24. Gran fin de semana

324 25 2
                                    

Antes de ir a casa de Niko, pasaron comprando comida ya que ninguno tenía cabeza o ánimos para cocinar. Una vez llegaron, le aconsejaron a Joaquín bañarse mientras ellos preparaban la mesa. Cuando se unió a ellos, casi tuvieron que obligarlo a comer.

Durante la cena, Emilio explicó que la batería de su celular había muerto y se dio cuenta de ello hasta que quiso enviarle un mensaje a Joaquín para decirle que lo esperara o bien se fuese con Niko y él llegaría más tarde, ya que le informaron de una reunión a última hora. Y para rematar, Eduardo llegó tarde a la reunión por revisar unos trabajos y se sentó al otro extremo de la mesa por lo que no pudo pedirle el favor que le avisara a Niko o Joaquín. Finalmente, Eduardo resaltó que lo más importante es que Joaquín estaba sano y salvo, y de eso deberían estar agradecidos.

Después de cenar, estuvieron conversando en la sala un rato más hasta que Eduardo consideró que era mejor irse para dejar descansar a Joaquín, sin embargo, y para sorpresa de todos, Joaquín le pido a Emilio quedarse esa noche pues no quería dormir solo, y este aceptó sin dudarlo.

Inmediatamente después que Emilio se uniera a Joaquín en la cama, ya con ropa cómoda y para dormir, Joaquín se acurrucó hacia su cuerpo, y por instinto Emilio levantó su brazo para que el ojimiel pudiese acomodarse mejor. Pasó una pierna y un brazo por encima de Emilio, luego apoyó su cabeza en el pecho y suspiró con alivio.

–Aquí estoy contigo. –le murmuró mientras lo presionaba contra él.

–¿No tendrás problemas en tu trabajo si te quedas? Lo digo por la ropa, ¿te dará tiempo de ir a casa y cambiarte?

–No si me prestas algo tuyo, o le puedo decir a Eduardo que me preste algo también. No te preocupes por eso ahora, solo descansa.

Él asintió. Minutos después recordó la conversación en la cena y no podía pasar por alto el tema.

–Emilio. –le llamó, inclinó un poco su cabeza para ver al rizado. –Te conozco y sé que te culpas por esto. No fue tu culpa que se acabara la pila de tu celular, ni la reunión de última hora ni nada de lo que paso después, ¿sí? –Emilio tensó su mandíbula, claramente en conflicto. –Emilio, por favor. Sabes que hay cosas que no podemos controlar.

Tras unos largos segundos, Emilio suspiró rendido ante la mirada preocupada de Joaquín. No estaba totalmente de acuerdo con él pero lo aceptaría para no hacerlo sentir mal.

–Bien, tienes razón. –Dijo finalmente, Joaquín le sonrió más tranquilo y luego se acomodó nuevamente sobre su pecho.

–Estoy muy agradecido con Samuel. Se portó muy valiente hoy. El ladrón tenía una navaja y él no tenía nada. Yo me congelé, y más cuando el tipo intentó apuñalarme dos veces, creo que se enojó porque no pudo lograr su objetivo, o no sé.

Emilio empuñó sus manos por enojo y frustración, imaginar que Joaquín pudiera estar herido de gravedad en ese momento o algo mucho peor le provoca querer golpear a aquel infeliz.

–Tuve mucho miedo que me hiciera daño, ¿sabes? –encontró nuevamente la mirada de Emilio. –Me dio terror la idea de morir y dejar de verte para siempre, a Marcela, Niko, Eduardo... Terror por dejar de vivir momentos con ustedes, pero sobre todo contigo. Miedo de no realizar mis sueños. De no poder descubrir que pasara con nosotros porque realmente no lo sé todavía, pero quiero descubrirlo.

–Lo harás. Lo haremos juntos. –le sonrió. –Así que, deja de pensar en eso. –golpeó suavemente su nariz con el dedo índice.

–Con esto me queda claro que lo único seguro en mi vida es lo que siento por ti. Te amo y aunque no terminemos juntos, quiero verte bien y feliz.

Como el otro | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora