|Capítulo especial 3| De copas

128 15 4
                                    

—Es la segunda vez que te veo esta semana, Toredo. Si quisiera algo, créeme, te lo pediría.

—No sé porque estoy seguro que no lo harías.

Bostecé, aburrida de esta conversación. Aunque él está como nuevo.

—¿Puedo pasar? —apuntó al interior de mi apartamento.

Miré encima de su cabeza y abrí la puerta para él. Toda su envergadura cupo de sobra, pero lo cierto es que Toredo era de los pocos hombres que conozco que se gasten tanta extensión muscular. Cerré la puerta y fui a servir un vaso con agua, por el camino le pregunté si le sirvo también.

No contestó.

—¿Me estás ignorando cuando tú fuiste quien vino a verme?—levanté mi vaso, bebiendo un trago —. Innecesario, a decir verdad.

—¿Ya fuiste con la psicóloga?

Coloqué el vaso con brusquedad en la península.

—Sí. Recién pedí cita, fui. —Solté un fuerte suspiro—. ¿Por qué?

—Porque te necesito entera para tu siguiente trabajo.

Eso llamó mi atención lo suficiente para ignorar un rato el rato de mal humor que sentí.

—¿Cuál trabajo? ¿Hoy, mañana?

—Espera. Tomaré ese vaso de agua.

—Qué vaso de agua ni que ocho cuartos, ¡dime qué trabajo!

Eliseo se echó a reír y tomó lugar en uno de los taburetes de mi cocina.

—Con tanta alegría debo ponerte mas a trabajar. Te hizo mas feliz que la comida. —Le urgí, exasperada. Se tomó todo el tiempo del mundo para hablar—. Tengo un amigo y me pidió el favor de asignarle un custodio por un tiempo. Él tiene un... oficio delicado y no se siente seguro. Me pidió lo mejor que tengo y salvando a Sergei, tú eres la mejor y te adaptas mas rápido que muchos que prefieren permanecer en el país.

—¿Es fuera de aquí? —entrelacé mis dedos, acomodándome en la encimera—. ¿Y qué pasa con lo de Emule?

Era decir su nombre y Toredo se engrinchaba como un toro y se sumía en una bruma extraña, como un león. ¿Quién lo entendía?

—De eso no te tienes que preocupar.

—Que gracioso sonó eso.

—¿Preferirías quedarte que ir cuando te mueres por hacerlo?

Volqué mi vista.

—No hay que ser áspero, Toredo. Claro que prefiero irme y si es hoy, estoy hecha.

No cambió su oscuridad al mirar. Lo que es extraño porque Eliseo nunca ha sido enigmático, no le sale natural.

—Te quiero hacer una pregunta, si estas dispuesta a responderla.

—Nuestra formalidad terminó hace un año, Toredo. Lo que tengas que preguntar, pregunta sin dilación.

—¿Por qué un hombre como Emule Videlmard desperdiciaría su buen nombre en ti?

Sujeté fuertemente a mis recuerdos, maniobrando entre ellos y el insulto tácito que creo haber oído.

—He tenido tiempo para analizar la situación que se suscitó ese día. Era tan normal como lo habían sido los meses anteriores. Una tarde lluviosa para hacerlo todo mejor —añadí con sátira—. Él me llamó, como te dije y creo que fue desesperación. Hubieron insinuaciones pero de ahí a abalanzarse hacia mí, hay una gran diferencia.

¿Sí te queda?Where stories live. Discover now