Capítulo 6

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Aún el sol brillaba, pero no tardaría en bajar. Viktor estaba acostumbrado al frío, pues en Rusia las estaciones calurosas apenas se notaban en exceso. Pero ahora, fuera de allí, intentaba acostumbrarse al verano de aquel continente, pero le era imposible. Llevaba años en América y aún así no lo lograba.

—¿Ya hemos llegado? —Cuestiona el niño, mirando por la ventanilla del coche.

Volkov aparca donde estaba aquella mañana y apaga el motor.

—Sí—sale del vehículo y lo rodea, yendo al asiento donde Nikolai estaba sentado.

Se inclina para quitarle el cinturón y se hace a un lado para que baje. El pequeño con rubia cabellera toma su pequeña bolsa roja y mira a su alrededor mientras se mantiene de pie. El chef, en vez de dejar que camine por sí solo, se arremanga su camisa blanca hasta los codos y le coge, cargándole a un costado. Nik celebra eso. El coche se cierra automáticamente cuando se alejan. Viktor pasa por un camino peatonal, cruzando la calle y adentrándose al callejón lateral del restaurante. No podía entrar por la puerta delantera cuando era de día y había gente. Así, minutos después, y aún cargando al niño, empuja la entrada trasera. Está directamente daba a la cocina, por lo que la habitación se queda en silencio percatándose de la presencia de su jefe.

—¡Menos mal! —Exclama Michelle al otro lado, recorriendo el espacio para llegar a donde se encontraba.

Pero alza una ceja y mira al pequeño.

—¿Tienes un hijo? —Interroga completamente confusa.

Pero este no le hace caso y le rodea, yendo a dejar a Niko sobre una mesa que no solía usarse.

—Quédate aquí y no bajes, ¿de acuerdo? —Advierte el mayor.

—Да—asiente.

—No voy a tardar mucho, ¿tienes hambre?

—Нет—niega.

—Vale—suspira.

Se gira, viendo al resto de cocineros mirarle. Frunce el ceño, yendo a por su delantal.

—¿Qué hacéis? ¡A cocinar! —Ordena, tomando el control del la cocina.

Todo se pone en movimiento. Volkov s ea cerca a Michelle.

—¿Cuál es su orden? —Interroga.

—Esta—le da una hoja de papel.

El ruso frunce el ceño al ver el pedido. Un Shashlik, Borsch y un Kisél. Todos eran platos rusos.


[...]


—¡Pedido! —Exclama al terminar el último plato.

En seguida, un camarero se lo lleva. Suspira, consciente de que no podría irse hasta que el otro chef pidiera hablar con él. Porque estaba seguro de que iba a ocurrir.

—Povar—le llaman.

Este se gira, viendo a una cocinera novata llegar hasta a él.

—Su hijo le llama—señala en dirección a donde estaba Nikolai.

«Cierto, no saben que es mi sobrino», piensa. Aún así, no le rectifica y asiente, rodeándole y tengo donde el niño.

—¿Qué ocurre? —Le pregunta al verle con el ceño fruncido.

—No encuentro mi libro—dice molesto mientras rebusca en su pequeña bolsa.

—A ver, déjame ver—se la pide.

Plato de cinco estrellas. |Volkacio AU|Where stories live. Discover now