Capítulo 5

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—¿Seguro que vas a estar bien? —Cuestiona, colgándose el bolso en el hombro.

—Sí, Alek, vete ya—habla Viktor, dándole un pequeño empujón.

—Espera, quiero despedirme de Nik—le rodea y corre hacia la gran sala de estar abierta, donde se encontraba el pequeño dibujando sobre unos folios en blanco.

Deja un beso en su coronilla y le sonríe, mientras que el pequeño sigue jugando. Entonces, también da uno en la mejilla del ruso y camina deprisa hacia la salida.

—Si hay algún problema avísame—recuerda, ya en el rellano.

—Sí, sí—agita la mano en el aire, sosteniendo la puerta con la otra.

—Pero de verdad, Vik. Vendré enseguida—pone sus brazos en jarra.

—Lo sé.

La mujer suspira. Finalmente, se despide de él y se aleja. El cocinero, por otra parte, entra en casa y cierra. Camina lentamente hacia la sala de estar, y se sienta junto al niño.

—¿Se ha ido mamá? —Balbucea.

—Sí, pero no pasa nada—revuelve su cabellera platina—. ¿Tienes hambre, Niko?

Niega con la cabeza, concentrado en su pintura.

—Pero tengo calor—dice.

—¿Quieres que te prepare helado? —Se levanta del suelo.

—De fresa—por primera vez, le mira, con esos ojos grises y grandes reluciendo con emoción.

Este sonríe. No podía resistirse a esa mirada.

—Voy. ¿Quieres venir conmigo a la cocina o te quedas aquí?

Nikolai parece pensárselo con esfuerzo.

—¿Puedo llevar esto? —Levanta el lápiz y el folio.

—Claro.

Espera a que recoja todo lo que quiere llevar, y hace que le siga hasta la cocina. Allí, Volkov se inclina y le sube a uno de los taburetes altos de la isla. El infante sigue su entretenimiento mientras que el mayor va a por los ingredientes necesarios. Saca hielo, leche de soja, azúcar y fresas. También, la batidora y dos cuencos de cristal, junto a dos cucharillas. No tarda más de diez minutos en terminar. Lo pone frente al niño, que lo toma inmediatamente, llevándose el cubierto de acero a la boca.

Viktor procede a hacer lo mismo, pero su teléfono comienza a vibrar con insistencia en su bolsillo. Lo toma, pensando que se podría tratar de Aleksandra. Pero se sorprende cuando ve el nombre de Michelle en el identificador. Descuelga.

—Povar—es lo primero que escucha tras hacerlo.

—¿Qué ocurre? —Cuestiona, dando vueltas a su postre.

—Tenemos un problema.

Este cierra los ojos durante unos segundos.

—¿Qué tipo de problemas, Evans? —Suspira.

—Hay un chef en el restaurante.

«¿Cómo?»

—¿Un chef? ¿Qué chef? —Frunce el ceño.

—Se apellida García.

—¿García?

—Sí. Es rubio y lleva un pequeño moño atado en su pelo. Tiene los ojos azules.

—¿Y esa descripción de qué me sirve? —Resopla.

—No lo sé—suspira.

El ruso ve al pequeño comer tranquilo.

—¿No puedes hacerte cargo de la situación? Ahora mismo no puedo ir, estoy ocupado.

—No sé si pueda—se escuchaba el alboroto en la cocina, cosa que estaba poniendo de los nervios al chef al otro lado de la línea.

—No es tan complicado, solo cocina lo que pida. También eres chef, Michelle.

—¡Chef! —Alguien grita al otro lado.

—Dime, Andy—contesta ella.

—Ese tío sale en un programa de televisión—exclama—. ¡Y tiene una sección en la revista que nos criticó el otro día!

Eso deja en silencio a los dos cocineros.

—¿Estás seguro?

—Mi madre es muy fan suya, estoy segurísimo—habla.

—¿Le has escuchado, Volkov? —Interroga la pelirroja.

Este tenía el ceño fruncido, totalmente perdido y confuso. ¿Por qué estaría allí, y justo después de haber ido a hablar con otro participante de esa dichosa revista? ¿Acaso ese crítico culinario no había podido ir él mismo, y había enviado a uno de sus amigos? ¿Tan creído se lo tenía?

—Sí—asiente.

—¿Vas a venir? —Pregunta por última vez.

—En quince minutos estoy allí—respira, mirando directamente al niño, que también levanta la cabeza confuso con esa frase.

—Aquí te esperamos.

Terminan la llamada.

—¿Vamos a alguna parte, Vik?

—¿Quieres venir conmigo un rato al restaurante, Niko?

Al pequeño se le ilumina la mirada con esa frase.

—¡Sí, sí, sí!

Plato de cinco estrellas. |Volkacio AU|Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz