Capítulo 10: No está tan mal, después de todo

48 21 28
                                    

Vera.

Bajé de la camioneta rápidamente. Ni siquiera me despedí de Diego. La había pasado tan bien, que no pensé en las consecuencias —O sí, pero decidí ignorarlas— Mi madre estaba con el teléfono en mano. Desesperada y revolviéndose el pelo.

Avancé cuidadosamente y oh sorpresa...

John Andrews estaba ahí. Yo lo llamaba Andrew, porque es mejor que John, sin duda alguna. Él trataba de consolar a mi madre por acariciarle la espalda. No me acostumbraría a aquello, Andrew era mi amigo, y mi madre... bueno... era muy raro. Se mudó con nosotras hacía unos días y, a decir verdad, no resultaba tan incómodo como creería.

— ¿Se puede saber en dónde estabas, Vera Lombardo? —La dulce voz de mi madre me sacó de mis pensamientos.

—Querida, —Susurró Andrews— cálmate. Ya está aquí.

Mi madre puso los ojos en blanco y John retrocedió con sabiduría, elevando las manos a forma de rendición.

—Tú no te metas John, es mi hija. —Dijo mi madre, con un nudo en la garganta, y los ojos llorosos.

John pareció dolido, pero se dirigió a la cocina, dejándonos a solas.

Hasta a mí me dolió.

Se dirigió hacia mí y me señaló con el dedo.

—Y tú... Tú me vas a explicar lo que está pasando, ¿por qué de repente mi niñita se escapa? —Lo dijo más para ella que para mí— Llamaron de tu escuela. El maestro dijo que te vio salir con un muchacho. ¿Es cierto eso? —Su voz ya era más relajada, pero estaba preocupada.

Asentí con la cabeza lentamente. Ya no había cómo negarlo.

En ese momento sentí una bofetada. Me agarré el cachete porque ardía.

—Tú no eres así Vera. Tú no dejas la escuela por irte con un muchacho, ¿QUÉ TE PASA?

Ni yo sabía la respuesta.

Tragué saliva.

—No lo volverás a ver, ¿entendido? Y dame tu celular, que estás castigada. No habrá permisos, ni con Violeta ni con Luka, tampoco con Matías. Te regresas directamente en cuanto tus clases acaben. Ni un minuto más.

Asentí y le tendí mi celular. Me costaba, pero no lo ocupaba mucho, así que no habría mucha diferencia.

Ni siquiera me dio oportunidad de responderle a todas sus preguntas. No sabía si estar agradecida porque ni yo tenía las respuestas o decepcionada porque ni siquiera se esforzó en escucharme y sólo me abofeteó.

Subí con velocidad las escaleras que conducían hacia mi habitación. Me encerré y tomé una ducha con el agua hirviendo y relajando mis músculos.

Estaba pensando, imaginando, recreando, precipitando, fantaseando y demás mientras el agua rozaba mi piel.

Me salí después de una hora de completa relajación que bien me hacía falta. Me puse el pijama más cómodo que encontré, agarré la secadora y comencé a cepillarme el pelo.

Escuché un toquido, pero decidí ignorarlo para seguir con la difícil tarea de secar mi cabello.

Pero el sonido se intensificó, y no tuve de otra, que abrir.

Era Andrew.

Rodeé los ojos y lo dejé pasar.

Pero mi gesto se suavizó al ver que traía una charolita con hot—cakes y chocolate caliente. A un lado tenía una pequeña florecita lila —que supuse había tomado del jarrón de mamá—, que adornaba muy bien el platillo casero.

My Rockstar Lover [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora