Capítulo 22

3.5K 299 27
                                    

Annika 

Anoche si que traspase todas las barreras y los limites que me había puesto, no solo en mi vida, sino que también está.... relación de negocios con Aaron. 

Uno creería que fue ese solo momento de... lujaría, digámosle, no me gusta la palabra debilidad. Uno creería que fue solo esa vez, para quitarnos esas ganas. 

Pero no. 

Volvimos a nuestra habitación en el hotel y lo seguimos haciendo. Y por la mañana cuando nos despertamos, también. Porque si, dormimos juntos en la misma cama. Hubiera sido muy ridícula si lo mandaba a dormir a ese incomodo sofá luego de que ya hubiéramos traspasado el limite de conocernos sin ropa. 

Una pequeña parte de mi está algo alterada. Pero, de igual forma, se que no debo preocuparme, es decir, es Aaron. No va a haber ningún problema. No lo hubo cuando casi lo mato con mi auto, ¿por qué habría de haberlo ahora que hemos tenido sexo? Es solo sexo. 

Aunque, buen sexo. 

En el camarote del yate él fue gentil y tierno, pero aún así fue muy candente. Sentí un fuego recorrerme todo el cuerpo. Y esa segunda vez en la habitación... uff... no me equivocaba cuando dije que parecía muy calmado, pero que en su interior tiene una apariencia muy salvaje. Me hizo sentir placer en partes de mi cuerpo que no creí que podría sentir. 

Creo que comienzo a plantearme la idea de contratarlo como gigolo. ¿Por qué habría de ser una mala idea? Él necesita un empleo, yo a cambio disfruto del buen sexo. Una relación de negocios que se extiende al placer, pero sin todas esas tonterías de las parejas románticas... las citas, los compromisos, los reproches...

- ¿En que piensas? - me pregunta, entrando de nuevo a la habitación, luego de haber ido por el desayuno que pedimos que nos trajeran. En sus manos lleva la bandeja y la apoya sobre la cama. Se vuelve a sentar a mi lado. 

- Pensaba en el desayuno. - miento. - En que muero de hambre. - Me mira pensativo, con una leve sonrisa. - ¿Qué? - pregunto con curiosidad. 

- ¿Me dejaras que te cocine alguna vez? - pregunta. 

Aaron, ¿Por qué tienes que ser tan Aaron? 

- Depende. ¿Qué sabes hacer? 

- Uhuh, de todo. - responde divertido. - La pasta es mi especialidad. 

- Ya, no te burles. 

- No me burlo, lo digo enserio. - ríe. - Me transporta a mi infancia. A mi madre amasando los domingos sobre la amplia mesa de la cocina. - me cuenta con un brillo en sus ojos y yo lo miro con atención. - Los tallarines o ñoquis con boloñesa eran la gloría. Puede que uno a esa edad no sepa que es la felicidad, pero para mi comer eso era lo más cercano. Esos momentos así tienen un olor especial. Cada vez que entro a mi casa me invade ese aroma a casa y eso me reconforta. 

- ¿Tuviste una buena infancia ante todo? 

- Una infancia normal. Esa que todo niño debería tener. Andar en bicicleta, jugar a la pelota con tus amigos del barrio, hasta que oscurecía y oímos a nuestras madres gritarnos a todo pulmón para que volviéramos adentro. En el verano jugar a la guerra de bombitas de agua. Juntar durante toda una semana los centavos que me daba el jefe de mi madre por hacerle recados, para luego el fin de semana comprarme un helado, o un alfajor o esas pequeñas botellitas de vidrio de gaseosa. Eran como mis lujos. 

- ¿Y mirar las estrellas? 

- Lo preguntas de forma burlona, pero es así. - dice riendo. - En el pequeño jardín que teníamos en la casa, mamá tiraba una sabana en el césped y nos acostábamos allí en la noche a mirar el cielo lleno de estrellas. Y ella siempre me contaba una historia diferente. 

Bajo ContratoWhere stories live. Discover now