Capítulo 33

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Edward

—¡¡¡Edward!!! —el grito de Abigail me despertó por completo.

Recordé que me encontraba en la casa de la gatita, esta se encontraba en el baño —donde había entrado sin tocar ya que estaba un poco dormido— con una expresión asustada y toda la cara roja. De no ser por el incómodo momento hubiera sonreído porque se veía muy tierna.

—¡¿Qué haces aquí pervertido?! —sus gritos me trajeron de vuelta a la realidad.

 Su cuerpo seguía sentado sobre la taza con los pantalones hasta los tobillos junto con sus bragas —unas muy lindas con corazoncitos rosas, debo aclarar— y aunque no podía ver nada al parecer ella estaba muy avergonzada.

—¡Sal de aquí pervertido! —lloriqueo al ver que no me movía.

—Y.…yo... —tartamudeo sin saber que decir.

—¡Vete! —su grito me hizo sobresaltar y salir de ahí.

Caminando por el pasillo en dirección a la sala me detuve delante de una puerta, a simple vista era una puerta normal, pero por alguna razón me daba mala espina, no sé si era porque la gatita se encogió de miedo al pasar frente a ella o por la extraña sensación de dolor que desprendía.

Negué con la cabeza ante el hecho de querer descubrir lo que había detrás y seguí caminando, en mi camino encontré el estudio donde la gatita hacia magia con unos pocos colores y un lienzo, sonreí al recordar nuestros besos en este salón. Era un recuerdo que nunca olvidaría.

Sus labios sobre los míos moviéndose al mismo compás, en la misma sintonía, al mismo ritmo del latido de nuestros corazones.

Mis pies retomaron su marcha hacia el salón, este estaba todo oscuro, encendí una pequeña luz y me senté en uno de los sillones. Un aire frío calo mis huesos, afuera seguía lloviendo por lo que mi idea de volver a casa había sido cancelada.  

El frío hizo que me envolviera a mi mismo para guardar un poco de calor, pero no fue de mucha ayuda, mis ojos se sentían pesados pero el frío no me dejaba caer por completo en el sueño.

Tuve la idea de ir hasta el cuarto de la gatita y tomar una manta, pero eso solo haría que me encontrara con ella lo cual no es buena idea ya que me volvería a gritar por entrar así a su baño.

Mi mente se quedó pensando en el momento que nos habíamos acostado para dormir, estuve un rato velando su sueño y admito que no pude resistirme a darle un beso.

Mis pensamientos son interrumpidos por algo cálido que recorre mis hombros, mis ojos pestañear adaptándose a la realidad, encontrando a Abigail frente a mi con una expresión culpable y las mejillas rosadas.

—¿Gatita? —pregunto extrañado de encontrarla aquí.

—Perdón. —susurra tan bajo que casi se me es imposible captar la palabra.

—¿Qué? —pregunto para estar seguro de lo que dijo.

—Perdóname. —dice un poco más alto.

—¿Por qué pides perdón?

—Porque te corrí de la habitación y hace frío aquí afuera. —su voz parece de una niña pequeña después de hacer alguna travesura. 

Una pequeña sonrisa surca mis labios al notar que lo cálido en mis hombros es una manta, me trajo una para que no tuviera frío. Miro su cara la cual está igual de roja y sus labios están tomando un color moráceo por la temperatura.

Sin poder contenerme tomo una de sus manos y la jalo haciendo que caiga e mi regalo con sus piernas a ambos lados, tomo la manta en mis hombros y se la coloco en sus hombros, para luego acercarla más a mi y poder acurrucados juntos.

Luces y sombras ✓Where stories live. Discover now