ponerlo sobre su vientre, con el culo levantado meneándolo para su amo.

-¿Tienen un botiquín aquí? -preguntó con franca curiosidad.

Jimin largó una carcajada.

-Sí. No somos animales que se lamen las heridas.

-Pues tu sí pareces uno.

Jungkook siguió al boxeador hasta la zona del bar de donde sacó una botella de licor transparente y el botiquín. El muchacho lo tomó y empezó a sacar lo que necesitaba. Alcohol, algodón y gasas. Tomó la mano de Jimin entre la suya, se sentía áspera, sudada y tan grande. Empezó a limpiar con alcohol las heridas mientras Jimin tomaba de la botella de licor.

Fight For Love (Jikook)[Adap.]Where stories live. Discover now