✾Capítulo Quince.

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Salieron del local cerca de las dos de la mañana, charlando entre gorgoteos risueños y el calor de la bebida, aunque no podían llamarse ebrios, sí estaban embarcados en un alegre barco. Fuera del club, por la puerta de atrás, se hallaron con la densa oscuridad, a pesar de que las luces de Seúl eran un faro brillante que alumbraba todo. El auto de Jungkook se encontraba en el parqueadero a tan solo unos pocos metros, mientras que la motocicleta de Jimin estaba ilegalmente estacionada junto a los lujosos autos de los ejecutivos del club. Para lo que le importaba.

Trastabillando sobre el pavimento, Jungkook logró llegar a su coche y se apegó contra este, sintiendo lo débiles que estaban sus piernas luego de haber bailado esa noche y haber estado bebiendo con Jimin. Como si no fuera suficiente la presencia de Park para alterarlo, ahora el alcohol también causaba estragos en su lento sistema.

—Un Porsche 911 rojo —silbó Jimin con sorpresa—. ¿Te lo regalaron mamá y papá por tu cumpleaños?

Jungkook soltó una fuerte carcajada que retumbó en su pecho. Entonces, con altanería le contestó:

—No, este me lo compré yo. El auto que me regalaron mis padres era un Rolls-Royce Wraight y fue cuando me gradué de la secundaria, aunque el auto nunca lo sentí como mío.

—Y te compraste uno que encajara contigo —se mofó Jimin.

—¿Te gusta? —preguntó y siguió—: No creí que fueses un hombre de autos cuando amas esa motocicleta tanto como a tu vida.

—Soy una sorpresa sobre ruedas. Además, yo creí que tu auto predilecto sería uno color rosa brillante, con brillantina en los asientos.

—De hecho, mi tío me regaló uno así cunado era niño, aunque era más bien la homologación de un Hummer en versión más pequeña.

—Eres insoportable —masculló el boxeador con una sonrisa ladina en los labios.

Y entre risas fueron inconscientes de la presencia de otros que con mala intención se les acercaron. Seis hombres malencarados y con ropa andrajosa los rodearon, todos ellos con expresiones lúgubres, terroríficas.

—Hemos encontrado una mina de oro —ladró uno de ellos.

Jimin frunció los labios y apretó los puños.

—Largo.

—Aquí el que debería irse eres tú —atacó—. La princesa del dinero no necesita tu protección.

El boxeador gruñó bajo, disgustado por los maleantes tanto como el aroma a licor que salía de sus bocas. Se le antojó tenderlos en el suelo de un par de golpes, pero podía asegurar que esos hombres estaban armados, y él no tenía nada más que sus puños. Una pelea desigual que no presagiaba nada bueno.

—¿Qué quieren? —se atrevió a preguntar Jungkook, dejando su miedo de lado.

—A ti.

La respuesta le regresó el temor al muchacho, que tembloroso tomó a Jimin del brazo como buscando ayuda.

Tres de ellos sacaron navajas afiladas y con ellas amedrentaron a Jimin para que se apartara del joven. A tirones lo lograron y cuatro hombres rodearon a Jimin como una burda muralla, mientras el resto de ellos iba a por Jungkook. El pobre muchacho temblaba de miedo y sus ojos lagrimeaban sin poder detener el llanto.

—¿Ese bonito auto es tuyo? —ronroneó uno de ellos apresando el cuerpo de Jungkook entre sus brazos.

—S-sí.

—Quiero las llaves y tu billetera —demandó.

Jungkook sacó de su bolsillo trasero de su jean las llaves del auto y de la bolsa donde cargaba su ropa para cambiarse luego del espectáculo, tomó su billetera y se las entregó.

Fight For Love (Jikook)[Adap.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora