29: amor

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Nahu y Maxi charlaban. Maxi apoyó la cabeza en el hombro de Nahuel, éste lo miró embobado. Ahora que sabía que lo podía mirar y besar cuando quisiera...

Nahuel lo llamó. Su pareja lo miró y Nahu le dijo:

—Maxi, no te quiero —ocultó una sonrisa ante la mirada asustadísima de Máximo—; te amo.

—Ay, boludo, se me paró todo —dijo Maxi. Se sonrojó al darse cuenta de que Nahuel lo había malpensado—. Atrevido que sos, Nahuel, por favor —dijo.

—Vos también, cuidá lo que decís —dijo Nahuel—. Te amo, Máximo.

—Yo también, Nahu.

Se besaron. Nahuel puso sus manos en la nuca de Maxi, queriendo profundizar el beso. Máximo le agarró la cara.

A escondidas, Matías Biscay y Hernán Buján los miraban aguantando la risa.

—Mati, te dije. Che, ahora tengo que ver lo del Enzo y el Burrito —dijo Hernán.

—Callate —dijo Mati, evitando su mirada.

Hernán lo abrazó por detrás y Matías lo miró. Sus miradas de conectaron, y se perdieron en los ojos del otro. Cuando salieron de su ensueño, Buján tenía una sonrisa boba en la cara.

—Eh... Hernán, ¿te... te gusta alguien? —preguntó Mati.

—¿Por? —preguntó medio a la defensiva su amigo.

—No, es que... Quería saber —se defendió no muy convincentemente Matías.

—S... Sí —susurró Hernán, sin mirarlo a la cara.

—A... A mí también, Herni —confesó el mayor.

Los dos se miraron.

—¿Quién te gusta? —le preguntó Hernán, como esperanzado.

—No te puedo decir, Hernán.

—Jo, dale —trató Buján.

Hernán se le acercó y le susurró al oído:

—Sólo quiero que sepas ésto, Matías: no te veo como amigo.

Le dio un beso en el cachete y se fue, antes de que Mati pudiera procesar lo que había dicho. Una vez que lo hizo, miles de pensamientos pasaron por su mente a toda velocidad. Cuando medianamente se pudo calmar, pensó en que no lo quería, si no lo veía como amigo... Pero otra parte suya pensó en que Hernán estaba enamorado de él.

—No, Hernán no puede estar enamorado de mí —susurró para sí mismo—. Es imposible.

Miró una vez más a los tortolitos, deseando que Hernán y él estuvieran así. Suspiró y fue a buscarlo.

Lo encontró adentro, sentado. Miraba a Marce, quien charlaba con Guille, muy pegadito a él. Mati se acercó a Buján.

—Pollo —susurró.

—Willy —dijo suavemente Hernán—. ¿Qué pasa?

—Herni, explicame lo que dijiste: que no me ves como amigo —pidió Biscay, sentándose a su lado.

Hernán evitó su mirada y se tapó la cara. ¿Para que mierda habló?

—No... No puedo, Mati —murmuró.

Matías le agarró las manos y antes de que el menor se diera cuenta, el otro estaba a centímetros de su cara. Buján no podía interpretar su mirada, y estaba asustado por eso.

—Ey, no me mires así, no te voy a matar —susurró Biscay, divertido.

Hernán se sonrojó.

—Lindo —musitó Mati para sí mismo. Le parecía adorable el sonrojo de Hernán.

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