Preludio |II Parte|

246 28 34
                                    

—¡No entiendo porqué no dijiste nada, Cara!

Oups ! Cette image n'est pas conforme à nos directives de contenu. Afin de continuer la publication, veuillez la retirer ou télécharger une autre image.

—¡No entiendo porqué no dijiste nada, Cara!

Refrené mis ansias por devolver el grito y recogí mis piernas, abrazándolas con mis brazos y encajando la barbilla entre ellas.

—Si viniste a gritar, hazlo al otro lado de la puerta.

Abre su boca y pasa ambas manos por su largo cabello. Antes lo mantenía corto lo mínimo, no un rapado colosal, pero sí un cuidado corte que no dejaba nada en la cara o las orejas. Pero hace unas semanas que no se lo pule. Le veo más joven así.

—Qué fue exactamente lo que pasó —demanda saber, en un tono más propicio.

Ruedo mis ojos. Con lo mucho que me gusta revivir la escena.

—Se me vino encima aunque le advertí que no lo hiciera y al final le apunté con mi arma, dos veces en realidad. La primera esperando que reaccionara o no lo sé, lo que fuese, que se alejara, y como no lo hizo y tuvimos que forcejar, la segunda vez quité el seguro; estuve a nada de perforarle el cráneo y ni así escuchó. Yo no quería dispararle, pasaban demasiadas cosas por mí cabeza y una de ellas es que me las vería mal o ustedes si le agredía, pero llegó Rodríguez y pudo cerciorarse por sí mismo de lo que le conté luego. Me disculparás que no pudiese hacerlo en el mismo momento que abrieron la puerta del despacho; mi enojo era tan grande que necesitaba salir de ahí ya. Y si no dije nada antes —recalqué, para que oyese bien— no fue por nada en especial, Toredo. No lo hice, y si volviera atrás, no lo haría. No era capaz.

Su rostro de contrariedad era el mismo de siempre, apretando las manos en puños, junto con el de furia contenida encajando en su boca cual chicle, moviéndose por doquier y resoplando como un toro. El juego de palabras con su apellido hubiese sido un buen chiste pero Eliseo no está para mis chistes ''sin gracia''.

Impacientada por su actitud me levanté del sofá y me acerqué, agitando mi cabeza lado a lado apremiando que mire hacia mí, sin embargo no está funcionando. No me gusta que se preocupe por algo como esto. Es decir, ya es suficiente con que tenga en entredicho su trabajo, un trabajo que ama y que no vamos a permitir que pierda; que perdamos, como para rematar con una empleada pasando por un trauma, cosa que no es tan así. ¿Cómo le hago entender que estoy bien, solo irritada?

No hago gran esfuerzo al colocar mis manos en sus hombros y ahora sí obligarlo que me vea. Muevo mis dedos, presionando su piel y músculos, los que conozco que harían a cualquiera relajar un poco. Me alimento de la minúscula intención de cambio de cara, que cierre sus ojos y muestre parte de su cuello, y lo sigo haciendo, muy suavemente y tengo en mi lengua la orden de que se tumbe y permita no pensar más en todo lo que lo agobia.

Pero es imposible, ambas cosas.

—Ten calma, por favor —pido explorando en la suavidad de mi tono—. ¿Quieres añadirme otra preocupación?

Abre los ojos y ellos dicen mucho antes que lo que dirá su boca.

—¿Cómo añadirte?

—Tenerte en mi casa gritando y molestándote con mis plantas artificiales solo consigue preocuparme, Toredo.

¿Sí te queda?Où les histoires vivent. Découvrez maintenant