15: Llanto

260 12 50
                                    

Nahuel lo miraba asombrado, demasiado sorprendido para acercarse al menor. Lo había visto llorar, sí, pero en muy contadas ocasiones, y nunca lo vio envuelto en un llanto tan desgarrador como ese.

No sabía si acercarse y consolarlo, si quedarse mirando o si irse corriendo. Optó por la segunda opción.

—¿Cómo puedo ser tan pelotudo? —sollozaba Máximo—. Él no me ama. No soy más que un amigo para él. ¿Por qué? De él, justamente. Mi mejor amigo, la puta madre. No le puedo decir, voy a perderlo si lo hago, y eso es lo que menos quiero... Si no puedo ser su pareja, quiero seguir siendo por lo menos su mejor amigo... —ahí soltó un sollozo más fuerte y acercó su cabeza a las rodillas, y se agarró el pelo.

Parecía un niño desconsolado.

«Lo que es en realidad» pensó Nahuel, preguntándose a quien se refería Máximo... "Mejor amigo"... ¿Quién sería?

—Ay, Máximi —musitó Gallardo.

Se le rompió el corazón al verlo llorar... seguramente por su culpa.

—¿Está llorando por mi culpa? —se preguntó—. ¿Voy o no? —luego suspiró.

Decidió ir a consolar a su amigo. Se le acercó y, cuando estaba por sentarse a su lado, Maxi se paró de repente:

—¿Qué querés? —le espetó a Nahuel, con la cara llena de lágrimas.

Nahuel acercó su mano para tratar de limpiárselas, pero Max se corrió.

—¡Dejame en paz, Ezequiel! —le dijo a su amigo—. ¿Qué mierda te...te pasa? —susurró, con la voz quebrada.

Nahu se le acercó un paso. Maxi le dio la espalda. Lo miró por encima del hombro y se fue. Nahuel lo persiguió. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué estaba llorando? Y... ¿Quién era "él"?

Vio a Máximo, que estaba en el pasto; al parecer, se había dejado caer.

—¡Max! —lo llamó.

Se le acercó... Max, al verlo, trató de levantarse e irse, pero Nahuel fue más rápido: lo agarró del brazo y tiró hacia él. ¿El resultado? Máximo quedó en su pecho, aunque estaba forcejeando para que Nahuel lo soltara.

—¡Soltame! —le dijo, aún entre lágrimas.

Nahu, por la sorpresa de ver que su amigo estaba llorando así frente a él, lo dejó ir sin darse cuenta. Cuando vio que lo había soltado, le agarró rápidamente el brazo. Se le acercó y le preguntó, casi enojado:

—¿Qué te pasa que me andás evitando tanto, Máximo? Cuando llegaste estabas de lo más bien, pero desde que tocaste la guitarra (cuando terminaste) estás re arisco conmigo. Me evitás, sin siquiera darme una explicación. ¿Qué te pasa, boludo? —bajó la voz en la última pregunta.

—No...no te interesa, Nahuel —murmuró Máximo, sin mirarlo.

Nahu le agarró la cara e hizo que lo mirara a los ojos. Le dijo:

—¿Estás llorando por mi culpa, no?

—Dejame. ¿Qué te importa por qué estoy llorando?

—¡Sos mi mejor amigo!

Cuando Máximo escuchó las últimas dos palabras, empezó a derramar más lágrimas. Justo en ese momento tenía que escuchar las dos palabras que menos quería escuchar: mejor amigo. Eso dejó en claro por milésima vez que Nahuel Ezequiel sólo lo consideraba su mejor amigo, nada más.

Consiguió que Gallardo lo soltara. Luego, cayó de rodillas en el pasto, llorando. Nahu se arrodilló a su lado y le agarró las manos.

—Max, tranquilo, ¿sí? —le susurró.

—And... andate de acá —le dijo Máximo.

Nahuel se le acercó y le susurró al oído:

—Si es por mi culpa que tas' llorando, perdón. 

—No... no importa. Es por tu culpa, claro que sí. Pero me chupa un huevo, Ezequiel: no me interesa.

Nahuel, ignorando completamente lo que decía Máximo, le limpió las lágrimas.

—¿Vas a seguir llorando? ¿Enserio? Max... Shh, tranquilo —le dijo Nahuel cuando vio que su amigo estaba por abrir la boca—. No llores, am... Máximi —se corrigió, con un leve sonrojo.

«No llores, bebé» pensó.

Nahu le agarró la cara con las manos y le besó la cabeza. Maxi, sin poder resistirse más, sin poder seguir haciéndose el enojado y dolido con Nahuel, se abalanzó sobre él. Lo tiró al piso.

Barros Schelotto se puso al lado de Gallardo y escondió la cabeza en su pecho, sollozando, aunque menos que antes. El hijo del Muñeco se incorporó un poco, sólo para acercar más a Máximo. Lo abrazó con fuerza y empezó a acariciarle el pelo.

«Aún llorando se ve lindo... ¡Pará! ¡¿Qué carajo?!» pensó, sorprendiéndose por sus pensamientos.

¿Lindo? ¡Era su mejor amigo, la puta madre! No le podía parecer "lindo" su amigo de la infancia... ¿O sí?

Mientras divagaba sobre todo eso, y mientras veía a Máximo acurrucado en su pecho, recordó un momento de ambos, cuando eran más chicos...

La fiestaWhere stories live. Discover now