Capítulo 19

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Me desperté al escuchar mi alarma y me quejé, el cambio reciente de horario me estaba afectando y quería seguir durmiendo. Volteé en busca de Giancarlo pero no estaba en la cama, así que a regañadientes me levanté y fui directo a darme un baño a ver si lograba despertarme por completo. Las vacaciones habían acabado y tenía que ir a trabajar.

-¡Mierda, Mierda! -lancé molesta otro vestido al suelo.

-Pitufa, ¿qué pasa? -Tarzan entró a la habitación. Ya se encontraba vestido con un hermoso traje gris.

-No me sirve nada -gruñí frustrada-. Parece que me comí una puta pelota de fútbol.

-Yo diría que una pelota de playa -lo maté con la mirada y él se rió a carcajadas.

-Estas hermosa amor, solo debes ir de compras. Siempre usabas ropa ajustada, es imposible que te sirva en tu estado -masajeó mis hombros relajándome.

-¿Qué se supone que me ponga entonces? -me quejé mirando toda mi ropa buscando posibles opciones.

-Sabía que esto iba a pasar, ven -me tomó de la mano y fuimos hasta nuestra habitación. Sobre la cama descansaba el vestido con el que había vuelto evidentemente limpio-. Hice que lo lavaran para ti.

-¡Eres el mejor! -llené su cara de besos y me regaló una linda sonrisa.

Terminé de vestirme y obligue a Giancarlo a que me llevara hasta la cocina en su espalda, pero me lancé al ver el super desayuno que tenía Nana preparado.

-Abigail, no te lances así -me regañó.

-¡Nana, mira mi anillo! -ella lo miró asombrada y me abrazó feliz.

-¡Es hermoso! -tomó mi mano viéndolo de cerca-. ¡Felicidades a los dos!

-Gracias -me senté a desayunar y Carlos entró luego de un rato.

-Buenos días.

-¡Carlos! -chillé-. Mira mi anillo -sonrió y fingió que no lo había visto.

-Te queda muy bien, nena.

Íbamos ya camino al hotel y estaba emocionada por volver a trabajar después de un mes de ausencia.

-¿Qué harás si ves a Gustav? -mire a Tarzan-. Seguro se va enterar que estás en el hotel e irá a verte de inmediato.

-Ya es imposible esconder a los bebés, cuando lo vea hablaré con él -me encogí de hombros-. Tiene derecho a saber que él es el padre biológico, esto no es una telenovela mexicana -suspiró.

-Me preocupa que por eso crea que tiene derecho sobre ti.

-Hey -hice que me mirara-. Estamos juntos ahora y él está casado. No tienes porqué preocuparte.

- Si, ya se -respondió no muy convencido mientras salíamos del auto.

-A ver, ¿quién duerme nosotros? ¿Quien nos cuida y cumple todos nuestros antojos? -puso su mano sobre mi panza y me sonrió-. Tú también eres el padre de los bebés.

-Está bien, está bien. Confío en ti -me dio un pico.

-¿Me acompañas a ir de compras más tarde? -lancé coqueta y negó riendo.

-Ni loco -rodeé los ojos y lo miré mal. De su billetera sacó una tarjeta de crédito.

-Pero ésta si quiere ir contigo -sonreí de manera maliciosa y se la arrebaté de las manos.

-Hare que te arrepientas de dejarme sola con tu tarjeta, Giancarlo Palumbo.

-No te cohibas, Amore mio -tomó mi cara y me beso con cariño-. Ten un buen día, Pitufa. No hagas esfuerzos.

Señora PalumboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora