La fiesta

11: Pelea

Nahuel miró con furia a Julián. Más le valía que no le hiciera nada a Máximo, porque sino lo iba a conocer realmente enojado. Con su amigo no se metía nadie.

Julián se acercó un poco a Máximo. Nahuel, furioso, se le acercó y lo empujó con fuerza.

—A él no lo tocás —le susurró a Álvarez entre dientes.

—¿Y si no quiero? ¿Qué vas a hacer?

—Tengo dos opciones, Álvarez; uno: decirle a mi papá y a mi tío lo que estás haciendo y que se encarguen ellos. Dos: si tocás a Maxi, me vas a conocer enojado, y no creo que quieras verme así, pelotudo. Con Máximo no te metés. ¿Escuchaste?

Julián no le contestó. Nahuel se le acercó y Juli empezó a retroceder; no pasó mucho tiempo para que su espalda tocara la pared. Nahu se le acercó hasta quedar a centímetros...

—¿Me escuchaste o no, Julián? —le preguntó entre dientes.

—S... sí —susurró Álvarez.

—Aggh, más te vale, eh. Mirá que si te metés con Máximo, te metés conmigo —le advirtió Gallardo, amenazante. No se iban a meter así como así con su mejor amigo. Claro que no.

Julián tragó saliva y murmuró algo. Supuestamente estaba preguntando si ya se podía ir.

—Pero, Julián: si vas y le contás a mi papá y a mis tíos tu versión, ya vas a ver. Yo les voy a ir a contar lo que realmente pasó y lo qué le quisiste hacer a Máximo si nos metés en problemas.

—¡No le quise hacer nada! —gritó el cordobés.

—¿Ah, no? ¿Y por qué te le acercaste? ¿Por qué, antes de que Max despertara, empezaste a interrogarme sobre por qué no te había contado sobre él? ¿A vos que te importa si yo te cuento o no? Es mi vida, Álvarez. Y a vos no te tiene que importar. ¿Qué te importa a vos si yo hago algo con Máximo ahora que estamos juntos y no con vos? ¡Estoy todo el día con vos! —el primogénito del Muñeco Gallardo empezó a soltarle pregunta tras pregunta al otro.

Álvarez no le dijo nada, sólo lo miró asustado.

—Cucha' una cosita: ni se te ocurra decirle a papá, al tío Hernán o al tío Mati sobre esto, porque yo voy a decirles lo que pasó posta, y el que se va a ver en graves problemas vas a ser vos —agregó Nahu—. Ojito, eh —advirtió, y le hizo la seña de "ojito".

—Bue... bueno —murmuró Juli, aterrado. No quería provocar a su amigo.

—Ah, casi me olvido: volvé a hablarle a Máximo, volvé a acercártele, o cualquier cosa cuando yo esté con él, y me vas a conocer enojado —le dijo Nahuel—. Ahora ¡tocá de acá antes de que te tenga que decir algo más! ¡Rajá de acá!

Apenas Nahuel terminó de decir esas palabras, Julián se fue corriendo.

Máximo se acercó a Nahuel casi corriendo. Trató de calmarlo, porque sabía lo alterado que estaba.

—Nahu, Nahu, tranquilo —le susurraba—. Tranquilo, ¿sí? No pasó nada, Nahuelito. Estoy bien...

—¡Max! —lo interrumpió Nahuel, y, para sorpresa y alegría de Barros Schelotto, lo abrazó—. Perdón, Máximi. Perdoname —musitó, acurrucándose en el hombro del menor—. No sé qué mierda le pasaba a Julián, pero él no es así nunca.

—Shhh. Nahu, ¿qué tiene que ver? Am... Nahuel —se corrigió Maxi a tiempo; casi la cagaba: le estaba por decir "amor" a su mejor amigo—, eso no me importa, ¿está bien? Pero igual... Gra... gracias por defenderme —susurró.

—No tenés que agradecerme, Maxi; sos mi mejor amigo.

Máximo se sentó. Nahuel se arrodilló a su lado, le agarró las manos y, mirándolo a los ojos, le dijo:

—Si te llegara a pasar algo cuando estás conmigo, nunca me lo voy a perdonar; no podía dejar que Julián te tocara, no podía. Yo...si te pasara algo no sé que haría, Máximi: sos mi mejor amigo.

—Awww, Nahu —dijo Maxi, con una sonrisa enternecida. Su amigo a veces era demasiado tierno.

—Es la verdad, Max: sos mi mejor amigo... No sé que haría si te pasa algo. No... no soportaría eso...

Máximo no lo dejó terminar: lo besó en el cachete.

Luego lo abrazó, tirándolo suavemente al suelo. Nahuel, desde el suelo, le correspondió al abrazo. Max, arriba de su amigo, escondió la cara en el pecho de éste, para que no notara su sonrisa. Nahu sonrió tontamente al ver así a Máximo. ¿Más tierno no podía ser?

«No, no me tengo que hacer ilusiones así: Máximo ama a alguien, pero yo estoy más que descartado» pensó, con algo de dolor. Era obvio que Máximo sólo lo veía como su mejor amigo, nada más.

—Max... —le susurró al oído.

Maxi lo miró y, al ver qué seguían así, se levantó algo sonrojado. Nahu reprimió una sonrisa. Ambos se sentaron de nuevo contra la pared.

Máximo miraba de vez en cuando y con disimulo a Gallardo, y éste hacía lo mismo con Barros Schelotto. Ambos estaban en silencio, un silencio cómodo. No sé decían nada, y a la vez se decía casi todo; se conocían desde niños, no necesitaban las palabras para comunicarse, ya con una sola mirada o seña se entendían. Cuando estaban enfrente de sus padres hablaban (al igual que con el resto de sus primos si estaban con sus padres, o si los podían escuchar los mayores) en clave. Palabras que sólo el grupo sabía que significaban.

De repente, Nahu le susurró a su amigo:

—Maxi.

—¿Qué? —musitó Máximo, dudando sobre si apoyar la cabeza en el hombro de Nahuel o no.

Nahu, para su sorpresa, dio un par de palmadas en su regazo, como indicándole a Maxi que se siente. El menor lo miró sorprendido, pero, reprimiendo una sonrisa, obedeció: se sentó en las piernas de Nahuel, y apoyó su cabeza en su hombro, cerrando los ojos. Nahu le acariciaba el pelo y le susurraba algo. Sin poder evitarlo, Nahuel enterró su cara en el cuello de Máximo por unos segundos. Se separó algo avergonzado por ese instante de...

—Perdón —susurró.

—Nahuel —dijo Max—, ¿fue posta eso que dijiste hace rato? Eso de que si me llegaba a pasar algo cuando estaba con vos no te lo ibas a perdonar nunca.

—Sí, Máximo. Todo eso fue cierto —respondió Nahu—. No quiero que te pase nada, Máximi. No sé que haría si te pasa algo cuando estás conmigo, Max. No... no podría...

—Ya te entendí, Nahu —lo interrumpió Max—. La verdad... Yo tampoco soportaría que te pasara algo cuando estamos juntos —confesó, evitando su mirada.

Nahu le acarició la mejilla, enternecido.

«No sos mas tierno porque no podés» pensó, refiriéndose a su mejor amigo.