37. "Me ignoras hace días"

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Ya habían pasado unas tres semanas desde que Kerem había vuelto a casa. Todo marchaba muy bien, aún no había vuelto a trabajar porque por más que estuviera recuperado no estaba al cien por ciento para volver a lo que era ser oficial de policía, así que se encontraba en la casa todo el día. Como Hande tenía que trabajar de Lunes a Viernes, su madre Çiğdem venía a hacerle compañía durante la semana para cuidar a Maia, hacer el almuerzo y demás.

Los días cada vez se tornaban más calurosos porque ya se encontraban en mitad del mes de Noviembre, los días comenzaban a ser más largos, las temperaturas subían, las flores ya estaban florecidas, aparecieron los mosquitos, los bichitos del calor y las ganas de vivir dentro de la heladera todos los días.

Era Viernes por la tarde más o menos las tres marcaba el reloj, Kerem se encontraba en el jardín sentado con su madre debajo del árbol mientras tomaban mate. Maia estaba con ellos pero se encontraba acostada sobre una manta en el césped durmiendo la siesta, porque podía pasar de todo pero la siesta de la tarde para ella era sagrada. Ya tenía nueve meses, estaba enorme y crecía tan rápido; ya le habían salido las cuatro paletas, ya caminaba a veces con un poco de ayuda pero lo hacía, ya decía muchas palabras e incluso a veces hilaba oraciones completas, ya comía lo que le pusieras en el plato, ya no usaba chupete, ya casi que no tomaba la teta sino que la había cambiado por la mamadera, ya jugaba con muñecas pero también amaba jugar con la pelota, ya se levantaba cuando se despertaba y podía bajarse de la cama o del sofá, quería subir las escaleras pero la compuerta se lo impedía y obvio, que se empañaba en robarse los adornos de todos los muebles que existían en la casa.

Como dije Çiğdem y Kerem se encontraban sentados en el jardín tomando mates respirando un poco de aire fresco, si es que le se puede llamar así porque el viento era un poco caluroso a decir verdad. Les hacían compañía sus mascotas aunque por ejemplo Héctor y Niebla dormían la siesta al lado de Maia; y Azul y Noche se encontraban debajo de las sillas recostados sobre el césped.

—Toma hijo. —le dijo ella ofreciéndole un mate.

—Sí, gracias. —respondió él y tomó el mate con una de sus manos.

—¿Tienes calor, necesitas algo? —preguntó.

—No, ma. Estoy bien.

—Bueno, cualquier cosa me avisas.

—Sí, está bien. Tranquila.

—¿Hoy debes ir a rehabilitación?

—No. Por suerte el médico me redujo las sesiones así que ahora solo son tres veces por semana. —contó Kerem.

—Eso es súper bueno hijo. Me alegro.

—Sí, la verdad que sí porque significa que queda poco para el alta definitiva.

—Sí, exacto. ¿Y Hande cómo lo va llevando?

—Pues bien, la verdad. Cada día la veo mucho mejor y más alegre solo espero que pronto pueda olvidarse de todo lo que pasó esos meses.

—Y no sé si se lo olvidará pero quizás le quede como un recuerdo lejano y no tan presente.

—¿Por qué no me has contado lo que pasó ella esos meses? —le preguntó Kerem con curiosidad.

—Porque yo no era quien tenía que contártelo, ni tú padre tampoco. —dijo en tono enojado.

—No te enfades con él, fue mi culpa yo le pregunté y tuvo que decírmelo.

—Está bien. No pasa nada.

—Cuéntamelo, necesito saberlo.

—¿Por qué quieres remover eso hijo? Déjalo allí en el pasado que esta mejor.

NUESTRO REFUGIO | HANKERWhere stories live. Discover now