t w e n t y - s e v e n

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Minji siguió caminando por las oscuras y vacías calles del barrio, el fuerte olor de su mochila le provocaba dolor de cabeza.

Tras estar una semana sin trabajar debía volver, no volvía a tener para comer y sobrevivir, tampoco podía depender siempre de Jay.

Bajó su mascarilla y colocó el cigarrillo sobre sus labios, al instante encendiéndolo y suspirando para intentar relajarse.

Estaba muy feliz con Sunghoon y sus nuevos amigos, demasiado feliz, y eso la asustaba.

Chasqueó la lengua mientras soltaba el humo de su boca, su vista fija en su teléfono.

El chico pelinegro no paraba de mandarle mensajes ya que no daba señales de vida desde que salieron de clase, lo cual llevaba que el resto de chicos también se preocupasen.

Nadie sabía dónde estaba la chica, y ella se sentía culpable, pero nunca debía de olvidar sus principios.

Estaba acostumbrándose a pasar tiempo con los siete chicos y sus energías sociales iban agotándose lentamente.

Minji suspiró y apagó su teléfono, no queriendo recibir más mensajes.

Ella se acabó el cigarro y tiró la colilla al suelo, aplastándola con el zapato.

Volvió a colocarse la mascarilla y ajustó su gorra, su mirada volviéndose fría al observar a su cliente a lo lejos.

Frunciendo el ceño agarró fuertemente la daga con su derecha y la escondió dentro de la manga de su sudadera.

Más bien sudadera de Sunghoon ya que la noche anterior salieron a pasear y ella comenzó a pasar frío, el chico le prestó su sudadera con gusto.

Minji no pudo evitar la pequeña sonrisa que se formaba en sus labios al pensar en el chico y los pequeños actos que le demostraba que le tenía aprecio.

Rápidamente salió de su burbuja al ver como el señor que le esperaba hablaba con dos más y les guiaba con la mano que se escondieran.

La chica rodó los ojos y se acercó a él.

- Que salgan, no tengo tiempo para esto - habló ella con tono duro.

El hombre frente a ella sonrió ladinamente, ambos compañeros saliendo de sus escondites y colocándose a ambos lados de su líder.

Sin cruzar palabra la chica soltó su mochila en el suelo.

- La droga y el dinero, ahora deja a Sunghoon en paz - Minji conectó miradas con el líder.

Este le señaló con la cabeza a uno que comprobase la maleta.

- Está todo señor - avisó el hombre.

El que se encontraba al centro asintió con la cabeza y volvió a hacer contacto visual con la menor.

- Increíble que el chico frío sin sentimientos de la mafia te tenga en la palma de su mano, - rio él- seguro que no te demuestra nada.

Algo dentro de la chica ardía y simplemente quería romperle el cuello al mayor frente a ella.

- Seguro que hará como con el resto, - codeó al hombre de su derecha - la usará y la dejará a las pocas semanas.

Esta vez todos rieron y el que se agachó a mirar el contenido de la mochila se la colgó al hombro.

Minji se aguantó las ganas de rodar los ojos y escupirle en la cara a los tres que tenía frente a ella.

- Aw, la pobre se mantiene callada porque sabe que decimos la verdad - el líder se acercó a ella y se puso a su altura.

Ella, sin pensarlo dos veces, agarró la cabeza de él y levantó su pierna, estampándola contra la cara del hombre.

- No hables si no sabes - susurró ella antes de dejarle caer al suelo.

Al instante ambos chicos que estaban a su lado corrieron hacia ella, pero Minji fue más rápida y le clavó la daga en el cuello a uno.

El otro agarró a la chica y le golpeó la cara, al instante ella recuperándose.

Cuando iba a soltarle un puñetazo, alguien agarró su tobillo y cayó de boca al suelo.

Ella, a punto de rendirse, suspiró hondo.

Hasta que se oyó como el mismo hombre caía al suelo, Minji levantó su cabeza para observar qué acababa de ocurrir.

Jay pasó una mano por su pelo y soltó la bocanada de aire que estaba aguantando.

- No deberíais haber hecho esto - habló el chico con tono fuerte.

Pateó el cuerpo del chico que acababa de tumbar y Minji intentó levantarse del suelo, pero el líder se lo impedía.

- Suéltame - gruñó ella y le pateó la cabeza.

Exhalaba aire por su nariz de manera furiosa, limpiándose la sangre que caía de su nariz con el dorsal de su mano.

- No quiero ni una amenaza más, ni hacia nosotros y menos aún hacia ella - el rubio agarró los pelos del líder y le hizo levantar su cabeza del suelo.

Este asintió con las pocas fuerzas que le quedaban y Jay le soltó, cayendo duramente de nuevo contra el suelo.

Ambos amigos se miraron y él chasqueó la lengua, se colgó la mochila al hombro y rodeó los hombros de la chica.

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𝐆𝐚𝐧𝐠, 𝐒𝐮𝐧𝐠𝐡𝐨𝐨𝐧.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora